Ignorancia, base cultural de la
corrupción
FORBES- 7 de noviembre de 2017
En México se culpa al político de
la corrupción, sin embargo, ella nace del propio pueblo; El modelo del
cangrejo; Nuestra cultura de omisión de leyes.
Santo Tomas de Aquino en el
Tratado sobre el Gobierno nos entrega una lapidaria frase que es necesario
reflexionar para despertar en el mexicano la reflexión y la autocrítica.
“Dios enviará malos gobernantes a
los pueblos pecadores”. En este sentido confirma el poeta inglés William Blake.
“Cada pueblo tiene los gobernantes que merece”.
Por lo tanto, ¿Cuál es el pecado
que infesta de corrupción a nuestra sociedad? ¿Por qué los mexicanos somos
merecedores de nefastos gobiernos? ¿Acaso, nos encontramos históricamente
condenados a seguir sufriendo estos embates para continuar rezagados en el
subdesarrollo, en el caos, en el constante retroceso de la ignorancia
lacerante?
La respuesta a estos
cuestionamientos no es tarea sencilla porque significa enfrentarnos ante el
espejo como pueblo y Nación. Lo cual, no es fácil cuando se ha conformado una
cultura que se resume en el dicho popular; “El que no tranza, no avanza”.
Precisamente, sobre estos
aspectos, se refiere en la “Historia General de México” editado por el Colmex,
un episodio poco recordado en nuestro país. Nos referimos a la intervención
yanqui de 1846-1848 cuando la bandera norteamericana fue puesta a ondear en Palacio
Nacional. En aquel momento, en Washington se discutió, sí era conveniente
integrar a México como una estrella más de la Federación Americana. Muy cerca
estuvimos de ser parte de los Estados Unidos Americanos. Sin embargo, se impuso
el argumento entre los senadores de aquel país del norte quienes denunciaban
que los mexicanos somos por base ingobernables por carecer de una educación
enfocada al respeto de la Ley. Finalmente, de aquí se dejó marcado que ha
“México no se le domina directamente mediante su política sino a través por sus
mercados”.
La diferencia entre la
independencia norteamericana y la mexicana es que la primera los Founding
Fathers en particular Jefferson, Willson, Pain, Hamilton después de acabada la
guerra procuraron el diseño de un sistema educativo centrado a otorgar al
ciudadano las bases de interpretación de las leyes a fin de procurar la armonía
social y su detonante económico. En última instancia un sentido común cívico
que evita las conductas animales primarias para resolver los problemas de
convivencia. En cambio, en México una vez lograda la independencia, no se
procuró tal diseño sino al contrario una lucha de facciones que continua hasta
la actualidad donde más bien se ha fomentado el paradigma entre la clase
gobernante que el “pueblo ignorante es controlable”.
Aún hay más, en la segunda
intervención francesa después de la expulsión de los ejércitos invasores y el
fusilamiento de Maximiliano quedo ante la comunidad internacional el modelo del
mexicano como cangrejo. Así se referían franceses, belgas, austriacos a que el
mexicano es un cangrejo en un cubo donde ninguno permite que salga adelante su
destreza para salir de esa situación que le aprisiona.
De esta manera, podemos ver los
resultados en las calles cada día. Una ignorancia multidimensional de mexicanos
contra mexicanos. De un país donde las leyes son letra muerta. Por ejemplo, a
pesar de contar con una infinidad de reglamentos para regular el comercio, o la
salubridad en alimentos preparados, ni la autoridad, ni los ciudadanos tomamos
en consideración. Por ello, nuestras vías de alta velocidad como es el caso del
Periférico desde los Pinos hasta Polanco se encuentra plagado por un mercado
ambulante que ofrecen cigarros, refrescos, gorditas de nata, espejos hasta
mapas para no perderse en las horas pico. Que decir de los hospitales públicos
donde se venden alimentos en zonas de riesgo de infecciones. Ningún ciudadano
reflexiona la situación por carecer de bases educativas en el Imperio de la Ley
que cada peso que se entrega a este comercio irregular y desleal se concentra
en la corrupción. Con ello, se paga la protección del hampa como también a
funcionarios corruptos e incluso son llave de acceso a puestos políticos como
regidores, diputados, delegados o presidentes municipales. En este sentido, el
ciudadano no es una víctima sino el máximo corruptor del sistema que esconde la
mano tras lanzar la piedra.
Lo interesante, en todo este
juego dialectico entre corruptor y corrompido es que todos quieren dinero y
mejores condiciones económicas en la inmediatez del momento, sin embargo, son
incapaces de comprender que la mayor derrama económica se encuentra en un
proyecto de mediano y largo plazo precisamente en la educación y en el respeto
de las leyes.
Finalmente, dejo a la reflexión
del lector las siguientes preguntas: ¿Cuántas horas hombre estamos dispuestos a
seguir gastando por el colapso de nuestras vías de comunicación debido a
nuestra cultura de omisión de leyes y reglamentos? ¿Cuántas más generaciones
condenaremos a la ignorancia, la corrupción y el rezago ante el mundo? acaso,
¿El mexicano seguirá siendo sinónimo de corrupción ante la comunidad
internacional?
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