Nootrópicos, la droga de moda en
Silicon Valley que promete hacernos más listos
El Confidencial - lunes, 10 de
agosto de 2015
Son fármacos que mejoran la
función cognitiva sin –en principio– provocar daños, tener efectos secundarios
significativos ni provocar adicciones. Y están arrasando
Jesper Noher es jefe de
tecnología de una startup de San Francisco. Como explicó a Zoë Corbyn en The
Guardian, lleva seis meses añadiendo a sus desayunos un cóctel de suplementos
dietéticos y fármacos comprados en internet que, asegura, le permite trabajar
más y mejor sin sufrir ningún efecto secundario: tiene mejor memoria, mayor
claridad de ideas, se concentra mejor y resuelve los problemas con más rapidez.
“Puedo tener muchas cosas en la cabeza al mismo tiempo”, concluye.
Este treintañero, entusiasta de
la tecnología, es sólo uno de los miles de geeks del mundillo de Silicon Valley
que se ha apuntado a la moda de los nootrópicos: un grupo de fármacos, también
conocidos como drogas inteligentes, que mejoran la función cognitiva sin –en
principio– provocar daños, tener efectos secundarios significativos ni provocar
adicciones.
Los fanáticos de los nootrópicos
intercambian sus investigaciones caseras en comunidades virtuales como
Longecity o Reddit, donde hay un subforo sobre el asunto con más de 50.000
usuarios. Estos modernos biohackers fabrican sus propias pastillas mezclando
fármacos como los racetamos –potenciadores cognitivos como el Piracetam, que se
vende con receta en Europa, pero no en EEUU– y suplementos nutricionales como
la L-teanina –un aminoácido presente en el té– o la colina –un nutriente que
aumenta la síntesis y liberación de acetilcolina por parte de las neuronas–.
Unos fármacos con normas
Aunque estos fármacos estén
arrasando ahora mismo en Silicon Valley y Wall Street –“Diría que la mayoría de
compañías tecnológicas tienen a alguien metido en el asunto”, asegura Noher–,
no son lo que se dice una novedad.
La palabra nootrópico
–proveniente del griego “nous” (mente) y “tropos” (dirección)– fue acuñada en
1972 por el psicólogo y químico rumano Corneliu E. Giurgea, que en 1964 había
sintetizado el Piracetam, que sigue siendo hoy el principal componente de este
tipo de fármacos.
En 1982, Giurgea declaró que los
nootrópicos eran fármacos psicoactivos que debían cumplir cinco requisitos:
1. Deben favorecer el aprendizaje
y la memoria.
2. Deben mejorar la resistencia
de las memorias y habilidades aprendidas frente a aquellos agentes que puedan
perturbarlas (como la hipoxia o el electroshock).
3. Deben proteger al cerebro
frente a daños físicos o químicos.
4. Deben incrementar la eficacia
de los mecanismos de control corticales y subcorticales.
5. Deben carecer de la
farmacología usual de las drogas psicotrópicas (como la sedación o la
estimulación motora), deben tener muy pocos efectos secundarios y una toxicidad
extremadamente baja.
Siguiendo esta definición, muchas
de las drogas que se usan para incrementar el rendimiento cognitivo son
rechazadas por los defensores de los nootrópicos. Es el caso del Aderall o el
Ritalin, fármacos que se recetan para tratar el polémico trastorno por déficit
de atención con hiperactividad (TDAH) y que se han puesto de moda en los
centros académicos estadounidenses como un moderno sustituto de las
anfetaminas.
En opinión de Jesse Lawler, un
programador informático residente en Los Ángeles que produce y presenta el
podcast Smart Drug Smarts, “en nuestra sociedad la palabra droga tiene
connotaciones negativas”, pero las que él toma “tienen efectos fisiológicos
beneficiosos”. Como ha explicado en BBC Mundo, “nunca tomaría nada que pudiera
tener un efecto negativo sobre mi cuerpo y en particular sobre mi cerebro”.
Pero ¿qué hay de malo en consumir una pastilla que potencia tu inteligencia?
“Con las drogas inteligentes existe la idea de que si las tomas para potenciar
tu inteligencia estás haciendo trampas. Pero no creo que haya nada malo en
querer que tu cerebro funcione mejor”, sentencia.
La droga que nos convertirá en
superhombres
Hasta la fecha los nootrópicos, y
la comunidad que rodea a estos, ha tenido un enorme componente do it yourself.
Noehr, por ejemplo, compra suplementos a granel, los mezcla con distintos
fármacos, y elabora sus propias pastillas. Ha tardado cinco años en encontrar
la mezcla de compuestos que más le convence, acumulando más de dos docenas de
botes con distintas sustancias. Y, en el camino, ha experimentado junto a su
novia, a la que ofrecía en ocasiones las pastillas y en otras un placebo, para
comprobar si los efectos eran reales.
Pero claro, si algo se pone de
moda en Silicon Valley sólo tienen que pasar unas horas para que se funden
varias empresas que traten de comercializar el asunto. En el último año han
aparecido dos startups, Nootroo y Nootrobox, ambas con sede en San Francisco,
que venden sus cócteles psicoactivos a todos los geeks que no tienen tiempo
para fabricar sus propias pastillas –entre los que se encuentran, aseguran sus
directivos, varios bichos gordos del valle del silicio–.
Y los defensores de los
nootrópicos insisten en que esto es sólo el principio. Los fundadores de
Nootrobox, Geoffrey Woo y Michael Brandt, han asegurado en una columna en
Techcrunch que quieren ir mucho más allá: “El siguiente paso natural de los
nootrópicos es que se incorporen al día a día de todo el mundo. Los podrás
encontrar en la tienda de la esquina junto al Red Bull y la máquina de café”.
En su opinión, estos fármacos
serán cada vez más potentes y la humanidad haría bien en abrazarlos: “El mito
del humano puro es sólo eso, un mito. Nuestra habilidad y determinación para
mejorar la forma en que procesamos y manipulamos el mundo es lo que nos hace
humanos. La cognición es sólo la siguiente frontera”.
Woo y Brand son muy críticos con
fármacos como el Aderall, y piden que la FDA regule los nootrópicos para que
sean seguros, pero no dudan de que, con el tiempo, todos tomaremos pastillas
para ser más listos:
“Aunque la industria está en
pañales, su futuro es brillante. Imagina un mundo en el que los nootrópicos estén
disponibles en todas partes, sepamos cómo usarlos y su uso sea comúnmente
aceptado. No estamos hablando de [la película] Sin límites, en la que Bradley
Cooper toma una superdroga y consigue tener poderes mentales únicos. Estamos
hablando de toda una sociedad de Bradley Coopers. La inteligencia tiene un
efecto red. Imagina las nuevas formas de interacción, relaciones sociales y
productividad que aún no llegamos a comprender”.
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