Las fábricas de EE.UU. se vuelven
inteligentes
The wall street journal
Con datos y sensores, buscan
reducir los costos y mejorar su productividad y confiabilidad
He aquí una paradoja de la
industria manufacturera altamente automatizada de Estados Unidos, cada vez más
independiente de la mano de obra humana: aunque es sofisticada, en su mayor
parte no es de muy alta tecnología. Imagine una máquina de estampado de metales
de una fábrica de autopartes, que puede llegar a tener una vida útil de hasta
40 años.
Ahora piense en la línea de
ensamblaje que tiene Samsung Electronics Co. en las afueras de Austin, Texas,
donde fabrica procesadores para los iPhones, de Apple Inc. Visité las instalaciones
a mediados del año pasado. Es un ambiente prístino, lleno de robots tipo WALL-E
que transportan cajas llenas de obleas de silicio de una estación a la
siguiente. Cada detalle de la fábrica es medido por sensores que vierten datos
en un depósito centralizado, donde son procesados para optimizar la producción.
Los únicos humanos presentes están allí sólo para arreglar las máquinas que
hacen todo el trabajo.
No obstante, eso significa que
todavía hay una gran oportunidad para utilizar en la industria manufacturera
todo el aprendizaje que Silicon Valley ha aplicado, por ejemplo, a la
publicidad. “La gente está pensando en aplicar capital de riesgo e innovación
tecnológica a cosas que tienen 10 veces el tamaño del mercado publicitario”,
dice Jon Sobel, presidente ejecutivo de Sight Machine Inc., que ayuda a las
empresas a procesar todos los datos procedentes de sus líneas de ensamblaje. El
sector manufacturero mueve anualmente US$12 billones a nivel mundial. El gasto
anual en publicidad en todo el mundo es un poco superior al medio billón de
dólares.
Esta transformación de la manera
en que hacemos las cosas tiene muchos nombres —la cuarta revolución industrial,
internet de las cosas industrial, fábricas inteligentes—, pero en el fondo se
trata de recoger tantos datos como sea posible de todas las máquinas de una
fábrica, enviarlos a la nube, analizarlos con inteligencia artificial y
utilizar los resultados para hacer esas fábricas más productivas, menos
costosas de operar y más confiables.
El objetivo es extraer los datos
de sus silos —la máquina, la planta, el sistema de envío y logística— y
agruparlos de manera que permitan tomar decisiones en tiempo real.
Algunos ejemplos de lo que esta
“revolución” puede lograr: descifrar cómo la temperatura ambiente afecta la
productividad de una fábrica entera; acelerar o desacelerar la producción para
que reaccione mejor a las ventas; o evitar tiempos de inactividad no
planificados, como cuando una máquina crítica se avería inesperadamente, lo que
puede llegar a ser increíblemente costoso porque retrasa una enorme línea de
producción que se extiende desde las materias primas hasta los bienes
terminados.
Casos pioneros de ese
“mantenimiento preventivo” se han visto en jets e incluso autos, donde una
combinación de sensores y software puede determinar por adelantado cuándo
fallará una pieza y alertar a los operadores para que la reemplacen de forma
preventiva.
Debido a todo lo que se dice y
circula en el mundo manufacturero sobre la “internet industrial”, yo pensaba
que estábamos bastante avanzados en este proceso. Sin embargo, resulta que no
es así.
Incluso General Electric Inc.
—que junto con Siemens AG, International Business Machines Corp., Cisco Systems
Inc. y otros han sido importantes promotores de la internet industrial en
EE.UU.— se ha topado con desafíos para implementar el nuevo proceso en sus
propias fábricas.
“Honestamente, una de las cosas
en las que trabajamos es cómo podemos conectar nuestros equipos antiguos”, dice
Karen Kerr, directora gerente sénior de GE Ventures. El conglomerado tiene
cerca de 500 fábricas y su meta para este año es transformar 75 de ellas en
fábricas inteligentes y conectadas.
Parte del reto es utilizar de
manera apropiada el hardware que las empresas ya tienen. La nueva maquinaria
está llena de sensores y puertos de datos que normalmente se usan sólo cuando
esas máquinas se están construyendo o reparando, explica Dennis Hodges,
director de informática de Inteva Products LLC, un importante fabricante de
autopartes. Pese a que estos sensores no fueron concebidos para recolectar
datos que sirvieran para analizar el desempeño en tiempo real de una máquina,
resulta que incluso las mediciones indirectas de la salud de un dispositivo,
como su temperatura, pueden combinarse con otros datos para permitir a los
ingenieros entender mejor aspectos de una máquina que no pueden medir
directamente, y qué hacer para evitar que se averíe.
Otros están trabajando en maneras
de agregar sensores donde antes no los había, un esfuerzo que crea nuevos
retos, como la forma de alimentar con energía a esos sensores.
Recientemente usé un reloj
inteligente que podría ser un precursor de ese futuro con sensores ubicuos. El
Matrix PowerWatch no necesita recargarse. Su fuente de energía es
termoeléctrica, es decir que convierte la diferencia de temperatura —que
normalmente existe entre un objeto sólido y el aire que lo rodea— en
electricidad. Mientras miraba el reloj, la barra de energía crecía despacio;
finalmente, el reloj generó 200 microvatios de energía, cosechada directamente
de mi calor corporal. Es una cantidad relativamente pequeña, pero suficiente
para un reloj inteligente, o para los sensores y transmisores desplegados en
fábricas inteligentes.
Fuentes de energía como esta, o
los paneles solares o los “piezoeléctricos” —que obtienen energía de las
vibraciones—, son clave para incorporar más sensores a nuestro entorno y evitar
el costo y el gasto de tiempo que implica tener que cambiar las baterías de los
sensores.
“Uno quiere ser capaz de ponerlo
allí y olvidarlo”, dice Hodges, de Inteva. “El simple hecho de que uno no tenga
que lidiar con la gestión de electricidad o una caída de la red podría ser algo
realmente interesante”, añade, especialmente en fábricas de hasta 70.000 metros
cuadrados, como algunas de las de Inteva. Tales dispositivos, que combinan un
sensor, transmisión inalámbrica y la tecnología de energía del Matrix, están
siendo desarrollados por Civionics Inc., dice su presidente ejecutivo, Gerry
Roston.
La aplicación de estas
tecnologías a relojes y a la industria manufacturera es sólo el comienzo. Los
clientes de Civionics incluyen una compañía que monitorea el estado de los puentes
en India y una minera multinacional que necesita colocar sensores en su
maquinaria más grande y cara. Los gigantes de estos campos han tomado nota: 3M
Co. es un inversionista estratégico en Matrix, y GE hace lo propio en Sight
Machine.
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