Los cuentos que todos contamos y el
storytelling
FORBES- 21 de marzo de 2019
Desechar el stroytelling al forjar
una marca personal sería un error, pero utilizarla mal, también. hay que
aprender a usarla para que obre a nuestro favor, para que nos crean los
cuentos.
A lo largo de la vida, los
momentos más felices que he vivido han estado rodeados de cuentos, los más
tristes también. Recuerdo con mucho cariño las noches de la infancia cuando,
antes de ir a dormir, ya con la pijama y entre las cobijas, mi mamá me leía
cuentos antes de quedarme dormida. Lo mismo hice con mis hijas durante muchas
ocasiones y era una delicia ver como luchaban para que el sueño no las venciera
y poder seguir escuchando la historia. Los momentos en que escribo y me dejo
llevar por la imaginación para construir un relato o una novela son
verdaderamente disfrutables. Pero, una cosa es contar cuentos y otra andar
cuenteando.
Recientemente, me topé con un
video en el que Suzanne Duncan habla del lado oscuro del storytelling y me
pareció sumamente revelador. El storytelling es una técnica que busca conectar,
seducir y convencer a partir de rasgos que nos permitan afiliar a la gente con
nuestra causa, producto o servicio y hacernos preferibles. El storytelling
sirve también a las personas, los casos de Jeff Bezos, Richard Branson, Bill
Gates son ejemplos académicos de cómo utilizar el relato con fines de mejor
conexión y empatía con los públicos. Aunque quizás es una historia algo
inexacta, saber que Jobs y Wonziak empezaron con Apple en un garaje y sin
estudios universitarios conecta con muchas personas de origen humilde y anima a
superar prejuicios. Pero, cuidado.
Sin duda, el storytelling es una
herramienta muy poderosa lo mismo si se usa bien que si se usa mal. Es un arma
de doble filo que, si no se sabe aprovechar corta, lastima y produce el efecto
contrario al deseado. Suzanne Duncan es una escéptica respecto a los cuentos. Ella
explica lo que sucede cuando nuestra imaginación protectora impulsa una
narrativa falsa. A veces, dice, las historias cotidianas que nos contamos a
nosotros mismos —y cómo pensamos acerca de nuestro papel en esas
historias—pueden hacer más daño que bien. Ella sustenta su dicho en que
nosotros representamos un punto ciego frente a nosotros mismos y por eso es tan
complicado ser objetivo al forjar una narración en torno a nuestra figura.
Cuando empezamos a escribir una
historia, uno de los cuidados máximos que debemos tener es que los personajes
sean redondos para que sean verosímiles. Es decir, cuando creamos personajes
planos es cuando nos enfrentamos a ese tipo de protagonistas que son buenos a
toda prueba, que representan la bondad encarnada y no tienen un sólo defecto.
Eso es una falla porque todos los seres humanos tenemos nuestros lados
brillantes y nuestros lados oscuros. Lo mismo sucede con esos villanos que nada
más tienen defectos y no hay nada agradable en su ser. Eso también es
imposible. Es como cuando vemos en las películas al héroe que está peleando con
su adversario y sale ileso, sin un rasguño y sin despeinarse. Nadie le cree y
lo peor es que terminamos aborreciendo lo que, en intención del autor,
debiéramos amar. O, terminamos adorando al malvado y apestoso.
Muchos expertos aconsejan
utilizar la técnica de storytelling para la construcción de marca personal,
pero pocos advierten sobre los riesgos que se corren si no se utiliza
correctamente la herramienta. Los consejos versan en torno a hacer brillar las
partes gloriosas de nuestra persona y disimular aquellas debilidades que
tenemos. Claro, ni modo que para hacernos notar vayamos a enseñar nuestras
cicatrices. Lo malo es que muchas personas al momento de crear una marca
personal exageran las cualidades y las llevan a un punto que raya en la
mentira. Eso es dañino y tiene efectos de amplio espectro.
Hay que andarnos con precaución y
darnos cuenta de que al narrar una historia debemos de cuidar el punto de vista
del narrador, especialmente cuando estamos hablando de nosotros mismos. ¿Qué
tipo de personaje queremos ser? Podemos ser el héroe de la historia, pero si
damos una imagen de superhéroe en vez de causar admiración podemos generar
molestia o peor aún falta de credibilidad. Por otro lado, si nos ponemos en el
lugar de la víctima más que afiliación podemos causar lástima.
En todo caso, si ponemos en
nuestra propia historia la responsabilidad de nuestro éxito nada más en nuestra
persona y nuestro fracaso en el entorno, estamos fallando y causando daño. Es
como cuando juega la Selección de Futbol: si gana, ganamos; si pierde
perdieron. Fíjense en las historias que cuentan emprendedores, directores
generales, dueños de empresas, ejecutivos. Cuando cuentan sus historias de
éxito, muchos hablan de su pericia para analizar, de su intuición, de su plan,
de sus estrategias, de su maravillosa inteligencia, pero si dejan fuera a su
equipo, se apropian del reflector y caen muy mal. Pasa lo mismo cuando alguien
cuenta que le fue mal y le echa la culpa a todo el mundo. ¿Cuántas veces los
estudiantes dicen que el profesor los reprobó en vez de decir que no estudiaron
suficiente?
Esas historias que nos contamos
hacen mucho daño. ¿Saben por qué? Porque están cargadas de un elemento que
causa ceguera y tiene como efecto directo la falta de credibilidad. Ese
elemento es la arrogancia. Una persona arrogante no puede usar el storytelling
como herramienta porque las alabanzas a uno mismo se llaman vituperio y tienen
un efecto devastador; son personas que no se hacen cargo de lo que hicieron mal
y andan repartiendo culpa a diestra y siniestra. Son personas sumamente buenas
o con un entorno adverso. Este tipo de ceguera hace daño porque no hay
posibilidad de mejora.
Si un arrogante cuenta su
historia sin darle crédito a su equipo, estará generando resentimiento y estará
sembrando en el campo de la falta de cooperación. Si un arrogante cuenta la
historia culpando a todo el mundo de su desgracia cosechará soledad. Debemos
saber qué cosas contar y cómo hacerlo. Evidentemente, cada logro en la vida
viene acompañado de una historia que merece ser contada. Pero lo tenemos que
hacer en forma humana para que pueda lograr su objetivo. Las personas tenemos
lados brillantes y opacos, no nada más de uno y cero de otro. Hay que saber
hacerlo, por ejemplo: “mis amigos se burlaban de mí porque no sabía cocinar,
por eso estudié gastronomía”. Contamos una historia de éxito que afilia a las
personas, narramos una experiencia de superación que la gente puede creer.
Tenemos que mostrar habilidades que van más allá de sus competencias
profesionales y que hablan de nosotros: tocar el piano, pilotar un avión, jugar
tenis y que humanizan el discurso. No hay que exagerar. No tenemos que ser
concertistas para tocar un instrumento ni ganar un grand slam para ser tenista
y estos rasgos hablan de una faceta de amor al arte o de lucha en el terreno de
juego.
Los cuentos son poderosos, las
historias forjar la vida del ser humano, sin nuestras historias seríamos seres
huecos, inmateriales, vacíos. El poder del stroytelling se basa precisamente en
la relevancia que tienen las experiencias y los sentimientos que evocan cuando
narramos y cuando escuchamos. Desechar el stroytelling al forjar una marca
personal sería un error, pero utilizarla mal, también. Mejor, hay que aprender
a usarla para que obre a nuestro favor, para que nos crean los cuentos que
contamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario