Qué tan reales son estos 7
grandes mitos de la economía
Finanzas Personales - sábado, 22
de agosto de 2015
Para muchos, la economía no es
una ciencia, sino una política disfrazada con números.
Y con ese trasfondo, los
planteamientos formulados por los economistas se nos presentan en una jerga
técnica, a veces rebuscada, que suelen generar dos reacciones rápidas en
audiencias masivas: cambian de canal o se asustan.
Sin embargo, la economía como tal se ha
convertido en un genuino laboratorio de ensayo y error, donde keynesianos,
monetaristas, comunistas y demás tribus han desplegado una serie de ideas a fin
de captar la atención del público y echar a andar planes de gobierno.
En consecuencia, existen unos mitos
universales transmitidos de generación en generación hasta formar una memoria
colectiva, que se avivan dependiendo de las coyunturas políticas de cada país.
Aquí te presentamos 7 de los más populares de
acuerdo con académicos y especialistas.
1. Los inmigrantes nos roban los
puestos de trabajo
Inevitable pensar en Donald Trump izando
fieramente esta bandera. Y hay una cara aún más agria, como la que se ve en
Calais con los inmigrantes tratando de cruzar la frontera por cualquier vía.
Adam Davidson comenta en el New York Times que
"generalmente apoyamos la inmigración cuando los inmigrantes son
diferentes a nosotros. A las personas de clase media o media alta no les
preocupa la llegada al país de los pobremente educados inmigrantes".
Pero cuando tienen nuestro mismo perfil,
Davidson advierte que las alarmas comienzan a sonar. No obstante, a pesar de
esa visión particular existe otra donde la inmigración beneficia la economía de
los países.
Un estudio realizado recientemente por la Universidad
de Chicago, no encontró a un economista que estuviera en desacuerdo con esta
apreciación.
La clave según Davidson es que este mito
descansa en la falacia de creer que la única manera de conseguir un trabajo es
quitándoselo a otro.
En realidad, "los inmigrantes no solo
incrementan la mano de obra disponible en el país, sino que incrementan la
demanda de más trabajadores, porque utilizan su salario para alquilar
apartamentos, comprar comida, cortarse el cabello, comprar celulares",
explica Davidson.
En otras palabras, quienes alquilan
apartamentos, los peluqueros, los dueños de abastos y tiendas de celulares,
etc., tendrán una sonrisa en los labios.
Como ejemplo clásico está el caso de los
"Marielitos", la oleada migratoria que llevó a Miami más de 125.000
cubanos en 1980.
Cifras de un estudio del economista David
Card, de la Universidad de California, Berkeley, revelan que de ese grupo unos
45.000 estaban en b
Cuatro meses después la fuerza laboral de
Miami creció 7%. Su estudio demostró que la gente de la ciudad no sufrió
impactos por pérdida de empleos o reducción de sus ingresos.
FP le sugiere leer “Que no viva
usted la misma crisis que hoy sufre Grecia”.
2. El cliente siempre tiene la razón
La tradicional cultura de servicio y la
inclinación natural de la gente es decir que el cliente siempre tiene la razón.
¿Pero quién es más importante: el cliente o el
productor? La respuesta es que, como dicen los economistas, depende.
El experto en materia monetaria Cullen Roche,
escritor del libro Capitalismo Pragmático, cuenta que "el punto no es
quién es más importante, sino que los dos son vitales en el ciclo de todo
negocio, por lo que lo más importante es en cuál parte del ciclo de las
necesidades económicas estamos".
En otras palabras, en algunos momentos el
cliente tendrá el sartén por el mango, y en otros la empresa dirá "tómalo
o déjalo".
"Uno debe ver a productores y
consumidores como lados de una misma moneda. Para multiplicar esta moneda se
necesitan consumidores saludables, y vibrantes e innovadores productores",
concluye Roche.
3. El precio refleja el valor
En este momento en Venezuela una servilleta
vale más que un billete de baja de denominación.
El Observatorio Español del Mercado del Vino
acaba de anunciar que el precio medio del vino de España exportado se situó en
US$1,25 por litro, mientras que el de Nueva Zelanda se vendió a casi US$5 por
litro. ¿Estás de acuerdo con esa diferencia de precios?
De seguro los dueños de viñedos españoles
dirán que no. Es por ello que muchas veces se dice que el precio de un bien o
servicio se basa en lo que la mayoría esté dispuesta a pagar por él.
Más psicología que matemáticas.
4. Imprimir dinero causa hiperinflación
"Cuando el gobierno imprime dinero lo que
viene es hiperinflación". Uhm… no necesariamente. Primero, como explica la
página especializada en finanzas Pragcap.com, "el gobierno no produce
dinero y se lo da al público. Produce dinero y monedas para distribuirlo en el
sistema bancario, donde el público lo puede utilizar en sus cuentas y medios de
pago".
Segundo, las causas de hiperinflación en un
país son mucho más complejas. Por lo general, para Pragcap.com hace falta:
• Colapso en la producción
• Corrupción rampante del gobierno
• Perder una guerra
• Cambio o caída del gobierno
• Perder la soberanía de la moneda nacional
por controles de cambio o endeudamiento en moneda extranjera.
• Los billetes nuevos no generan por si solos
la hiperinflación, sino la combinación de varios factores.
5. Cada niño que nace viene endeudado
La situación de Grecia ha puesto en boga con
dramatismo absoluto esta pieza infaltable en todo discurso de campaña electoral
o conversación doméstica sobre el futuro de todo país.
En realidad, nadie nace con una factura pegada
al cuerpo ni le corresponde pagar a ningún acreedor internacional. Las deudas
nacionales son compromisos adquiridos por los gobiernos de turno, que
comprometen al Estado de cada país.
Pero, tal como ha ocurrido con Grecia y con
históricas negociaciones de deuda de los países en América Latina, estos
procesos tienen sus vaivenes y depende de cada equipo presidencial resolver los
pagos cuando corresponda.
Aquí vale incluir la palabra
"default", que quiere decir, que el gobierno se declara incapaz de
pagar la deuda, y eso da paso tormentosas negociaciones (Grecia dixit).
"En un nivel macro, en realidad el
gobierno nunca paga la deuda. En un sistema monetario basado en endeudarse, las
deudas se expanden o se contraen a lo largo del tiempo dependiendo de las
necesidades de la economía del país", puntualizan en Pragmatic Capitalism.
Así que niños no lloren, esa factura no es suya.
6. Los negocios son para ganar-ganar
Quizás para evitar demonios proteccionistas,
muchos economistas suelen reforzar la necesidad de que los acuerdos entre
naciones beneficien por igual a ambas partes.
La experiencia entre Grecia y Alemania, a raíz
de la crisis financiera de la primera, es una muestra de cuan errada es esta
percepción, como bien lo puede explicar el renunciante primer ministro Tsipras
ahora que tendrá más tiempo para evaluar lo sucedido.
Las corporaciones colocan sus subsidiarias en
países particulares para aprovechar bajos impuestos o costo de la mano de obra.
Eso explica por qué Panamá es la meca de las
corporaciones multinacionales que tienen operaciones en América Latina, o por
qué los call centers de muchas empresas internacionales están en India o
Escocia.
El objetivo entonces es aprovechar las
ventajas competitivas en cada negociación.
7. La economía es una ciencia
La palabra clave de todo economista al
preguntarle su opinión sobre cualquier situación es "depende".
"Si la economía fuera una ciencia, que
implica una respuesta específica a una pregunta específica, ¿por qué 40% de los
economistas consultados acuerda que el aumento del salario mínimo puede
dificultar que las personas consigan trabajos, mientras que otro 40% se muestra
en desacuerdo?", plantea Alternet.com con relación a un estudio realizado
en Estados Unidos.
Como admitiría Larry Lindsey, antiguo jefe del
Comité Nacional de Economía del ex presidente George Bush, "la continua
discusión –entre economistas– es producto de un desacuerdo filosófico sobre la
naturaleza humana y el rol del gobierno, y no puede ser resuelto por
economistas no importa cuán sólida sea su base de datos".
En consecuencia, en economía las percepciones
llegan a pesar tanto como los números.
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