Banca y efectos de la IV
Revolución Industrial
FORBES- 11 de marzo de 2019
Hay que tener muy presente que
los cambios tecnológicos no sólo proporcionan oportunidades a desarrollar, sino
que también suponen muchos y nuevos riesgos para el sector financiero.
La Cuarta Revolución Industrial
está afectando a todos y cada uno de los sectores económicos y, por lo tanto,
el sector bancario también se está enfrentando a enormes cambios y desafíos.
Seguramente estos cambios también se producirían sin que estas nuevas
tecnologías entraran en escena. Sin embargo, lo que sí resulta evidente es que
su adopción masiva está produciendo una aceleración en el cambio al que se
enfrentan las entidades financieras. Los bancos están perdiendo su papel
hegemónico como intermediarios financieros y por eso su reto actual es mucho
más difícil que el que venían soportando tradicionalmente, ya que tienen que
seguir atrayendo clientes, pero en un entorno en que la oferta de productos es
mucho mayor y sobre todo proveniente de fuentes mucho más diversificadas.
La tecnología ha producido
enormes avances en hiperconectividad y movilidad y elementos como la
inteligencia artificial, el big data, el cloud o el blockchain están provocando
un cambio drástico en la forma de comportarse de los consumidores y en la
manera de hacer negocios. La cuarta revolución industrial está remodelando la
economía y la sociedad y continuará haciéndolo intensamente en los próximos
años. De todas formas, esta revolución industrial presenta una característica
distintiva en relación a las precedentes y es que estos cambios están teniendo lugar
con una velocidad exponencial.
Mucha gente discute sobre cuáles
serán los impactos que este cambio tecnológico tendrá en nuestras sociedades,
en la economía y también en el sector financiero. Las propuestas que se
discuten al respecto se podrían resumir de forma simplista en tres grandes
tendencias:
Por un lado, estarían los
tecno-pesimistas que prevén que las nuevas tecnologías tendrán un efecto
enormemente negativo en cuanto a desigualdad y la destrucción de empleo. Esta
corriente estima que millones de personas en todo el mundo van a perder su
trabajo y en muchos casos a estos individuos les será terriblemente complicado
encontrar empleos cuyos salarios cubran sus necesidades vitales.
En el extremo contrario están los
tecno-optimistas que consideran que las nuevas tecnologías nos harán la vida
mucho más sencilla y cómoda y desde el mundo de vista económico aumentarán
significativamente la productividad y, por supuesto, el crecimiento económico.
En una postura intermedia
estarían los que consideran que las nuevas tecnologías mejorarán nuestras vidas
y aumentarán la productividad de forma muy notable, aunque todo ello supondrá
que grandes colectivos de personas tengan ante si unas perspectivas de
recolocación compleja. Estos individuos al tener, por lo general, muy baja
cualificación educativa, verán como su reintegración en el mercado laboral no
sea sencilla y esto puede llevarlos a la marginalidad dentro de unas sociedades
que, por lo general, serán mucho más prosperas. Por esta razón, los defensores de
esta postura abogan por potenciar la educación evitando los efectos perniciosos
que la cuarta revolución industrial acarreará.
Sin embargo, hay una cosa que
está muy clara, y es que cuanto más avancemos en la digitalización más
oportunidades se van a encontrar. Así, en lo que concierne al mundo bancario la
relación tradicional que mantenían los bancos con sus clientes va a cambiar
mucho más de lo que ya lo está haciendo.
La banca deberá acompañar a sus clientes en su día a día ayudándoles a
tomar las mejores decisiones financieras. Este hecho supone un cambio de
paradigma para los bancos, ya que estos deben entender que el cliente no desea,
por ejemplo, un plan de pensiones que le permita ahorrar para su jubilación,
sino que lo que necesita es que el banco le asesore sobre aquellos productos
financieros que de acuerdo a sus circunstancias personales de ingresos,
expectativas y perfil de riesgo mejor se adapten a él. La era en la que los
bancos lanzaban productos a una gran masa de clientes ha finalizado.
El cliente desea soluciones
personales, específicas adaptadas a su situación y esto es algo que con las
nuevas tecnologías se puede alcanzar y que los clientes demandan. Todo ello
supondrá manejar una cantidad de información muchísimo mayor, al mismo tiempo
que los bancos tendrán que ser mucho más flexibles en sus planteamientos que lo
que venían siendo tradicionalmente. Es decir, los bancos deberán poner el foco
en el cliente concreto y para ello las entidades bancarias deberán detenerse y
analizar cada uno de sus procesos.
En este contexto de cambio
radical existen dos fuerzas que serán esenciales para determinar la velocidad
en los cambios y que marcarán el rumbo hacia el cual se moverá el sector
bancario. La primera será la visión de futuro que tenga cada banco
individualmente considerado y ello dependerá de su capacidad financiera,
tecnológica u organizativa. El banco, en definitiva, en función de su visión de
futuro se intentará auto transformar para alcanzar aquel modelo de banca que
considera que se adecua mejor al futuro y a sus capacidades. La segunda
variable a considerar será la del papel que adopten los supervisores y
reguladores como impulsores o no de los cambios que las nuevas tecnologías
puedan propiciar.
De todas formas, hay que tener
muy presente que los cambios tecnológicos no sólo proporcionan oportunidades a
desarrollar, sino que también suponen muchos y nuevos riesgos para el sector
financiero, especialmente en lo que hace referencia a la privacidad, los
delitos financieros o las amenazas cibernéticas. Si los datos se han convertido
en el activo más valioso para las empresas, para el sector financiero éstos son
especialmente apreciados y en su obtención las entidades financieras tienen que
ser especialmente cuidadosas. En su utilización se tiene que preservar siempre
la confianza del cliente y esto sólo podrá ocurrir cuando se les explique de
forma adecuada y convincente las razones por las que necesitan conocer sus
datos privados.
Finalmente destacar que el
problema de la seguridad y la privacidad en las transacciones financieras es
hoy mucho más importante que nunca. Las nuevas tecnologías no sólo ofrecen
oportunidades de negocio a las entidades bancarias, sino que también abren
multitud de puertas nuevas a piratas informáticos que pueden ver en ellas una
forma de negocio suculenta. Por esta razón, es necesario reforzar al máximo la
seguridad en las transacciones financieras. Ello sólo se podrá lograr con el
empeño máximo de cada una de las entidades financieras participantes en el sistema
financiero. Para lograrlo habrán de invertir importantes sumas de dinero en
tecnología y controles que deberán ser suficientemente fiscalizados y
controlados por los organismos reguladores pertinentes.
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