El problema de integridad del
coach
FORBES- 29 de agosto de 2017
Lo que distingue al coach sin
integridad y el coach íntegro es la vocación de servicio y el hecho de asumirse
o no como una autoridad moral para su comunidad.
El mundo del coaching atraviesa
una crisis. A simple vista puede parecer que se trata de una crisis que ocurre
al nivel del negocio, pero que en el fondo tiene que ver con un problema ético
que repercute en la industria a todos los niveles.
Este problema moral es al mismo
tiempo el causante de que la industria tenga un problema de reputación y de
relaciones públicas en el que la mayor parte de los coaches nuevos en la
“escena” son juzgados duramente por la audiencia, igualmente si están bien
preparados y tienen talento o si no tienen las tablas necesarias.
Justos pagan por pecadores en
este contexto en el que es tan difícil reconocer a un profesional legítimo de
la mayoría que con toda facilidad después de un curso de una tarde se atribuye
la etiqueta de “coach certificado”.
La pregunta es ¿Cómo distinguir a
aquellos coaches que verdaderamente están preparados para hacer la diferencia
en la vida de las personas de los que no?
La respuesta es de hecho muy
sencilla y se puede resumir en una palabra: integridad.
Dicho de otro modo, hay dos tipos
de coaches. Los coaches íntegros y los coaches que no son íntegros.
Pero ¿Qué es la integridad?
En términos de coaching,
integridad es consistencia perfectible, pero con tendencia a lo absoluto entre
el mensaje, las emociones, las acciones y el propósito del coach.
El coach íntegro es aquel que
practica día con día, observa su propósito, lo alinea a sus emociones, alinea
sus palabras a su forma de ver la vida y hace su mejor esfuerzo por llevar a
las acciones los valores que comunica a sus coachees.
El coach sin integridad en cambio
es aquel profesional de la comunicación que se preocupa más por facilitar que
por transmitir una filosofía de vida. Es aquel coach que es elocuente,
carismático, energético y que domina el arte de la comunicación, pero en el
fondo y en privado, sus acciones no reflejan esta filosofía de vida.
El primero es una gente de
cambio. El otro es un facilitador y un repetidor de los métodos y propósitos de
otros.
Lo que distingue al coach sin
integridad y el coach íntegro es la vocación de servicio y el hecho de asumirse
o no como una autoridad moral para su comunidad.
La consecuencia más importante de
que el coach no se perciba a sí mismo como una autoridad moral y se conforme
con simplemente facilitar dinámicas personales o grupales, es que en el fondo
su comunicación no será honesta, sus historias no harán sentido y su mensaje no
trascender más allá del salón.
Entonces, si eres de los pocos
coaches que son consistentes entre sus valores y sus acciones y vives según tu
palabra, felicidades. Pero si eres coach y hasta este momento te has conformado
con facilitar, pero quieres empezar a ser íntegro, la buena noticia es que
nunca es tarde. Esto es lo que tienes que hacer:
Lo primero es asimilar que no
eres perfecto. Ser una autoridad no significa no cometer errores.
Después, elige una cualidad y
cultívala hasta dominarla mientras la comunicas. Después la siguiente y después
la siguiente.
Finalmente mide tu crecimiento
personal y conviértelo en una historia inspiradora que puedas usar para
ilustrar el crecimiento que cualquiera de tus coachees puede tener.
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