La desventura de quien no
entiende de números
FORBES- 29 de mayo de 2018
Muchas personas no entienden lo
que los números dicen, independientemente de su grado de preparación. El
analfabetismo numérico priva a las personad de muchas posibilidades.
A cada rato me enfrento con una
realidad que me pone la piel de gallina: la gente no entiende de números, es
más, les chocan. Me parece que les tienen miedo. Lo cierto es que hay pocas
actividades que gusten menos que tomar decisiones sobre productos financieros y
análisis de reportes, ya no hablemos de formas de diversificar el riesgo, de
interpretar una corrida financiera, de hablar de inflación, tipo de cambio o de
índices de precios. Parece que los números incomodan. Sin embargo, los secretos
que guardan los números condicionan la vida personal y profesional de la gente.
Esta incomodidad está
directamente relacionada con el bajo nivel de conocimiento y manejo de
conceptos financieros básicos. Lo terrible es que en casa del herrero hay
azadón de palo. Muchos universitarios que cursan estudios a nivel licenciatura
y maestría tienen un manejo precario de estos temas: confunden conceptos,
aplican mal las definiciones, temen moverse entre las cifras como si estuvieran
caminando en terrenos oscuros y pantanosos. Sucede incluso con aquellos que
están cursando estudios de negocios. Ni hablar de ejecutivos y emprendedores
que prefieren delegar actividades de análisis numérico y se alejan del tema
como si se enfrentaran a la peste bubónica.
No hay duda, es preciso elevar
las competencias financieras. Siempre he sostenido que cuando algo no te gusta,
hay que delegarlo. Sin embargo, el hecho de que no nos cause emoción cierta
actividad, no nos exenta de la obligación de saber interpretarla.
Efectivamente, si no somos expertos, lo mejor que podemos hacer es traer a un
contador que nos prepare los estados financieros, pero tenemos que saber
entender qué es lo que nos dicen. Si no somos fiscalistas, hay que encontrar a
uno que nos ayude a calcular los impuestos, pero tenemos que entender lo que
vamos a pagar. Si no sabemos, hay que asesorarnos por quienes sí saben y hay
que pedirles que nos expliquen hasta que entendamos.
Es muy frecuente ver como gente
en el terreno profesional confunde el último renglón del estado de resultados
con el del flujo de efectivo. Muchos no entienden cómo es que un negocio puede
tener utilidades e insuficiencia de fondos o cómo puede haber dinero en el
banco y estar generando pérdidas. Ya no hablemos de productos bancarios que
cada vez son más complejos y diversos. El usuario termina eligiendo lo que el
ejecutivo de cuenta la propone sin entender si lo ofrecido va de acuerdo con su
tipo de negocio, a su perfil o a sus necesidades. Lo más común es que la gente
termine eligiendo en lo personal y en lo profesional, algo que no sabrá
explicar lo que es. No entendemos.
Por esta razón, muchas personas
consideran que la mejor forma de manejar su dinero es guardándola en el cajón
del negocio, en la gaveta del escritorio o en el compartimento secreto del
clóset. La bancarización avanza a pasos muy lentos y los productos más
populares siguen siendo las cuentas corrientes y los pagarés a plazo. La
cultura de inversión privilegia los activos de bajo riesgo y, para quienes
pueden, el sector inmobiliario. Mientras más fácil, mejor, incluso si no es lo
óptimo.
Hay amplios segmentos de la
población en ejercicio profesional que no están familiarizados con conceptos
esenciales para la gestión de un negocio o de sus finanzas personales, esto me
hace pensar que tampoco están preparados para tomar decisiones sustentadas. En
analfabetismo numérico priva a las personad de muchas posibilidades. Las
ventanas de oportunidad se cierran frente a la nariz de quien no supo
interpretar que estaba frente a una situación favorable y, por lo tanto, no la
pudo aprovechar. También sucede en sentido contrario, los números advierten de
riesgos y debilidades y al no saberlos interpretar podemos estar corriendo
alegremente al desfiladero en lugar de huir.
Es necesario hacer una reflexión
personal sobre el nivel de nuestras competencias financieras. Los números nos
dicen cómo aplicar la información financiera para saber usar el dinero y hacer
mejores transacciones. Identificar los puntos importantes de la información
financiera nos lleva a evaluar los asuntos relevantes que nos ayuden a
planificar y gestionar las finanzas de un negocio o de una familia. Analizar
las cifras nos revela si vamos por el rumbo correcto o si vamos dando tumbos.
Los números nos sirven como una
especie de tablero de control, similar al que tiene un auto. Nos indican qué
asuntos requieren una atención prioritaria y nos dan luz sobre la forma en que
tenemos que organizarnos. Entender los números nos lleva a ser racionales y a
hacer lo correcto en el tiempo y forma adecuados. Por supuesto, la competencia
del manejo numérico nos lleva a una mejor base de toma de decisiones: nos ayuda
a entender el contexto cotidiano y el global, nos enciende la luz sobre la
relación precio-calidad-cantidad-plaza, manejo de mejores términos de
negociación.
También nos ayuda a entender
nuestras necesidades. La relación que existe entre el margen de utilidad y los
ingresos no es la misma que la que se guarda con los costos y gastos. Saber que
por más que me esfuerzo y vendo mucho, no significa que esté haciendo un buen
negocio. Ese es un concepto que se revela cuando sabemos ver un estado
financiero. El que sabe interpretar lo que dicen los números tiene la
posibilidad de ver el pasado para repetir fórmulas acertadas y para evitar
errores; también puede imaginar el futuro haciendo pronósticos, presupuestos, tendencias;
puede evaluar el presente sobre bases sólidas.
Quien tiene competencias
financieras entiende escenarios y sabe cuándo no le están diciendo la verdad.
Los números son fríos, objetivos y leales. Son exactos. No se mueven según los
gustos y preferencias, no responden a angustias ni a alegrías. Son amigos
confiables que no engañan. Y, a pesar de todas sus bondades, les seguimos
teniendo miedo. Tenerles miedo nos vuelve vulnerables.
En contraposición, la amistad con
los números nos vuelve poderosos. Son agentes que amplían la visión y nos dan
acceso a mejores horizontes. El conocimiento y la comprensión de numéricos y
financieros, las habilidades, la motivación y la confianza para aplicar y
comprende esos conocimientos, con el fin de tomar decisiones eficaces en una
variedad de situaciones nos puede traer beneficios de amplio espectro. Nos
separa de la desventura que padece la gente que no sabe manejar números.
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