1-1-1936:
los nazis, la Orden Negra y la búsqueda del poder oculto
El Confidencial - agosto
de 2015
Por mi vida han galopado todos
los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la
inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y
expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo
en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre
todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de
nuestra cultura europea.
–Stefan Zweig
Entre algunas confortables
mentiras y muchas verdades distorsionadas, una domesticada humanidad ha ido
avanzando por la vereda del conocimiento oficial hasta llegar a un grado de
enajenación razonable que le ha permitido su supervivencia sin cuestionarse
demasiado el precio de su ignorancia.
La sabiduría, un difícil objetivo
por su alejamiento de la limitada comprensión humana, un camino de espinas y
desengaños que exige grandes dosis de autocrítica para avanzar, donde la
incertidumbre anida en los vastos terrenos del espejismo de la lógica formal y,
cuya obtención no es sinónimo de éxito sino de humildad; para aquellos contados
que la han alcanzado en este vasto erial, ha sido como encontrar el ubicuo Mar
de la Serenidad búdica o Nirvana.
Mentes amorales, refinados
psicópatas al asalto del poder, uniformados sin escrúpulos y políticos
narcisistas de barbero y manicura semanal, asaltaron Alemania y a sus
disciplinados pobladores en el interregno de la República de Weimar con el
claro propósito de usar todos los medios a su alcance para doblegar cualquier
forma de pensamiento incompatible con sus brutales métodos. Entonces, mediado
el siglo pasado, en uno de los amaneceres cíclicos de la locura, cuando
despuntaba la II Guerra Mundial y el infierno reclamaba sus derechos para
satisfacer su incontinencia tras un ayuno de escasa duración, en un secretísimo
departamento de la inteligencia militar alemana dirigida por el almirante
Canaris, la Abwehr, se solapaba un grupo de iluminados investigadores de lo
esotérico.
La cofradía de la Orden Negra
El que fue probablemente el mejor
y más calificado espionaje de aquel tiempo, compartía mesa, mantel e
información altamente confidencial, con los elementos que integraban la famosa
cofradía de la Orden Negra de la que Heinrich Himmler era el gerifalte más
destacado.
Heinrich Himmler era un genocida
de profesión dedicado en cuerpo y alma a la búsqueda de la pureza racial,
objetivo del que quedaban excluidos majaderos como él. Rubricaba con firma
impecable, tinta china, papel verjurado y uso profuso del lacre –quizás por el
simbolismo sanguíneo que encerraba– condenas que implicaban millones de
ejecuciones de desgraciados que se habían cruzado en su camino por azares del
destino. Era un psicópata de manual calificado como tal a día de hoy por
concluyentes estudios, además de por los hechos vergonzantes que cometió
amparado en la más absoluta impunidad.
Su afinidad por lo esotérico, las
ideas de origen hindú, las medicinas alternativas, y su aspecto puro de
intelectual al uso de la época, le conferían ante sus alucinados pares un
ascendente espectacular, cuando en realidad era un mequetrefe del tres al cuarto
que durante la defensa del Frente del Vístula en los últimos días del III
Reich, manifestó gravísimas carencias en la ejecución de órdenes elementales.
Su arrogancia era tan imperativa que ni siquiera los generales de estado mayor
osaban discutir sus delirantes órdenes; sabían que iban a una muerte segura y
punto.
Pero lo que caracterizaría a este
iluminado de bajo voltaje en su cruel deambular por este tránsito llamado vida,
sería su inveterada afición por el esoterismo puro y duro. Amparado en la invulnerabilidad
que emana de una arrogancia enfermiza, contribuyó al diseño de la todopoderosa
Sociedad Ahnenerbe, nido de atildados arqueólogos con sobrepeso de gomina
especializados en civilizaciones antiguas y provenientes de la flor y nata del
nacionalsocialismo. Esta sociedad era una especie de división ocultista y
sancta sanctorum hermético de las tropas de choque del III Reich, las temidas y
tristemente famosas SS.
La misteriosa Studiengesellschaft
für Geistesurgeschichte Deutsches Ahnenerbe (Sociedad para la investigación y
enseñanza sobre la herencia ancestral alemana), no reparó en medios desde su
fundación en Berlín el 1 de enero del año 1936 .Como indica el periodista
Lorenzo Fernandez Bueno en su interesante libro Templarios, nazis y objetos
sagrados (Ed. Luciérnaga), durante los diez años de actuaciones registradas de
esta impenetrable sociedad , visitaron los cuatro confines de la tierra.
Una búsqueda aventurera
Persiguiendo el tesoro visigótico
–para ser más precisos el Tesoro Antiguo– desde la Septimania francesa hasta la
hispánica Toledo y más tarde, hacia su posible último destino registrado en
Cádiz antes de embarcar hacia lo desconocido; el seguimiento del enorme tesoro
expoliado del templo de Yahveh por el emperador romano Tito en el año 70
a.n.e., sufrió un sinnúmero de vicisitudes.
Atildados oficiales de las SS,
como es el caso de Otto Rhan, recorrieron desde Carcasona hasta el Atlántico
cientos de kilómetros inasequibles al desaliento haciendo preguntas incómodas a
eruditos o lugareños. En el Tíbet removieron los lamasterios, gompas y estupas
y hasta las cavernas que albergaban a serenos ermitaños con tal de encontrar
indicios de Shangri La, utopía mítica donde supuestos seres inmortales
habitaban entre las costuras de los Himalayas.
En Etiopía estuvieron buscando el
Arca de la Alianza (y anda que no hay pocas en la antigua Abisinia) para
verificar sus pretendidos mágicos poderes. De Austria se llevaron la espada de
Longinos –el centurión que atravesó con su herramienta de guerra a Jesús el
Cristo- y que curiosamente más tarde sería canonizado como santo por la Iglesia
Católica en un inextricable malabarismo teológico.
En Argentina se empeñaron hasta
las cejas en la búsqueda del famoso Bastón de Mando Simihuinqui, elaborada joya
con poderes sobrenaturales –decían–, con un acabado en basalto que es una obra
de orfebrería imperecedera y una datación de carbono de cerca de ochenta siglos
ni más ni menos, cuando se supone que in illo tempore la tierra estaba habitada
por una lista zoológica de nombres impronunciables, donde las piedras y poco
más eran las que tenían todo el protagonismo, si lo que nos cuenta la historia
oficial es verdad.
Además, también les dio por
emprenderla con la Mesa de Salomón, pero al parecer ésta, estaba entrenada para
escaparse de estos peculiares depredadores de lo mistérico y mágico, por darles
una ligera pátina de cultura a estos rubicundos teutones disfrazados de una
parafernalia de calaveras, parches oculares e inquietantes anagramas.
Al final de tanto delirio de
grandeza, la ambición desmedida del Reich de los mil años, acabaría finiquitada
por unas pequeñas cápsulas de cianuro. Paradigmas de la locura cuando cabalga
desbocada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario