Los diez experimentos de la
física que cambiaron la historia
El Confidencial - domingo, 9 de
agosto de 2015
Desde las piedras que tiró
Galileo desde lo alto de la torre de Pisa a la fotografía del ADN que tomó
Rosalind Franklin, algunos experimentos han cambiado el modo en que entendemos
el mundo
Desde que Arquímides gritó su famoso
"¡Eureka!", si es que realmente lo hizo, hasta los sofisticados y a
veces enormes experimentos en los que trabajan hoy los físicos de partículas,
sería imposible señalar cuál ha sido el momento más importante. El saber
científico no se construye en momentos puntuales, sino como una carrera de
fondo continuada en el que los investigadores trabajan sobre los resultados
anteriores, poniéndolos a prueba e imaginando qué más queda por descubrir.
Por eso esta lista de
experimentos que cambiaron la historia, recogidos por Chris Woodford, escritor
y divulgador científico, está necesariamente incompleta, ya que siempre habrá
otros que se quedaron fuera, y faltan por supuesto los que están por venir.
Pero son un buen repaso de algunos de los grandes momentos en el que un
científico, o un equipo, pusieron su ingenio a trabajar para demostrar una
teoría. Algunos son simples momentos de inspiración, mientras que otros
tuvieron que trabajar para inventar una máquina que les permitiese poner a
prueba sus ideas.
1. Galileo demuestra que todos
los objetos caen a la misma velocidad (1589)
En la Italia del siglo XVI en la
que vivía Galileo Galilei, el saber científico estaba mayoritariamente formado
por teorías que no habían sido modificadas significativamente desde la altigua
Grecia. Uno de esos antiguos griegos, Aristóteles, había postulado que los
objetos caen a distinta velocidad según su peso: cuanto más pesados, más rápida
la caída.
Uno de los experimentos más
famosos de Galileo demostró que Aristóteles estaba equivocado: se subió a la
torre de Pisa y lanzó desde lo alto varias bolas de distinto peso, que llegaron
al suelo al mismo tiempo. Galileo postuló que si una pluma tarda más en cae que
una piedra no tiene que ver con su peso, sino con la resistencia que ejerce el
aire en su camino hacia el suelo.
De hecho, cuando los astronautas
estadounidenses de la misión Apolo 15 llegaron a la Luna, donde la falta de
atmósfera hace que el rozamiento con el aire sea inexistente, pusieron a prueba
la hipótesis de Galileo: uno de ellos soltó a aproximadamente un metro de
altura y al mismo tiempo un martillo y una pluma. Y, efectivamente, ambos
cayeron a la misma velocidad. Galileo 1 - Aristóteles 0.
2. Newton divide la luz blanca en
sus siete colores (1672)
Solemos representar a Isaac
Newton acompañado de su inseparable manzana, pero quizá tendríamos que incluir en
la estampa un arco iris. Y es que él fue el primero en demostrar cómo se forma
ese bonito fenómeno meteorológico.
En 1672, Newton hizo pasar la luz
que entraba por su ventana a través de un trozo de cristal con forma
triangular, o un prisma. El resultado fue la aparición de un espectro de siete
colores, que se correspondían con los colores del arco iris. Así demostró que
cuando la luz blanca pasa a través de un cristal, ésta se descompone en luz de
distintos colores según sus longitudes de onda.
3. Henry Cavendish pesa la Tierra
(1798)
En el siglo XVIII, el físico
británico asumió la titánica tarea de pesar nuestro planeta. Para ello, midió
su densidad, de forma que pudiese a partir de ese dato calcular su masa.
Para hacerlo, construyó su propio
experimento, una balanza con un brazo horizontal de madera de casi 2 metros de
longitud, de cuyos extremos cogaban dos esferas de plomo de la misma masa. La
vara estaba suspendida por una larga cuerda. Cerca de las esferas, dispuso
otras dos esferas de plomo de 175 kg cada una, cuya acción gravitatoria debía
atraer las masas de la balanza, produciendo un pequeño giro.
La atracción mutua de las esferas
grandes y las pequeñas hacía que el brazo de madera girase, retorciendo a su
vez el alambre que lo sostenía. Cuando el Aalambre alcanzaba un ángulo en el
que la fuerza de torsión equilibraba la fuerza de atracción de las esferas, el
brazo dejada de girar. Midiendo ese ángulo, y conociendo la fuerza de torsión
del alambre para un ángulo dado, Cavendish pudo determinar la fuerza de
atracción entre los dos pares de masas. Puesto que la fuerza gravitacional de
la Tierra sobre cada bola pequeña podía medirse pesándolas, la relación entre
ambas permitió calcular la densidad de la Tierra gracias a la ley de la
gravitación universal de Newton.
Con este experimento, Cavendish
determinó que la densidad de la Tierra era, exactamente, de 5.448 +/- 0,033
veces la del agua.
4. Thomas Young demuestra que la
luz es una onda... ¿o no? (1803)
Isaac Newton pensaba que un rayo
de luzs era una especie de tren o cadena de partítulas diminutas, o
corpúsculos, que navegaban a través del espacio y del cielo, hasta que otro
gran experimento demostró que no era así en absoluto. A principios del siglo
XIX, Thomas Young diseñó el siguiente experimento: cogió una tabla plana, le
hizo dos aberturas estrechas y situó una fuente de luz entre las dos, de forma
que los rayos atravesasen ambas aberturas simultáneamente y se proyectasen en
la pared tras ella.
La atracción mutua de las esferas
grandes y las pequeñas hacía que el brazo de madera girase, retorciendo a su
vez el alambre que lo sostenía. Cuando el Aalambre alcanzaba un ángulo en el
que la fuerza de torsión equilibraba la fuerza de atracción de las esferas, el
brazo dejada de girar. Midiendo ese ángulo, y conociendo la fuerza de torsión
del alambre para un ángulo dado, Cavendish pudo determinar la fuerza de
atracción entre los dos pares de masas. Puesto que la fuerza gravitacional de
la Tierra sobre cada bola pequeña podía medirse pesándolas, la relación entre
ambas permitió calcular la densidad de la Tierra gracias a la ley de la
gravitación universal de Newton.
Con este experimento, Cavendish
determinó que la densidad de la Tierra era, exactamente, de 5.448 +/- 0,033
veces la del agua.
Si Newton hubiese tenido razón, Young habría
visto dos puntos brillantes en la pared y todo el espacio entre ellos
completamente a oscuras. Pero no fue así. Lo que Young vio fue un patrón de
zonas iluminadas y zonas oscuras allí donde los rayos de ambas aberturas
conincidían. En algunas partes, la luz de una abertura se sumaba a la de la
otra, iluminando brillantemente un área; en otras, la luz de ambas se sustraía,
dejando un área más oscura. Ese patrón de inferferencia demostraba que los
rayos de luz no viajaban como partículas, sino como ondas.
Pero este no fue el final de la
historia. En 1905, Albert Einstein entró en escena, demostrando que la luz sí
que podía comportarse como una partícula: si diriges un rayo de luz hacia un
metal, puedes formar una corriente eléctrica (el fenómeno del efecto
fotoeléctrico le valió un Nobel a Einstein en 1921). Como resultado de ambos
experimentos, los científicos han aceptado que la luz se comporta al mismo
tiempo como una partícula y como una onda. Este fenómeno es una de las bases de
la teoría cuántica.
5. James Prescott Joule demuestra
el principio de conservación de la energía (1840)
La ley de conservación de la
energía es una ley básica de la física que dice que cualquier cosa que ocurre
necesita la energía que requiere hacerla. Por ejemplo: si vas a conducir de
Madrid a Barcelona necesitas el equivalente a 621 kilómetros en gasolina; o si
vas a correr una maratón, necesitas el equivalente a 42 kilómetros en calorías.
En cualquie caso, la energía que necesitas es equivalente al trabajo que
quieres hacer (entendiendo trabajo como la aplicación de una fuerza durante una
determinada distancia.
James Prescott Joule demostró
experimentalmente este principio a mediados del siglo XIX. Para hacerlo, ideó
el siguiente experimento: situó un gran contenedor lleno de agua, con una
hélice en su interior. La élice estaba conectada a un eje que salía del
contenedor y entorno al cual se había enrollado una cuerda muchas veces. La
cuerda corría por una polea y tenía atada una pesa en su otro extremo. Al
soltar la pesa, ésta tiraba de la cuerda que a su vez hacía girar el eje y con
ello la hélice del contenedor, calentando con ello el agua.
Joule liberó la pesa unas 20
veces, de forma que el agua se calentase lo suficiente para medir el aumento de
la temperatura. Una vez hechas las mediciones, Joule demostró que la cantidad
de energía potencial perdida al soltar la pesa era exactamente la misma
cantidad de calor generado en el agua.
6. Hippolyte Fizeau mide la
velocidad de la luz (1851)
Cuando no había relojes tan
precisos como los que tenemos ahora, y lo máximo que se podía concretar el
tiempo con precisión era en segundos, el físico francés Hippolyte Fizeau
consiguió medir la velocidad de la luz, pero tuvo que hacerlo en grandes
distancias.
Para ello realizó el siguiente
experimento. Lanzó un rayo de luz hacia un espejo, que lo desvió haciéndolo
pasar por entre los dientes de una rueda dentada que giraba cientos de veces
por segundo. Fizeau colocó un espejo a unos 8,5 kilómetros de su aparato, de
forma que la luz viajase hasta él y volviese hasta el telescopio por el que
miraba. Él sabía lo lejos que había viajado la luz, así que solo tenía que
medir cuánto tardaba en hacerlo. La rueda dentada era su reloj: sabiendo
cuántos dientes tenía y a qué velocidad giraba, podría ajustar esa velocidad
hasta bloquear la luz del espejo más lejano.
Así, sabía que la luz solo había
viajado una vez desde la lámpara hasta el espejo y de vuelta hasta él, y todo
lo que tenía que hacer era dividir la distancia entre el tiempo que había
tardado para calcular la velocidad de la luz. El resultado que obtuvo fue un 5%
más alto de lo que conocemos hoy, pero aún así fue un resultado más que notable
para los medios de los que disponía.
7. Robert Millikan mide la carga
del electrón (1909)
La unidad mínima de electricidad
es igual a la carga de un solo electrón, pero ¿cómo medir algo tan pequeño? A
principios del siglo XX, Robert Millikan dio con la clave. Roció gotas de
aceite entre dos placas eléctricamente cargadas que estaban suspendidas
horizontalmente, una debajo de la otra. Después de aplicar sobre ellas una
carga eléctrica, descubrió que podía moverlas arriba y abajo al ajustar el
voltaje de las placas, y midiendo la velocidad de su movimiento, podía calcular
la carga que tenían.
El experimento funcionaba de la
siguiente forma: las gotas de aceite, al tener masa como cualquier otro objeto,
eran atraídas hacia abajo por la fuerza de la gravedad hasta alcanzar su
velocidad terminal, que Millilan podía medir. Después les aplicó carga
negativa, de forma que pudiese detener su caía aplicando un voltaje negativo a
la placa de arriba, o, en otras palabras, conseguir que su peso fuese
compensado con una fuerza de atracción eléctrica que tirase de ellas hacia
arriba.
Con la corriente activada,
descubrió que algunas gotas comenzaban a caer más despacio, otras se detenían y
algunas incluso comenzaban a ascender. Entendió que las gotas debían portar
varias únidades de carga eléctrica (varios electrones) y que eso afectaba a la
cómo de rápido caían o se elevaban al activar la corriente. Al medir su
velocidad terminal con la corriente activada, y comparándola con la velocidad
terminal sin corriente, pudo calcular la unidad básica de carga eléctrica,
conocida ahora como la carga del electrón, con una precisión admirable. Por
este trabajo ganó un Nobel en 1923.
8. Ernest Rutherford, y sus
colaboradores, dividen el átomo (1897-1932)
Los antiguos griegos creían que
la materia estaba formada por unos bloques básicos que llamaron átomos, una
palabra que significa "que no puede ser dividido". Sin embargo, a
finales del siglo XIX los científicos comenzaron a darse cuenta de que los
átomos estaban formados por partículas aún más pequeñas. La división del átomo
se consiguió con una serie de experimentos que tuvieron lugar entre 1897 y
1932, en los que se estudió de qué partes constaba un átomo y cómo estaban
organizadas.
Mientras daba clases en la
Universidad de Manchester, Ernest Rutherford pidió a dos de sus alumnos, Hans
Geiger y Ernest Marsden, que disparasen partículas con carga positiva (alfa) a
una fina lámina de oro. Como era de esperar, la mayoría la atravesaron, pero
una pequeña parte, una de cada ocho mil, se desviaban o incluso rebotaban.
Rutherford y compañía estaban atónitos. "Es como si disparases balas de
cañón a una hoja de papel y rebotasen contra ti".
Su conclusión fue que el hecho de
que la mayoría de las partículas atravesase la lámina de oro indicaba que gran
parte del átomo está vacía, que la desviación de las partículas alfa indicaba
que tanto el deflector como las partículas poseen carga positiva (pues la
desviación siempre es dispersa) y que el rebote de esas pocas partículas
indicaba que se habían topado con una zona fuertemente positiva del átomo. Este
experimento confirmó el modelo moderno que tenemos del átomo, con un núcleo
centro y los electrónes girando a su alrededor.
9. Enrico Fermi demuestra la
reacción atómica en cadena (1942)
A mediados del siglo XX, los
científicos ya tenían claro cuál era la estructura del átomo, y gracias a los
trabajos teóricos de Einstein, sabían también que la materia y la energía son
la misma cosa y que una pequeña cantidad de energía podía, en teoría, ser
convertida en una enorme cantidad de energía. Es decir, que de alguna manera
debía ser posible dividir átomos para liberar gigantescas cantidades de
energía.
El italiano Enrico Fermi puso a
prueba esta idea con un experimento que llamó "la pila atómica". Lo
que hizo fue disparar un neutrón hacia un átomo del isótopo uranio 235 con el
objetivo de convertirlo en un átomo de uranio aún mayor. El uranio 236 tendría
una undad de masa más, gracias al neutrón añadido, pero es tan inestable que
inmediatamente se divide en dos átomos más pequeños y dos neutrones. La masa
total de los átomos menores sumada a la de los neutrones era inferior a la masa
del isótopo de uranio 236 que los había generado, y esa masa perdida se había
convertido en energía, según la famosa ecuación de Einstein E=mc².
Los dos neutrones se dispararon,
chocando con otros dos átomos de uranio 235, provocando dos reacciones
idénticas a la anterior, que liberaron cuatro neutrones, que volvieron a chocar
con cuatro átomos de uranio 235... Esta es la famosa reacción en cadena que se
produce en las centrales nucleares o en la explosión de una bomba atómica.
10. Rosalind Franklin fotografía
el ADN con rayos X (1953)
Aunque el descubrimiento de la
estructura del ADN, con su forma de doble hélice, fue merecedora de un Nobel en
1962, un miembro del equipo científico sin el que el descubrimiento nunca
hubiese sido posible quedó fuera del reconocimiento. Se llamaba Rosalind
Franklin y había muerto de cáncer en 1958 a los 37 años. Franklin fue la autoda
de una importante fotografía tomada por difracción de rayos X que sirvió para
revelar una gran cantidad de información sobre la estructura del ADN.
Franklin utilizó la difracción de
rayos X porque la molécula del ADN es tan pequeña que no sería posible
analizarla con simples rayos X. Como si se tratase de bolas de pinball, los
rayos C pasan a través de las estructuras moleculares que forman el ADN,
rebotando contra ellas en su camino y dispersándose, o difractándose, en
distintas dirección. Cuando los rayos X salen del ADN, dejan un patrón sobre el
papel fotográfico. Según las leyes de la difracción, los rayos X que se
moviesen a través de una estructura en hélica se dispersarían en ángulos
perpendiculares a la hélice, creando un patrón en forma de X. Eso fue
precisamente lo que captó Franklin.
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