Fidel Castro, el revolucionario
The wall
street journal -domingo, 27 de noviembre
de 2016
El líder cubano inspiró a muchos
con sus promesas de justicia y progreso pero presidió un prolongado régimen de
opresión
Fidel Castro irrumpió en el
escenario internacional en 1959, dando origen a la imagen misma de la
revolución con su barba, rifle y cigarro, para luego dirigir Cuba por medio
siglo, enfrentarse a 11 presidentes de Estados Unidos y contribuir a que el
mundo llegara al borde de la guerra nuclear.
Castro, quien sufría de una
enfermedad no revelada, falleció a los 90 años, anunció su hermano, el
presidente Raúl Castro.
Apodado el “príncipe guerrillero”
por uno de sus muchos biógrafos, animó a millones en Cuba y en todo el mundo
con sus promesas de democracia, justicia social y progreso económico. A
principios de su régimen, forjó una postura contra Washington, aliándose con la
Unión Soviética y apoyando movimientos guerrilleros de América Latina a África.
Sin embargo, para cuando renunció
formalmente como presidente de Cuba en 2008 y entregó las riendas a su hermano
menor, Raúl, encarnaba todas las contradicciones de su movimiento.
Castro persiguió ideales igualitarios
que incluían atención médica, vivienda y educación gratuita, mientras
proscribía la libertad de expresión, encarcelaba disidentes y prohibía
elecciones justas. Jugó a la política mundial con la habilidad de un gran
maestro, pero acogió una ideología que en última instancia fracasó. En 1959
derrocó a un dictador sólo para convertirse en el gobernante de América Latina
con más tiempo en el poder, 49 años.
Trató de liberar a Cuba de su
dependencia del azúcar y convertirla en un país próspero, sólo para quebrar la
isla y hacerla depender primero de la generosidad de la Unión Soviética y luego
de la de Venezuela.
Cuando Castro renunció, muchos
esperaban que el más pragmático Raúl lanzara rápidamente reformas económicas y
políticas para facilitar la entrada de Cuba a la economía global e introducir
un sistema más democrático. Pero el actual mandatario sólo ha tomado unos pocos
pasos vacilantes en esa dirección. En cambio, el mayor de los Castro desarrolló
una segunda carrera como comentarista político, despotricando contra EE.UU. y
con frecuencia prediciendo una inevitable guerra nuclear.
El panorama económico se despejó
un poco en 2014 cuando el presidente Barack Obama forjó un acuerdo con Raúl
Castro para restablecer las relaciones diplomáticas. Desde entonces, Washington
ha aliviado poco a poco las restricciones comerciales y de viajes a la isla,
aunque un levantamiento completo del embargo económico está en manos del
Congreso estadounidense. Sin embargo, las perspectivas de mejores vínculos
económicos con EE.UU. parecen complicarse ahora después del triunfo de Donald
Trump en las elecciones presidenciales. Aunque con Fidel muerto, muchos creen
que Raúl avanzará más rápido hacia las reformas.
Fidel Castro nació en 1926 en
Birán, una ciudad del extremo oriental de la isla, hijo ilegítimo de un ex
soldado y campesino español convertido en rico terrateniente y su criada. Uno
de siete hijos, su padre lo envió a La Habana a estudiar en las mejores
escuelas de Cuba.
En La Habana, como estudiante de
derecho de armas llevar, se involucró en la violenta vida política de la
universidad en esa época, cuando se definió como “hombre de acción”.
Después de un breve coqueteo con
la política electoral, acudió a la revuelta armada como vía para deponer al
dictador Fulgencio Batista, un general que había llegado al poder después de un
golpe militar en 1952. El 26 de julio de 1953, Castro dirigió a 135 seguidores,
incluyendo a su hermano Raúl, en un osado pero desastroso ataque al cuartel del
ejército de Moncada en Santiago, la segunda ciudad más grande de Cuba.
Más de 60 de sus compañeros
fueron muertos. Castro sobrevivió y fue enviado a la cárcel después de
electrizar a Cuba con un elocuente discurso en el tribunal en el que declaró:
“La historia me absolverá”.
Luego de beneficiarse de una
amnistía tras 19 meses de prisión, viajó a México con Raúl, donde reunió a un
pequeño grupo de seguidores, entre ellos un médico argentino llamado Ernesto
“Che” Guevara. En 1956, Castro y otros 81 hombres se amontonaron en un yate de
18 metros, el Granma, y desembarcaron en las playas del oriente de Cuba.
Sólo una veintena de
guerrilleros, entre ellos los hermanos Castro y Guevara, sobrevivieron a los
soldados cubanos en las escarpadas montañas de la Sierra Maestra. Pero el pequeño
grupo reclutó suficientes campesinos y se anotó bastantes victorias contra el
desmoralizado ejército de Batista como para obligar al dictador a huir del país
el 1 de enero de 1959. Una semana después, Castro, de 32 años, entró montado en
tanque de guerra a La Habana, donde recibió una entusiasta acogida de miles de
cubanos a quienes prometió un gobierno “humanista”.
Poco después, Castro desató una
racha despiadada. El gobierno revolucionario ejecutó a cientos —algunos
historiadores dicen miles— de policías, oficiales militares y agentes de
Batista después de juicios sumarios.
Desde sus primeros días, Castro
había sido cautivado por el conquistador Alejandro Magno, cuyo nombre adoptó
mientras luchaba contra el régimen de Batista. Esa inusual idea de destino,
combinada con un profundo odio hacia EEE.UU. por su dominio de Cuba desde la
guerra hispanoamericana de 1898, ayudó a convertir a Castro en un oponente
feroz.
“Los americanos van a pagar bien
caro lo que están haciendo”, escribió a una confidente meses antes de que el
ejército rebelde marchara a La Habana. “Cuando esta guerra se acabe, empezará
para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra
ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.
Castro fue fiel a su palabra.
Acogió a la Unión Soviética y las relaciones con EE.UU. se deterioraron
rápidamente. En octubre de 1960, confiscó todos los grandes negocios en Cuba.
Miles de cubanos asustados huyeron de la isla.
En abril de 1961, en la Bahía de
Cochinos, la milicia de Castro derrotó a una fuerza de 1.500 exiliados cubanos
entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), después de que los
invasores se quedaran sin munición. La victoria impulsó el prestigio
internacional de Castro y marcó un punto bajo para el gobierno del presidente
estadounidense John F. Kennedy. Después de derrotar a los exiliados, Castro
consolidó su poder, encarcelando a miles de opositores políticos. Muchos más
huyeron al exilio.
“Soy marxista-leninista y lo seré
hasta el día en que me muera”, anunció Castro en un discurso ese mismo año.
Selló una alianza estratégica con una Unión Soviética en expansión que
—percibiendo la debilidad de EE.UU.— proporcionó misiles nucleares a la isla
para supuestamente defenderse de otra posible invasión. Sin embargo, buena
parte de EE.UU. estaba al alcance de las armas nucleares.
Su descubrimiento un año más
tarde condujo a un enfrentamiento tenso entre las dos superpotencias de la
Guerra Fría, llevando al mundo al borde de una guerra nuclear. El pulso terminó
cuando los soviéticos retiraronlos misiles de la isla.
Un furioso Castro, que fue dejado
por fuera de las negociaciones entre Washington y Moscú, ordenó a los
estudiantes de la Universidad de La Habana cantar “Nikita, mariquita, lo que se
da no se quita”.
A diferencia de los más
cautelosos rusos, Castro prestó su pleno apoyo a los movimientos guerrilleros
en todo el mundo en desarrollo. Cuba proporcionó capacitación y asesoría a
combatientes de Argentina, Venezuela, Guatemala, Paraguay, Colombia, Honduras,
Haití, El Salvador, Nicaragua y Uruguay.
Las tropas cubanas lucharon junto
a los sirios contra los israelíes en la guerra de Yom Kippur de 1973 y
entrenaron a los soldados del régimen comunista del sur de Yemen.
“Fidel colocó la revolución en la
agenda de la izquierda latinoamericana y trató de fomentarla e imponerla en
todas partes”, dijo Jorge Castañeda, ex canciller mexicano y experto en la
izquierda latinoamericana. “Fue una tragedia. Decenas de miles de campesinos,
sacerdotes, estudiantes e intelectuales murieron en un montón de intentos locos
de revolución que no tuvieron ninguna chance”.
Los mayores éxitos de Castro
fueron en África. A partir de 1975, después de que Angola obtuvo su
independencia de Portugal y luego durante más de una década, unos 200.000
soldados cubanos rotaron a través de la antigua colonia portuguesa, donde
lucharon con éxito en favor de una facción respaldada por Moscú para controlar
al país contra facciones respaldado por Sudáfrica. Nelson Mandela, un antiguo
aliado y amigo de Castro, atribuyó el apoyo militar de Cuba al éxito de los
esfuerzos que pusieron fin al apartheid en Sudáfrica.
La influencia global de Castro
alcanzó su punto máximo en 1979. El año comenzó de forma favorable para él,
luego de que las guerrillas sandinistas respaldadas por Cuba derrocaron al
dictador nicaragüense Anastasio Somoza, aunque terminó en la ignominia. Castro,
como jefe del movimiento no alineado, defendió la invasión soviética de
Afganistán, que lo marcó como un títere soviético, más que como un hombre de
acción independiente.
Mientras la mente de Castro
estaba en la revolución mundial, las condiciones sociales y económicas se
deterioraron en la isla. Muchos cubanos se estaban hartando de su economía de
austeridad comunista.
En abril de 1980, un guardia fue
asesinado accidentalmente cuando un grupo de cubanos en busca de asilo irrumpió
en la embajada peruana en La Habana. Cuando los peruanos se negaron a entregar
a los solicitantes de asilo, Castro, en un ataque de ira, removió a los
guardias de la embajada. El régimen fue sorprendido con la guardia abajo
cuando, en cuestión de horas, más de 10.000 cubanos se abalanzaron hacia el
complejo diplomático.
Un enfadado Castro invitó a todos
los cubanos que quisieran irse a EE.UU que lo hicieran. Buscando presentar a
los solicitantes de asilo como delincuentes, vació las cárceles cubanas y puso
a muchos delincuentes a bordo de una enorme flotilla de embarcaciones
tripuladas por cubanos exiliados que llegaron al puerto de Mariel, con la
esperanza de recoger a sus familiares. Para cuando el éxodo se detuvo unos
meses después, 125.000 cubanos habían dejado la isla.
Durante la década siguiente,
cuando los reformistas bajo Mikhail Gorbachev tomaron el poder en la Unión
Soviética y la guerra fría terminó, Castro se obstinó en resistir las ideas
liberales procedentes de Moscú. El apoyo militar y económico soviético a Cuba
disminuyó. La única arma que quedó en el arsenal de Cuba en su continuo
enfrentamiento contra EE.UU. fue la amenaza de más explosiones de emigración
parecidas a lo que se llegó a llamar “los marielitos”.
Después de la implosión de la
Unión Soviética en 1991, los rusos pusieron fin a todos los subsidios a Cuba. A
medida que la producción económica de la isla cayó por lo menos 35%, Castro
declaró un “período especial en tiempo de paz” de estricto racionamiento.
Con la supervivencia del gobierno
en juego, el líder autorizó a regañadientes el uso del dólar estadounidense en
1994 en paralelo al peso cubano y abrió la isla a una inversión extranjera
limitada en áreas como el turismo. En los últimos años, el fallecido presidente
venezolano Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro reemplazaron a la Unión
Soviética como el sistema de apoyo vital de Cuba, enviando a la isla unos
100.000 barriles diarios de petróleo y productos refinados y permitiendo a
Castro dar marcha atrás en las revisiones económicas.
A cambio, Castro, que solía
enviar soldados para apoyar los objetivos soviéticos, envió a Venezuela a
decenas de miles de médicos, dentistas, entrenadores deportivos, agentes de
inteligencia y otros técnicos que han sido cruciales para ayudar al régimen del
líder venezolano. Pero la ayuda económica de Venezuela a la isla se ha reducido
drásticamente debido a la crisis económica del país petrolero.
A pesar de todas sus habilidades
políticas, Castro promovió teorías económicas extravagantes durante su larga
permanencia en el poder. En su esfuerzo por crear un “Nuevo Hombre”
desinteresado, trató de abolir el dinero durante un tiempo. Más tarde, trató de
clonar una vaca superlechera, Ubre Blanca y promovió otro programa para crear
vacas enanas para su distribución en las ciudades de Cuba como una forma de
resolver la endémica escasez de leche en el país.
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