Adiós, comandante de campo Cohen
FORBES- 12 de noviembre de 2016
Los hombres de una sola pieza que
habitan las calles más cruentas y heladas han muerto con uno de los poetas más
entrañables de la música, una de las almas más curtidas del planeta.
Canadá, la poesía, la música, la
religión, la guerra, la política y el aislamiento. Los lugares comunes citan el
“planteamiento Bowie” de la muerte anunciada, los espíritus flacos apuntan a un
cielo más negro por el triunfo de Trump o por la muerte de sus ídolos
populares. Se rasgan las vestiduras en redes por los premios de Dylan o las
prácticas pueriles de los políticos corruptos. Tribus.
Leonard Cohen ha muerto a sus 82
años de edad, en medio de una calma y estridencia propias de una de las voces
más genuinas de nuestros tiempos. Parrafadas se vierten sobre los papeles,
intentando dar calma a los corazones afligidos, con un hambre voraz de clicks
tras de sí. La violenta etiqueta de este tiempo así lo exige. Leonard Cohen ha
muerto a sus 82 años, repite el estribillo de la radio, el poema más torpe, el
inasible más sincero, la noche que no puede mojar ni dos dedos de frente con
esta lluvia ácida, atípica e insondable, encallada en discos y poemas, entre
miles de entrevistas y cuerpos petrificados por el dolor. Leonard Cohen ha
muerto, y con él uno de los poetas más entrañables de la música, una de las
almas más curtidas del planeta. Todos los hombres de una sola pieza que habitan
las calles más cruentas y heladas.
… Todos los hombres, una sola
pieza.
Cohen, el cantante
De Michael Stipe a Nick Cave, de
Antony Hegarty a Jarvis Cocker. Las canciones de Cohen son un bálsamo susurrado
para todo aquel que decide escuchar, lápidas labradas a mano para los
derrotados, y también, habría que decirlo, discos ochenteros producidos de
forma espantosa. Canciones de amor y odio para todos y ninguno. “Canten otra
canción, muchachos, que esta ya está vieja y amargada”. El cantante canadiense
vestido de punta en blanco, siempre elegante, tardándose años para culminar una
sola línea, pensando con fruición ese verso que se convertirá a la larga en lo
opuesto, sufriendo cal y arena con la palabra. Alguna vez Cohen dijo: “componer
canciones es como conquistar a una dama, un fastidio la mayor parte del
tiempo”. Todos hacen covers de sus piezas (piezas como templos), postean ligas
de videos con su rola favorita, siempre la más dolida, la más oscura y la más
dulce.
Soy tu hombre, un cantante mayor
en escalas menores que redacta desde lo más oscuro de su corazón, chicano del
arte, partisano de su ideología, músico encumbrado por otros, estimado y
endiosado de forma más bien insoportable. Todos rinden tributo y siguen
midiendo con la regla de su elogio barato cada frase, cada imagen, detalle o
minucia que el cantante supo colocar en su lugar correcto: nuestras vidas.
Cohen, el mujeriego rampante
Un poeta canadiense que cree en
el amor, que veda con dulce sorna su deseo por la mujer del prójimo. “El diablo
me hizo escribir esa canción”, argumenta pacífico ante un amable e incómodo
documentalista que proyecta su morbo vestido de admiración sobre “Hotel Chelsea
No. 2”:
“Ah, pero tú te fuiste, ¿no
cariño?
Simplemente te diste la vuelta
entre la multitud,
te fuiste, y ni una vez te oí
decir:
te necesito, no te necesito,
te necesito, no te necesito,
y todas esas tonterías que lo
rodean”.
Leonard, el “Ladies Man”, el que
recuerda el viejo amor a través de un mechón que trae la hija en “Famous blue
raincoat”. Adiós Mariana, Shirley, Susana y todas las mujeres sin nombre que
lloran desconsoladas, esperando al amor de su vida disfrazado de sexo rancio y
triste.
Cohen, el poeta
Un joven poeta contra el mundo,
encontrando a otros de su estirpe, sintiéndose acompañado en la lectura de su
espíritu, creyendo que los poetas son los legisladores no reconocidos de este
planeta. Un poeta canadiense descreído de su patria y de su gremio,
convirtiéndose en cantante, revirtiendo las palabras, torciéndolas, haciéndolas
gemir como putas desoladas. Un Cohen encontrando paz en la poesía, destapando
pesadillas humanas en los versos.
Flores para Hitler, El Libro del
Anhelo, Parásitos del Paraíso, Lorca, La Caja de Especias de la Tierra,
Memorias de un Mujeriego. Garabatos torpes acompañan esas páginas, una vida de
sosegada búsqueda impresa a una tinta; desquiciada exploración en pos de la
belleza más secreta y retorcida. Todos quieren escribir como el poeta, pero
nadie desea vivir como el poeta: intranquilo, desbordado enfermizamente sobre
el mutismo más insoportable, inconforme, jalando las riendas-tintas del caballo
de forma torpe para conciliar un par de insuficientes palabras.
Cohen a los 25 años en Londres,
recién becado, escribiendo poemas tristes sobre la muerte, la guerra y el amor:
“Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a
última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
desnudo con la idea de
encontrarte”.
Cohen, el espíritu descreído
El judío más errante volteando la
vista hacia el budismo. Descreído del gurú, volviéndose uno, avergonzado de
serlo, un asceta moderno al que hace años se le fue el tren del paraíso, un
alma cansada de lo obvio, refugiándose en lo obvio, descubriéndose a sí mismo y
al otro: los rebeldes del espíritu.
“Hago esta canción para ti,
Señor del Mundo,
que lo tienes todo,
menos esta canción”.
Cohen, el eterno
El cantante canadiense ante el
ojo público, agosto de 2016, el álbum número 14 de su carrera, preparándose
para morir. Él lo sabe mejor que nadie, su hijo ha producido el track inicial.
El título es irónico y sincero a tandas iguales: You want it darker (lo quieres
más oscuro, o deseas más oscuridad). El trabajo es consistente, congruente y de
altísimo contenido, lírico y poético. Es generoso con los fans, aquellos que
saben leer entre líneas que la muerte es el inicio de todo ciclo. Pulsión
completa, herencia, legado y espacio; fisura por donde se filtra la luz.
Reconoce, juega, da un último guantazo y corrige: “Dije que estaba dispuesto a
morir. Creo que estaba exagerando. Me propongo vivir para siempre”.
“Si eres tú quien reparte las
cartas, yo estoy fuera del juego.
Si tú eres el que cura, eso
significa que estoy maltrecho y cojo.
Si tuya es la gloria, entonces
mía debe ser la deshonra.
Quieres más oscuridad,
apaguemos la llama”.
La voz leñosa, antídoto amargo,
el poeta desterrado de sí mismo ya no existe más de forma física. Leonard
Cohen, cantautor y poeta, murió un jueves 10 de noviembre de 2016, a los 82
años de edad en Los Ángeles, Estados Unidos. Publicó su primer libro a los 22
años, en 1956 y grabó su primer disco en 1968. Un hombre que sabía que los
datos son importantes, la información más laxa y somera no debía ser
trastocada. Un comandante que dejó sus informes en orden, listos para ser
leídos y ocupados de la forma que mejor convenga.
“Adiós, comandante del campo
Cohen, nuestro espía más importante, herido en el cumplimiento de su deber”.
“El poema es mera información. Es
la Constitución de la patria interna. Si lo declamas y lo hinchas con nobles
intenciones, no eres mejor que esos políticos que tanto desprecias. No haces
más que agitar una bandera y llamar patéticamente a la patriotería emocional.
Piensa en las palabras como ciencia, no como arte. Son un informe. Es como si
dieras una conferencia en la Federación de Montañismo. Las personas que te
escuchan conocen todos los riesgos de la escalada, y te honran dando por
sentado que lo sabes. Si se los pasas por la cara, estás insultando la
hospitalidad que te ofrecen. Infórmales de la altitud de la montaña, describe
el equipo que utilizaste, especifica el tipo de superficie y fija el tiempo que
duró la escalada. No busques dejar al público boquiabierto. Si el público se
queda boquiabierto, no será debido a tu apreciación de los hechos, sino a la
suya. Tu mérito estará en la estadística y no en las inflexiones de tu voz ni
en los ademanes enérgicos de tus manos. Estará en los datos y en la tranquila
organización de tu presencia”.
Ricardo Pineda-CM & Content
Poducer de Forbes México. 18 mm, mp3, análogo, radiofónico, periodístico. En
tiempo real es mejor.
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