El exclusivo (y carísimo) club
deportivo secreto de la élite
El Confidencial - noviembre de 2016
La gente rica no se junta con la
plebe. Es un hecho. Nunca encontrarás al CEO de una importante empresa en un
Burger, y tampoco verás a tu vecino el del chandal en el Ritch. El saldo de la
cuenta corriente está estrechamente ligado a la exclusividad. Un ejemplo de
esto es el gimnasio Equinox de Nueva York. Muy pocos lo conocen. Solo tiene una
clientela de 50 a 75 miembros. Los vecinos de la ciudad estadounidense no saben
ni dónde está. "Está dentro del Time Warner Center, en Manhatan, pero no
diremos más", leemos en 'GQ'. Una privacidad buscada adrede, ya que el
club deportivo no se anuncia, ni en los medios ni en las guías de gimnasios. No
quieren que acuda a él gente que no ha sido invitada.
El tipo de personas que acuden a
este deportivo son exitosas, poderosas y millonarias. No se acepta a
cualquiera, y cualquiera no puede colarse. Para entrar hay que pasar por un
escáner de retina que procesa los datos biométricos del usuario para asegurarse
de que es él y no un extraño. Sí, es el sistema que vemos en las películas de
James Bond.
Los clientes de Equinox pagan una
cuota mensual de 500 dólares (450 euros), y 150 dólares (135 euros) por hora de
entramiento. En promedio, los usuarios entrenan cuatro veces por semana, por lo
que se gastan alrededor de 12.000 euros al año. Una cantidad irrisoria para la
gente que acude a entrenar ahí. "Trabajas duro y te lo has ganado. Te
sentirás un superhéroe antes de haber cruzado la puerta".
Una vez dentro, detallan desde
'GQ', se nota por qué los clientes pagan tal cantidad. Una extensa fila de
toallas de eucalipto refrigeradas esperan pulcras a ser usadas por los ricos.
También hay cabinas privadas, en vez de vestuarios. Está todo perfectamente
ordenado y preparado para adelantarse a los deseos del usuario. La temperatura
de las salas, además, es continuamente revisada por el personal del gimnasio,
para ajustarla si fuera necesario.
Si un mortal como tú o yo
entrásemos en Equinox nos quedaríamos alucinados. "¡Hala, qué fuerte,
escáner de retina!". En cambio, los clientes habituales del lugar son
indiferentes a estos lujos. Entre esas cuatro paredes no tiene cabida la
ostentación. No hay nuevos ricos. La gente va allí porque va con su nivel y
estilo de vida. No pueden permitirse –ni quieren– acudir a gimnasios atestados
de gente encantada de conocerse. Los colores del gimnasio no salen del blanco,
negro y gris. Y los usuarios acuden igual de sencillos, con equipamiento caro,
sí, pero sin arrogancia alguna.
Un equipo directivo traído de
Victoria's Secret
La compañía fue fundada en
Manhattan en 1991 por los hermanos Errico, quienes estaban convencidos de que
los neoyorquinos no estarían dispuestos a desplazarse para acudir a gimnasios
privados. Por eso abrieron sus locales en el centro de la ciudad. Acertaron.
Ahora, 25 años después, el negocio va viento en popa.
En 1999, Harvey Spevak, de 52
años, se convirtió en el CEO de la compañía. Uno de sus primeros movimientos
tras asumir el mando fue pedir a la ciudad que se eliminase a Equinox de las
listas de gimnasios. No quería que los neoyorquinos asociaran este club con
competidores como los gimnasios Crunch y New York Health & Racquet Club.
Equinox también es diferente
porque es la única cadena de gimnasio que cuenta con equipo creativo, de 19
personas. La directora del mismo es muy conocida en el sector, de hecho su
anterior trabajo fue en Victoria's Secret. Probablemente también sea el único
deportivo que insiste en no llamarse así: "No es un gimnasio, es un
club". Se esfuerzan en que cada local respire autenticidad. Cada Equinox
es diferente, tiene un aire diferente, previamente estudiado. Es un lugar
confeccionado para que los clientes se sientan como en casa. Muchos acuden a él
sólo para darse una vuelta, "ver quién está por ahí", cuenta una
editora de 25 años y usuaria del local. "Me atrae el sentido y aire zen
que hay en el club. Cada vez que entro, me siento como 'oh, dios,
gracias", asegura.
Los clubes secretos están dejando
de serlo
No sabemos si ahora con Internet
todo se sabe o si hay mucha gente que se va de la lengua. Sea como fuere, lo
que está claro es que no paramos de leer en medios de todo el mundo lo que
ocurre y cómo son los clubs más secretos y exclusivos del globo. Tenemos un
club secreto de chicas guapas en Los Ángeles, 9 organizaciones donde se toman
decisiones clave, un exclusivo club de gastronomía de Madrid, un club sexual
donde las élites se desfogan, una macrodiscoteca de Berlín, y un largo
etcétera.
La inmensa oferta de 'clubes
exclusivos y privados' nos conduce inevitablemente a plantearnos si sólo
existen para hacer sentir especial al usuario. Antes, hace años, ser diferente
no estaba bien visto. Había que seguir lo que dictaban las normas sociales,
vestir cómo hacía la mayoría, ir a los sitios de moda de la ciudad, ver las
películas de las que todos hablaban... Ahora sucede justo al revés: las
personas se enorgullecen de hacer cosas que no hace el resto.
El que acude a un concierto de un
grupo marginal y nada conocido es considerado interesante. El que acude a una
macrofiesta cara y conocida, es considerado vulgar. El que va a la última
exposición de Renoir anunciada en los medios, es considerado culto. El que
asiste a ver la obra vanguardista de un artista desconocido, es tachado de
moderno, en el buen sentido de la palabra. Los tatuajes y la moda de comprar
ropa en tiendas pequeñas y minoristas son otras tendencias a tener en cuenta.
Así pues, todo parece indicar que
estamos en la era de la diferenciación buscada. Y Equinox lo ha sabido ver, y
vender, bien. No sólo ofrece un gimnasio a sus clientes, sino que los hace
sentir especiales y únicos.
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