Por qué (casi todos) llevamos el
reloj en la muñeca izquierda
GQ - agosto de 2015
Relojes tienes de todos los
tipos, tamaños y formas. De los clásicos de manufactura que son verdaderas
obras de arte a ingenios técnicos y revolucionarios como el Apple Watch. Pero
incluso con algo tan innovador como el último invento de la firma de la manzana
hay un gesto que llevamos cien años repitiendo: siempre te lo pondrás en la
muñeca izquierda. ¿Por qué?
Si buceamos en los anales de la historia, las
primeras referencias que encontramos sobre los relojes de muñeca nos trasladan
a los inicios de la relojería suiza. Nombres como el de la manufactura Breguet,
en 1810, o Patek Philippe, en los años 50 del siglo XIX, aparecen relacionados
con los primeros modelos pero estos no se planteaban como piezas masculinas,
sino destinadas al público femenino.
Tuvo que pasar una Guerra Mundial
para que nos atreviéramos a ponernos los relojes en la muñeca. Durante el siglo
XIX los hombres preferíamos los relojes de bolsillo que, además, empezamos a
llevar en los chalecos además de en el pantalón. De ahí que muchos sastres
incorporaran un bolsillo en el frontal izquierdo de los chalecos: resultaba más
fácil sujetarlo con la izquierda mientras lo manipulábamos con la derecha. Sin
saberlo, empezaron a sentar las bases de una tradición que tomaría forma en el
siglo XX. Es en esta época también cuando al Príncipe Alberto, consorte de la
Reina Victoria, propone colgar el reloj de una cadena denominada 'Albert chain'
(llamada leontina en español) para asegurarlo a la ropa.
Varias décadas después de esta
pequeña revolución, y ya en el siglo XX, en 1904 el piloto brasileño Alberto
Santos Dumont encargó a su amigo Louis Cartier un reloj que pudiera consultar
mientras pilotaba su avión. Ahí los hombres dimos un paso hacia adelante en la
moda por llevar los relojes en la muñeca. Al igual que un siglo después
hicieran David Beckham o Cristiano Ronaldo, Santos Dumont se convirtió en una
referencia de estilo y su modelo, el Santos de Cartier, en un emblema de la
relojería.
Pero no nos vayamos por las
ramas. Vale, está claro que llevamos relativamente poco tiempo prefiriendo los
relojes de pulsera, ¿pero cómo conseguimos aceptar una pieza diseñada en
principio para la mujer?
Además de la influencia de trendsetters de la
época como el piloto carioca, la I Guerra Mundial fue decisiva para que
surgiera esta moda. En confrontaciones anteriores, como la de los Bóers, los
militares ya habían empezado a lucir relojes en su muñeca: la necesidad de
coordinar las acciones bélicas sin que el enemigo se enterara lo hizo necesario
y muchos, por practicidad, incluso ataron su reloj de bolsillo a la muñeca
izquierda, el lado al que estaban acostumbrados.
El espaldarazo final llegó desde
el aire con la Gran Guerra. Estos relojes fueron imprescindibles en el
equipamiento de los pilotos que los llevaban en la mano izquierda con la esfera
en el interior de la muñeca para poder consultar la hora sin apartar la mano de
los mandos y dejar la derecha libre. De hecho, en 1917 la publicación británica
Horological Journal decía: “el reloj de pulsera era usado muy poco por el sexo
masculino antes de la guerra, pero ahora se ven en las muñecas de prácticamente
todos los hombres con uniforme y en muchos civiles”.
Si a esto le sumamos que la
mayoría de la sociedad era diestra, por lo que llevar el reloj en la izquierda
dejaba nuestra mano útil con mucha más libertad de movimiento para, por
ejemplo, escribir, entenderemos por qué nació la tradición de llevar el reloj
en nuestra mano izquierda. Quisimos ser prácticos.
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