Cómo se crea la opinión pública y
pólitica digital
FORBES- 16 de marzo de 2019
La clase política convirtió un
espacio de expresión y discusión en un campo minado, donde cada vez es más
difícil encontrar información confiable y opinar sin que se detonen las
polarizaciones.
Una de las primeras escuelas de
pensamiento que estudió a los medios de comunicación y los efectos sobre la
conducta de la población fue el funcionalismo, un conjunto de teorías cuyo
fundamento principal eran las hipótesis psicológicas de la conducta y que, en
esencia, explicaban que, si los medios de comunicación enviaban un mensaje,
este podría cambiar la conducta de los receptores. Si hubiera necesidad de
ubicarla en una zona geográfica, claramente podría ser Estados Unidos.
En aquel entonces, los medios de
comunicación como la prensa impresa, la incipiente televisión y la radio,
principalmente, eran los medios de comunicación masiva más importantes de la
época.
Dos grandes acontecimientos
impulsaron el desarrollo de la investigación en medios: el ascenso del régimen
nazi en Alemania y los procesos electorales en Estados Unidos.
A los estadounidenses les
preocupaba la forma en la que el 3er Reich se había levantado tan rápidamente y
la forma en la que se había construido la figura de un líder tan carismático
como Hitler. Detrás de ello, estaba Joseph Goebbels, un estratega de los medios
que utilizó todos los recursos a su alcance para construir un discurso sobre la
grandeza el pueblo alemán y el destino que estaban cumpliendo.
Y, por otra parte, intuían que
una campaña adecuada con mensajes mucho más complejos y segmentados, podrían
cambiar el rumbo de las elecciones, haciendo candidatos mediáticamente
atractivos y populares y con grandes posibilidades de ganar.
Hoy sabemos que eso es verdad, no
importa que 80 años hubieran pasado, el principio sigue siendo el mismo.
Un efecto similar sucede con las
redes sociales: una buena estrategia puede colocar no sólo un producto o
servicio en la conversación pública digital de las personas, también puede
hacer lo propio con un candidato, una iniciativa de ley, un funcionario público
o un tema cuyo interés se mantuviera sólo en un segmento.
Las estrategias de
posicionamiento digital requieren un conocimiento profundo de los algoritmos de
distribución de contenidos, de los formatos permitidos, de la segmentación de
públicos, de las pautas comerciales, de SEO y de calendarios de contenido.
Pero también requiere un
conocimiento especializado del lenguaje de las redes sociales, de la
discursividad digital y de sus propias maneras de expresarse, de entender a las
audiencias y de conocer las reglas no escritas de la comunicación mediada a
través de las redes sociales.
La combinación de ambos
elementos, la parte técnica y la discursiva, han posicionado cientos de temas
en la agenda pública, en muchas ocasiones de forma artificial, gracias a bots, cuentas
semiautomatizadas, pautas con medios inexistentes y mucho más. En muchas
ocasiones con dinero público.
Por ello, cada vez que
sospechosamente aparecen temas en tendencia en la agenda pública sin que
existiera un antecedente mediático o sin que las personas estuvieran hablando o
mencionándolo, es muy probable que se encuentre impulsado de forma artificial.
La comunicación pública y
política en las redes sociales cada día resulta más sospechosa, puesto que
aparecen y desaparecen temas de forma continua, lo que representa también un
atentado contra la libertad de expresión y de acceso a la información. De
repente, la clase política convirtió un espacio de expresión y discusión en un
campo minado, donde cada vez es más difícil encontrar información confiable y
opinar sin que esto detone una serie de polarizaciones que, en la práctica, de
nada sirven.
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