El inicio de la revolución
digital en Cuba
FORBES, 27 de Agosto del 2015
El acceso a internet en la isla
es prácticamente inexistente, pero eso no ha impedido a una generación de
jóvenes empresarios (y empresas estadounidenses como Airbnb y Google) construir
un futuro digital para su país, hoy.
Robin Pedraja, un ex estudiante
de diseño de 28 años de la Habana, entró a la oficina de revistas y
publicaciones del gobierno cubano a principios del año pasado en busca de la
aprobación de un sueño: comenzar una revista en línea sobre la cultura urbana
juvenil de la isla. ¿Una revista en línea? Se rieron de Pedraja, incluso antes
de que pudiera terminar su presentación.
Cientos de miles de cubanos en
los últimos años han sido capaces de obtener licencias para abrir pequeñas
empresas, aunque sólo en un conjunto limitado de categorías de servicios, como
restaurantes, salones de belleza y traducción. Los medios de comunicación
permanecen bajo estricto control gubernamental.
Pero Robin decidió publicarla de
todos modos, sin identificar a los creadores de la revista. El primer número de
Vistar salió en marzo pasado. “No teníamos nada que perder”, me dice en una
reciente visita a su oficina, una habitación del tamaño de un baño en su
apartamento de la Habana. Vistar está llena de actitud y de fotografías llamativas;
aborda temas como música, arte, ballet, comida y celebridades. “Es el reflejo
de una nueva generación cubana”, dice Pedraja, quien creció entre artistas y
músicos de la Habana.
Dieciséis números mensuales
después de su supuesta transgresión, Pedraja aún no ha escuchado ninguna
objeción oficial. Eso no es inusual en el turbio ambiente legal de Cuba. “Hay
una actitud entre algunos funcionarios del gobierno de ‘no voy a autorizar
algo, pero tampoco lo voy a prohibir’”, dice Carlos Alzugaray, un diplomático
retirado.
Aún más sorprendente es el éxito
de una revista en línea en un país donde sólo una pequeña minoría tiene acceso
a internet. Los cubanos en general no pueden tener conexiones domésticas, y el
acceso en los hoteles cuesta alrededor de 7 dólares la hora, fuera del alcance
de la mayoría.
Para evitar ese problema, los
lectores de Vistar —un cálculo conservador los ubica entre decenas y cientos de
miles— comparten la revista a través de memorias USB o discos duros. Pedraja se
mantiene a sí mismo y a más de una docena de empleados a través de la
publicidad, algo también notable, ya que la publicidad no ligada al gobierno
ha sido prácticamente inexistente en Cuba durante 50 años.
“No estamos esperando la
modernización”, dice Pedraja. “Estamos empujando hacia adelante, aportando
nuestro pequeño grano de arena”.
Esos granos comienzan a
acumularse. Las frías relaciones de Cuba con Estados Unidos se están
descongelando rápidamente, pero incluso antes de la histórica decisión del
presidente Obama de comenzar a normalizar las relaciones, anunciada en
diciembre pasado, el sector privado de Cuba había sido sometido a una
gigantesca transformación. Ya desde mediados de los años 70, Fidel Castro
comenzó a abrir la economía a los empresarios en algunas categorías de
negocios. Sin embargo, en los últimos años, desde que el hermano menor de
Fidel, Raúl, se hizo cargo, el número de cuentapropistas con licencia se ha
elevado a más de 471,000 en 2014, en más de 200 profesiones aprobadas, desde
tapicero hasta responsable de cochecitos para niños. Por lo menos otro millón
de los cinco millones de trabajadores de Cuba se dedica a algún tipo de
actividad oficial o no oficial del sector privado.
Puede que la palabra “internet”
no aparezca en ninguna lista de profesiones aprobada por el gobierno, pero eso
no ha detenido a jóvenes cubanos, como Pedraja de Vistar, para aprovechar la
revolución digital. Los smartphones son comunes, pero carecen de conexión de
datos, no hay forma legal de enviar o recibir pagos a través de tarjetas de
crédito o PayPal, y cobrar por una aplicación o juego a través de Google Play o
App Store de Apple no es una opción.
No importa. Si echas un vistazo
detrás de escenas en la Habana, encontrarás un vendaval de acción tecnológica
movida por el tipo de creatividad más impresionante: el que es forjado por la
necesidad. Es un mundo de tarjetas de memoria e intermediarios humanos que se
desplazan físicamente para llevar a cabo lo que en Estados Unidos sería una
transacción digital sin fricción.
Ha habido suficientes progresos
como para que Airbnb anunciara en abril su expansión a Cuba y actualmente ya
enlista 10% de las más de 20,000 habitaciones en alquiler, las que han sido
durante mucho tiempo uno de los pilares de ingresos para los locales que buscan
complementar los magros salarios oficiales, que promedian unos 20 dólares al
mes.
Ha sido también progreso
suficiente como para que Netflix y Google prueben las aguas. Suficiente como
para que un empresario cubano haya puesto la primera startup de “big data” de
la isla, recopilando información sobre todas esas empresas privadas que
venderán a empresas extranjeras interesadas en invertir localmente.
Los conductores de la revolución
son millennials cubanos, que tienen las mismas ambiciones y son (relativamente)
igual de expertos en tecnología que sus pares en Miami, a sólo 350 kilómetros
al noreste.
Aunque están cansados de las
duras condiciones bajo las cuales viven, no están interesados en la política.
Dicen que quieren mejorar su suerte y tener una vida normal, y sueñan con el
tipo de condiciones básicas —acceso generalizado a internet y la posibilidad de
participar en el sistema financiero internacional— que abriría la economía
para ellos y, sí, a los competidores extranjeros.
“Quiero seguir viviendo en Cuba”,
dice Yondainer Gutiérrez, quien dirige AlaMesa, un próspero sitio web y app
para Android que es como una mezcla de Yelp con OpenTable. “Pero quiero vivir
de forma diferente”.
Hiram Centelles es uno de los
pioneros del sector de Internet en Cuba. Creció en un país en donde el mercado
negro es parte de todo, desde piezas de automóviles hasta computadoras y
pañales, pero siempre era difícil para los compradores y vendedores
encontrarse entre ellos. Así, en diciembre de 2007, mientras estudiaba
informática en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría,
Centelles creó anónimamente Revolico.com, un sitio de anuncios clasificados que
rápidamente se convirtió en el Craigslist de Cuba. Tres meses después, el
gobierno lo bloqueó. Eso dio comienzo a un juego del gato y el ratón (que
cambia constantemente la dirección web para sus servidores y personaliza las
urls, que son enviadas a través de correo electrónico a los usuarios para
eludir el bloqueo) que continúa hasta nuestros días. Nada de eso impidió que
Revolico se convirtiera en parte de la vida cotidiana de muchos cubanos.
Centelles, que hizo pública su
relación con Revolico en 2012 después de mudarse a España, dice que el sitio
recibe ocho millones de page views al mes y 25,000 nuevos anuncios diarios.
Alrededor de la mitad de su tráfico proviene de fuera de Cuba, la mayor parte del
sur de la Florida, donde el sitio hace un poco de dinero vendiendo algunos
anuncios. En Cuba, donde Revolico no tiene representación jurídica, cobra por
anuncios premium, que son promovidos en el sitio. Los asociados de Revolico
recogen el pago en efectivo de esos anuncios no oficiales.
Del mismo modo, el éxito de
AlaMesa subraya el hambre de los cubanos por el tipo de apps y servicios que
se dan por sentado en el resto del mundo. Iniciada por Gutiérrez y cuatro
amigos en 2011, AlaMesa está dispuesta a promover la cultura culinaria cubana.
El grupo visita de puerta en
puerta a los restaurantes locales, examina sus menús y los enlista en la
aplicación, si los restaurantes están de acuerdo. Más de 600 restaurantes, en
nueve provincias del país, han aceptado aparecer, y 30% de ellos, pagar en
efectivo para ser promovidos en la aplicación.
Los extranjeros que planean un
viaje a Cuba pueden descargar la aplicación mientras están en casa. En Cuba es
compartida, tal como la revista en línea de Pedraja, por sus devotos fans.
Aunque el sitio ha crecido hasta los 6,500 usuarios mensuales en Cuba, Estados
Unidos, España y otros países, y 2,800 están registrados para recibir sus
boletines noticiosos, el negocio offline es mucho más grande.
La reunión
Pero afirmar que estas empresas
se financian solas sería una enorme subestimación. En una mañana húmeda de
junio Pedraja acepta reunirse en el vestíbulo del Habana Libre, un hotel
descomunal conocido como el Havana Hilton antes de la revolución de 1959.
Después de unos minutos nos
dirigimos a su oficina, a unas pocas cuadras, ubicada en su casa, en el piso de
arriba de una tienda de artesanías de cerámica en una calle arbolada en la
sección Vedado de la Habana. La habitación principal cuenta con una lavadora de
1970, una tabla de planchar raída y un par de sillones descoloridos.
Un colega de Pedraja trabaja en
el próximo número de Vistar en un escritorio con dos computadoras y pantallas
de gran tamaño. Apoyado contra una pared, Pedraja habla rápido, como la mayoría
de los cubanos, con una intensidad que está teñida de orgullo e impaciencia,
como un adolescente que está cansado de que le digan qué hacer. “Deberían
permitirnos a los cubanos tener otro tipo de negocios que no sean restaurantes
o reparación de teléfonos celulares”, dice.
Pedraja, el hijo de un músico,
usó sus contactos con la escena artística para conseguir entrevistas con
algunas de las mayores celebridades del país, incluyendo a Kcho, un artista
contemporáneo solitario de renombre internacional, quien apareció en la
portada de junio, y para dar a conocer eventos de los que incluso los cubanos
conectados no tenían conocimiento.
Vistar, que ahora se publica en
inglés y español, cuenta con más de 100,000 descargas, 60% de ellas fuera de
Cuba.
“Es una época de transición en
Cuba donde necesitamos una publicación que cubra estas cosas”, dice.
Si estas incipientes startups
están moldeando a los BuzzFeed, eBay y OpenTable de Cuba, entonces El Paquete
Semanal es la versión isleña de Google y Comcast. Piensa en él como el internet
en una caja en un país sin cables o, más precisamente, como internet en un
disco duro portátil de un terabyte.
El Paquete comenzó hace unos seis
años, compilado por un pequeño grupo de amigos que se reunía de forma secreta
cada semana en la Habana. Es un tesoro digital gigantesco de películas
recientes, programas de televisión, revistas, aplicaciones, actualizaciones de
software y otros dulces digitales puestos a disposición de los cubanos, a
menudo apenas unas horas después de que estén disponibles en otras partes del
mundo.
Es copiado y distribuido en
memorias USB por 100 personas, que lo distribuyen a 1,000, y así sucesivamente,
y luego es distribuido a través de una red informal de mulas humanas que
viajan en autobuses públicos a todos los rincones de la isla. La mayoría de los
clientes reciben la memoria usb en casa.
La intercambian por la memoria de
la semana previa y el equivalente a entre 1.10 y 2.20 dólares.
¿Cuántas personas reciben El
Paquete? Es imposible saberlo y no todas las versiones son idénticas, ya que la
gente que opera los nodos a lo largo de la red añade o elimina contenido, pero
prácticamente todos los taxistas y otros en la Habana a quienes consulté
dijeron que lo recibían.
Los creadores de El Paquete han
mantenido un perfil muy bajo, pero tal vez en una señal de la creciente
apertura —y la creciente audacia de sus empresarios—, el hombre al que muchos
cubanos en los círculos tecnológicos de la Habana conocen como El
Transportador, aceptó encontrase conmigo.
Elio Héctor López vive en un
unidad habitacional de departamentos destartalados conocidos como solar, que
caritativamente puede describirse como una vecindad. “El Paquete se ha
convertido en algo que es necesario para el país”, dice, mientras nos sentamos
uno frente al otro. “La gente lo ve como una forma de internet”.
Ejecutivos de Google se han
entrevistado con él en el pasado, dice. López, de 26 años, era estudiante de
economía y salió de gira por Europa con una compañía de teatro. A los 18 años
comenzó a coleccionar música digital y a distribuirla en memorias USB y CDs a
través de deejays de la Habana y del resto de Cuba. Tras uno o dos años se
encontró con un pequeño grupo de tipos con ideas afines que había hecho lo
mismo con películas, televisión y software, y acordaron trabajar en equipo.
El Paquete nació, y aunque los
miembros originales ya no están juntos, sigue siendo la creación de una banda
de colaboradores.
¿Cómo se las arreglan
exactamente para mantener actualizado El Paquete, cómo compilan tantos datos
tan rápidamente sobre todo, desde la última app y revista digital hasta
Jurassic World o el nuevo episodio de Game of Thrones, por no mencionar las
actualizaciones de AlaMesa y Vistar? López se niega a decir. “Estas cosas son
complicadas”, asegura con una sonrisa evasiva, aunque admite que la mayor parte
del contenido de video proviene de televisión satelital pirata.
Sentado a la cabeza de la
principal red que conecta a Cuba al mundo digital, López dice que siente un
agudo sentido de la responsabilidad. Él está feliz de llevar una vida modesta
y no está interesado en la fortuna o fama, por lo que El Paquete no funciona
como una empresa. “Algunos de los distribuidores ganan más dinero que
nosotros”, afirma.
Ésas son las mismas ideas que
escuchamos de Airbnb. Cuba siempre ha sido el mercado original de renta de
habitaciones; miles de lugareños las han ofrecido de boca a boca y hecho dinero
con ello durante años.
“La principal razón para hacer
esto ahora mismo es mostrarle a la gente cómo el conectar a individuos de
diferentes países puede ayudar a acercar a las naciones”, dice el cofundador de
Airbnb, Nathan Blecharczyk, quien visitó la Habana hace algunas semanas.
Todo el mundo se ha involucrado
consciente de que esto seguramente cambiará. Hace algunas semanas el gobierno
de Castro decretó la instalación de 35 puntos de WiFi en todo el país, que los
cubanos podrán aprovechar por 2 dólares la hora.
Tal progreso irregular explica
por qué Google ha enviado ejecutivos a reunirse con funcionarios y empresarios
con frecuencia y por qué Netfix desbloqueó su servicio en Cuba este año,
aunque, ya que pocos cubanos tienen banda ancha y menos aún los medios para
hacer el pago digital por una suscripción, el anuncio fue mayormente simbólico.
En cuanto a los jóvenes
revolucionarios tecnológicos de Cuba, mientras más pronto invadan la isla los
gigantes tecnológicos estadounidenses, mejor. Eso significaría una nueva
apertura, dicen, y seguramente crearía más oportunidades.
Pero también reconocen que estos
años nacientes les ayudarán a posicionarse con mayor firmeza.
“Tenemos una ventana de al menos
un par de años antes de que cualquiera de los grandes jugadores venga aquí”,
dice uno de los fundadores de AlaMesa, quien, a diferencia de su compañero
Gutiérrez, todavía no se siente lo suficientemente cómodo para usar su nombre.
“Pero trato de no ser ingenuo: Winter is coming”.
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