Propiedad intelectual: lo tangible y lo
intangible
FORBES- 14 de marzo de 2019
En México sigue prevaleciendo la
visión de que la gestión de PI equivale solamente a un sistema de vigilancia de
marcas y patentes; que es un gasto, una especie de mal necesario.
Los activos intangibles de una
empresa, incluyendo su Propiedad Intelectual (PI), pueden significar hasta el
90% de su valor; por ejemplo, para las farmacéuticas innovadoras, se estima que
representan alrededor del 80% de su valor de mercado.
Ello es difícil de comprender, si
seguimos pensando en PI como una serie de papeles que reconocen un derecho; sea
patente, marca, etc. Lo cierto es que el verdadero valor de la PI no radica en
una serie de concesiones gubernamentales, sino en los pilares que hacen a
cualquier compañía lo que es: su nombre y su prestigio, que toman años en
desarrollarse y que la diferencian de su competencia; su know-how y su
innovación, lo que ha aprendido a hacer mejor que los demás.
En México sigue prevaleciendo la
visión de que la gestión de PI equivale solamente a un sistema de vigilancia de
marcas y patentes; que es un gasto, una especie de mal necesario. En realidad,
una correcta gestión de PI parte de un sistema que sea capaz de identificar en
dónde radica el verdadero valor y ventaja competitiva de una empresa, lo que se
logra implementando herramientas y soluciones tendientes a capitalizar ese
valor y traducirlo directamente en ingresos, reduciendo a su vez riesgos y
evitando contingencias.
Es cierto que un Sistema Integral
de Gestión de la Innovación debe prever formas de control y salvaguarda de los
derechos ya concedidos para mantener una ventaja competitiva y evitar su uso
por terceros. Hablar de marcas, por ejemplo, es hablar del nombre mismo de un
negocio, de sus productos o servicios; es hablar del activo más importante para
una empresa –cualquier que sea su ramo–; a fin de cuentas, será el elemento más
estrechamente asociado a su reputación y su prestigio, y con el que siempre
será identificado por el público consumidor.
Pero también es cierto que
existen otras herramientas para ayudar a capitalizar esos derechos. Un ejemplo
son las auditorías de derechos marcarios, tendientes a maximizar su valor,
eficientando costos –dejando de invertir en aquellas marcas que ya no son de
interés o prioridad–, asegurando que aquellas marcas concedidas se usan
debidamente y que aquellas que se usan están protegidas y su uso no implica una
contingencia.
Asimismo, existen herramientas
para identificar, explotar y capitalizar la innovación y el know-how de la
compañía, cuyo uso es poco común en nuestro país; por ejemplo, los Análisis de
Libertad de Comercialización, FTOs por sus siglas en inglés, que nos indican
los riesgos –en términos de PI– por la comercialización de cierto producto o
tecnología; o los Informes de Mapa de Patentes, conocidos como Patent Landscape
Reports, que ofrecen una radiografía del desarrollo de tecnologías en
particular y que son de gran utilidad para identificar posibilidades de
negocio, aliados y competidores, así como mejores áreas de investigación y
desarrollo.
Pero una correcta identificación
y capitalización del know-how de una empresa, no sólo se basa en herramientas
de protección y explotación de patentes; cada vez son más los desarrollos que
otorgan grandes ventajas competitivas a un negocio, y que no son susceptibles
de protección mediante una patente. En países como Estados Unidos, por ejemplo,
son cada vez más comunes las estrategias de protección de Secretos
Industriales, tendientes a proteger el valor mismo del negocio; aquello que a
lo largo de los años ha aprendido a hacer mejor que su competencia.
Años de desarrollo y ventaja
competitiva pueden perderse, porque la empresa falló en darse cuenta del valor
de su know-how y de su innovación, así como en prever medidas para preservarlo.
Son comunes los casos de empresas que no identificaron ni protegieron esa
información, y perdieron dicha ventaja porque alguien, llámese competidor,
exempleado o cualquier persona, se percató de ese know-how, y legítimamente ―al
no tener impedimento legal o contractual― decidió explotarlo como propio.
Establecer cláusulas laborales en
materia de PI, no sólo puede ser un instrumento de incentivo para que los
empleados desarrollen nuevas tecnologías; sino que se convierte en un elemento
esencial para impedir que quienes dejen la compañía pasen a la competencia todo
el conocimiento que adquirieron de la empresa.
Eso es una correcta gestión de la
innovación: no sólo un registro de marcas y patentes; sino en un sistema capaz
de identificar el verdadero valor y ventaja competitiva de una empresa para
explotarlo y capitalizarlo; un plan integral que abarque la capacitación al
personal estratégico para identificar esos activos de PI, la toma de medidas
para proteger esas ventajas ―en cualquier modalidad de protección―, y en
asegurarse, desde lo laboral y lo contractual, que en las relaciones con
empleados y terceros se prevean cláusulas que protejan el verdadero valor de la
empresa.
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