Tecnología, digitalización y basura
electrónica
FORBES- 2 de marzo de 2019
A nivel medioambiental lo más
lógico sería intentar reparar o reutilizar los aparatos electrónicos cuando se
estropeasen con el objetivo de evitar que se conviertan en residuos.
Vivimos en una época en que la
electrónica y la digitalización han invadido todos los ámbitos de nuestra vida
cotidiana. Aparatos electrónicos como las tablets o los teléfonos móviles
forman hoy parte de nuestras necesidades más básicas y es que para la gran
mayoría de las personas salir de casa habiéndose olvidado de su smartphone es
algo que causa una enorme ansiedad y desasosiego. Esto es así hasta el punto de
que cada vez son más las personas que son incapaces de vivir unas pocas horas o
incluso unos cuantos minutos sin todos o alguno de estos gadgets electrónicos
que si bien hacen nuestra vida mucho más sencilla, nos han vuelto en mayor o
menor medida esclavos de una tecnología que avanza a una enorme velocidad y que
nos invita a modernizar nuestros dispositivos electrónicos en cortísimos
espacios de tiempo. La electrónica lo domina todo y si bien las ventajas de su
uso son muchas y evidentes, también tiene aspectos negativos que es preciso
valorar para intentar poner un poco de coherencia a este cambio tecnológico tan
acelerado.
Uno de los aspectos negativos que
tiene este uso masivo de la electrónica y sobre todo el de su rápida
obsolescencia es, sin duda, el de la gran cantidad de basura que genera. Según
el informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) del
año 2016, en el mundo se generan 40 millones de toneladas de basura electrónica
al año y se calcula que su volumen crecerá, de mantenerse los ritmos actuales,
entre 16 y 25 % cada cinco años. Ahora que el concepto de economía sostenible
está cada vez más en la boca de todos, nos tiene que hacer reflexionar si este
consumo exuberante de tecnología es económica y medioambientalmente sostenible
o no.
Lo cierto es que hoy en día se
produce un volumen de residuos electrónicos a nivel mundial gigantesco y su
reciclaje está por lo general muy mal gestionado, lo que pone en peligro el
medio ambiente y la salud pública, ya que, por lo general, este tipo de
residuos están compuestos por diversos elementos tóxicos. Entre las sustancias
tóxicas más habituales que contienen se encuentran elementos como el cadmio, el
plomo, el óxido de plomo, plata, cobre, antimonio, el níquel o el mercurio
entre otros muchos. Todos estos desechos pueden, igualmente, emitir gases
tóxicos que podrían finalizar en nuestro sistema respiratorio, así como en el
agua, el suelo o los alimentos que consumimos.
A nivel medioambiental lo más
lógico sería intentar reparar o reutilizar los aparatos electrónicos cuando se
estropeasen con el objetivo de evitar que se conviertan en residuos. Sin
embargo, y todo el mundo es consciente de ello, esta es una práctica claramente
marginal. En el caso de que estos aparatos no pudieran ser reparados, lo más
eficiente sería intentar reaprovecharlos para lo que sería necesario que con su
reciclaje se recuperasen las materias primas de las que están compuestos con el
objetivo de que éstas entren de nuevo en el ciclo de producción. Los metales
constituyen el núcleo de los residuos electrónicos y su reutilización
permitiría ahorrar dinero y recursos. La recuperación de estos materiales
requiere muchísima menos energía que su extracción de la naturaleza y además se
generan muchísimos menos desechos. Por último, no hay que olvidar que muchos de
los materiales utilizados en la electrónica, como son los casos de la plata, el
oro, el cobre o el aluminio son valiosos por sí mismos.
De todos los aparatos
electrónicos son los computadores y los smartphones los que más se reemplazan y
es que la rapidísima evolución tecnológica hace “obsoletos” a este tipo de
artilugios en cortísimos espacios de tiempo. Si a esto le añadimos que el gran
problema es que la mayor parte de los residuos se están reciclando de forma
ineficaz e insegura el problema se agranda. La ONU estimó en el año 2015 que
aproximadamente el 80% de los residuos electrónicos terminan su vida en un
incinerador o en un vertedero y ello es desde el punto de vista medioambiental
y de nuestra salud es tremendamente dañino, al mismo tiempo que económicamente
resulta tremendamente ineficiente.
Adicionalmente hay que tener en
cuenta que una enorme cantidad de residuos de aparatos eléctricos y
electrónicos se tratan en países que no cuentan con la infraestructura
suficiente y en los que con el objeto de abaratar el coste del reciclaje se
utilizan métodos que ponen en peligro la salud de los trabajadores y generan un
impacto medioambiental extremadamente negativo. Las dos zonas geográficas del
mundo en donde se envía gran parte de esta basura electrónica son el África
subsahariana y el sudeste asiático. En estas áreas el reciclaje se hace sin
ningún tipo de control y sólo se persigue separar aquellas materias primas
valiosas que contienen estos aparatos. Para ello se utiliza, normalmente, el
llamado “reciclaje informal” que consiste en la utilización de productos
tóxicos al aire libre.
Estos residuos son tratados, en
la mayoría de los casos, por personas que se encuentran en situaciones severas
de pobreza y ven en el tratamiento de estos desechos su única vía de
supervivencia. Estos colectivos extraen dichos materiales mediante prácticas
informales, muchas veces en hogares particulares y en casi todos los casos sin
tomar ninguna medida apropiada de protección.
Lo más grave es que muchas veces dicho desmantelamiento es llevado a
cabo por niños que ponen su salud en riesgos muy graves, ya que manipulan
alegremente gran cantidad de componentes tóxicos sin ser conscientes de ello.
El Objetivo número 12 de
Desarrollo Sostenible de la ONU remarca la necesidad de garantizar modalidades
de consumo y producción sostenibles. Ello supone lograr una gestión racional de
los productos químicos y de todos los desechos que los productos electrónicos
producen a lo largo de su ciclo vital, así como reducir al máximo la liberación
de sustancias tóxicas a la atmosfera, el agua y suelo con el objeto de
minimizar sus efectos perniciosos tanto para la salud como para el
medioambiente.
Por todo ello, es esencial que
las compañías tecnológicas se conviertan en impulsoras de un cambio de modelo
que reduzca la producción y el despilfarro de materiales de este tipo de
aparatos, mediante la llamada economía circular. De esta forma, los recursos se
reutilizarían continuamente. Para ello sería necesario que todos estos
dispositivos se lanzaran al mercado con una esperanza de vida más amplia, al
tiempo que ya desde la fase de diseño estuvieran preparados para su
reutilización y reciclaje, evitando que entre sus componentes se encuentren
elementos tóxicos que de alguna u otra manera pudieran afectar negativamente al
medioambiente.
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