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jueves, 7 de marzo de 2019

medios digitales y transición política


 Apogeo de medios digitales y transición política



FORBES- 7 de marzo de 2019
La conciliación de la agenda de gobierno es clave, los temas de crecimiento, ecología, seguridad pública, educación y desarrollo social, requieren de discusiones y consensos de fondo urgentes.

La transición política que vive el país está manifestando diversas transformaciones en la relación de los ciudadanos y todo lo que tenga alguna denominación “política” derivadas de la influencia, extensión y auge de los medios digitales.

Experimentamos cambios generalizados que tienen que ver con la convivencia, los partidos políticos, la regulación y la creación de nuevas formas culturales y de participación inéditas y que definirán el futuro de la democracia que se construyen y operan desde las redes sociales.

Vivimos una época intensa e interesante acerca de cómo funcionan las nuevas formas de comunicación, formación de consensos y rentabilidad electoral desde la acción de gobierno que están afectando a las organizaciones, las formas de expresión y el contenido de las políticas públicas.

¿Cuáles son estas expresiones, como estamos cambiando, hacia dónde apuntan estas tendencias políticas?


1) Las estructuras políticas virtuales. Para hacer política se requiere un cierto grado de afiliación, un movimiento, activismo y una estructura de soporte. Si antes las marchas, los plantones y las protestas eran el formato más usado; actualmente las redes sociales son el mejor medio de fiscalización ciudadana al formar corrientes de opinión, difusión, información y contacto que pueden ayudar a crear consciencia sobre un problema y ejercer presión sobre las autoridades y los funcionarios públicos.

Para los ciudadanos, esto significa que no es necesario recurrir a “intermediarios” para participar políticamente. Ahora puedes crear tu propio sitio y opinar, organizar un movimiento, dirigirte a la autoridad en tiempo real, convocar a otros a participar y convertirte en un influencer político y no es imprescindible afiliarte a un partido o sindicato para expresar tus demandas.

Una consecuencia visible es la pulverización de los partidos políticos tradicionales, basados en sistemas de operación arcaicos en los que las organizaciones colectivas ya no representan el poder de movilización que antes detentaban y que hoy es un activo ciudadano.

Si bien los líderes políticos del pasado sucumbieron ante los efectos de la corrupción y su pobreza moral, también una parte de su desgaste se generó con el intercambio de ideas, la investigación y la opinión social ejercida a través de las redes sociales.

La tarea por delante es actualizar, construir o delimitar esas nuevas alianzas, estructuras o movimientos que consoliden el poder ciudadano para evitar el surgimiento de partidos “patito” u oportunistas.

2) Mayor individualismo e inmediatismo. Si bien las redes sociales fortalecen la participación política, también se basan en expresiones individuales, temporales, tendenciales, lo que limita la estabilidad y profundidad de los cambios políticos.

Es decir, los ciudadanos están preocupados, presionados e interesados sobre demandas muy particulares, quieren atención personalizada y efectiva que pulveriza la acción de gobierno y genera conflictos entre distintos grupos sociales.

Cuando la autoridad reacciona para responder a cuestionamientos en redes sociales y no hace una ponderación de política pública en el largo plazo ni con las consideraciones integrales de fondo, puede generar mayores conflictos que los que se propone solucionar.

Lo mismo sucede con otros temas en los que se experimentan procesos de ensayo-error muy costosos para el erario y que solo responden a la intención de que la autoridad mantenga una percepción positiva en la sociedad sin atender los problemas reales, de rodillas ante las críticas y en pánico escénico permanente, prefieren las excusas y las justificaciones a ejercer un liderazgo efectivo.

En cierto modo, la prioridad que los gobiernos conceden a las redes sociales se está convirtiendo en una obsesión por el protagonismo, con apariciones constantes, cayendo muchas veces en el mero exhibicionismo, demagogia excesiva y una saturación del espacio político que vacía el discurso y, sobre todo, desgasta el interés ciudadano.

También para la sociedad esto requiere de forjar una mentalidad, actitudes y cultura de debate, discusión de fondo, no dejarse llevar por el escándalo o la reacción emocional. Se requiere una ciudadanía activa crítica pero visionaria, reflexiva, alineadora del cambio que pueda consolidar la transición hacia un desarrollo y futuro sustentable, competitivo, integral.

3) Descentralización y eficiencia. El auge tecnológico impone una nueva lógica al quehacer del gobierno, las soluciones se quieren aquí y ahora. El ciudadano está acostumbrado a comunicarse, solicitar comida, gestionar pagos, realizar operaciones, hacer de todo y trabajar en medios digitales de forma inmediata, con calidad en el servicio y con atención al cliente que le responde de manera efectiva ante cualquier queja o incidencia.

Ante este panorama, exige lo mismo del gobierno. La expectativa de cambio implica que todos los trámites y servicios evolucionen a nuevas formas de gestión muy eficientes, tecnológicas, modernas y con buena actitud.

El énfasis del gobierno entonces está en generar una cultura extendida para moldear esta relación con los ciudadanos sin que signifique un costo excesivo y que realice las reformas de fondo para facilitar y hacer más expedita la prestación de servicios públicos, lo que plantea un reto enorme y complejo.

La conciliación de la agenda de gobierno es clave, los temas de crecimiento económico, feminicidios, ecología, seguridad pública, educación, salud y desarrollo social, requieren de discusiones y consensos de fondo urgentes.

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