Devaluación del yuan: la
desesperación de China
FORBES, 12 de julio del 2015
Los capitales han perdido
confianza en China porque, entre otros factores, la intervención oficial no
ofrece garantías de respeto a sus inversiones y propiedad privada, una pésima
señal que hace reaparecer el fantasma de la vieja y destructiva planificación
central. Un gran salto hacia atrás.
China sacudió ayer los mercados
con una devaluación del yuan o renminbi (RMB) que, debemos decir, sorprendió a
pesar de no ser inesperada. El Banco Popular (central) del país asiático
anunció la decisión de devaluar su divisa en 1.9 por ciento, su mayor caída
desde 1994.
Durante décadas el modelo chino
se ha basado en crecer hacia el exterior, usando a las exportaciones como
palanca. Pero los crecimientos del pasado de dos dígitos, son historia. De
hecho, la tasa de crecimiento del PIB chino que se supone fue de siete por
ciento en el segundo trimestre de este año, nadie la cree.
China llegó hasta aquí luego de
que, con el estallido de la crisis global de 2008-2009, inició una campaña de
expansión crediticia –o sea de estimulación de deuda- que humilló los esfuerzos
occidentales de todos los mayores bancos centrales juntos (ver “Cómo China
humilló a la Fed”). El resultado de esta intervención fue el usual: se inflaron
enormes burbujas en activos como los bienes raíces y la bolsa que ya empezaron
a explotar.
Los problemas chinos se ven
reflejados en las estimaciones de JP Morgan, que calcula en 520 mil millones de
dólares la fuga acumulada de capitales durante los pasados cinco trimestres.
Esa cantidad elimina todas las entradas de capital que había tenido desde 2011,
y para dimensionarla mejor, equivale a haber perdido más de 2.7 veces el total
de reservas internacionales del Banco de México en solo quince meses. China
tiene una sangría que busca detener.
Por eso es que el nivel de tipo
de cambio que mantenía hasta antes del anuncio de la devaluación, se volvía
cada vez más insostenible no por lo bajo, sino por lo alto.
Reuters reportó que un
funcionario del Tesoro estadounidense dijo que era “demasiado pronto” para
juzgar las implicaciones de la devaluación del RMB, pero advirtió que cualquier
reversión de las reformas necesarias para alcanzar un tipo de cambio
determinado por el mercado sería “preocupante”.
Pero Beijing intenta cubrirse las
espaldas y dijo que el cambio anunciado es un paso en el sentido de las
reformas aludidas, mensaje que fue suscrito por el Fondo Monetario
Internacional (FMI), quien en un comunicado dijo que el movimiento del Banco
Popular de China deberá permitir que las fuerzas de oferta y demanda tengan “un
rol más importante” en la determinación del tipo de cambio.
De paso, el FMI dejó entrever que
ese movimiento no sería obstáculo para la posible inclusión del RMB este año en
la canasta de divisas de los Derechos Especiales de Giro (DEG), pero sugirió
implementar un régimen flotante en los próximos dos a tres años para, en su
caso, facilitar las operaciones de DEGs.
Sí, es cierto que ante los
recientes problemas de fuga de capitales de China, la devaluación del yuan va esta
vez en el sentido del mercado, pero esa es una verdad a medias. Como bien ha
señalado el experto analista Patrick Chovanek, Beijing antes manipuló durante
años el mercado cambiario y acumuló cerca de cuatro billones (millones de
millones) de dólares en divisas para infravalorar al RMB. De manera que ahora
para compensar dicha intervención, tendría que seguir perdiendo reservas y
mantenerlo ahora sobrevaluado, algo que por supuesto, ya no sucederá porque
implicaría abandonar su modelo exportador para pasar a uno basado más en el
consumo.
Debido a que la economía china se
desacelera, a que acumulan nueve meses consecutivos de caída en importaciones,
la quinta baja en exportaciones en los últimos siete meses y reservas
internacionales en un mínimo de dos años –que se suman al desplome bursátil-,
el miedo a un descontento social mayúsculo venció al gobierno. Esto los empujó
a hacer intentos desesperados como la devaluación del yuan para intentar
mantener en pie el castillo de naipes que se les derrumba.
El punto es que más allá de
posibles beneficios de corto plazo, en el largo, el daño que están causando a
su economía es enorme. Los capitales han perdido confianza en China porque
–entre otros factores-, la intervención oficial no ofrece garantías de respeto
a sus inversiones y propiedad privada, una pésima señal que hace reaparecer el
fantasma de la vieja y destructiva planificación central. Un gran salto hacia
atrás.
La devaluación, además, podría
empeorar la fuga de capitales y meter más presión para seguir devaluando. El
tema es que de continuar haciéndolo, en Washington no tardarán en dar el
manotazo en la mesa. Es entonces cuando China podría recurrir al “Plan B” que
aquí expusimos el lunes, de devaluar al yuan por la puerta de atrás usando al
oro: una estaca en el corazón del dólar que dispararía las tensiones entre
ambos países a niveles de pronóstico reservado.
Por si fuera poco, la apreciación
del dólar mete presión a la Fed que, con esto, reduce de nuevo sus
probabilidades de subir este año las tasas de interés. Estados Unidos no quiere
tampoco un súper dólar porque la de por sí débil recuperación económica que
tiene se pone en peligro, y afecta los ingresos en dólares de sus empresas en
el extranjero.
De manera que China ha desatado a
escala global la nueva fase de la “guerra de divisas” devaluatoria que podría
ser de duración prolongada. Una competencia por ver quién devalúa más y más
rápido para ganar competitividad, sin darse cuenta de que quien gane, tendrá
una victoria pírrica. Lo peor, aún está por venir.
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