Para unas
vacaciones reparadoras de verdad
FORBES- 29 de may. de 19
No hay nadie que sea indispensable y si lo es,
ahí hay una gran oportunidad de desarrollo. Si se necesita la presencia de
alguien en todo momento, algo anda mal, es hora de detectar ese error.
El tiempo avanza rápidamente, las manecillas
del reloj toman velocidad y la temporada de verano, propicia para salir de
vacaciones, ya está aquí. Las cosas cambian con esa misma rapidez y en el
vértigo de las transformaciones, la situación política y económica, corremos el
riesgo de caer en la tentación de postergar las vacaciones. Nos da miedo
alejarnos y nos da miedo que nuestros elementos clave se vayan. Pero, la buena
noticia es que las vacaciones tienen un efecto reparador que trae aires nuevos
a nuestras mentes y eso es bueno para nuestra actividad profesional, por eso,
postergar nuestro descanso o bloquear peticiones para que nuestra gente salga
de vacaciones es un error.
Uno de los auditores más inteligentes con los
que he trabajado, un hombre experimentado y astuto, me dijo que esos empleados
que nunca quieren salir de vacaciones son una verdadera amenaza por dos
razones: el cansancio trae cegueras de taller y quien no quiere dejar su puesto
es que está ocultando algo. En ambos casos, los resultados son poco
convenientes para la organización.
Pero, una costumbre muy extendida, es salir de
vacaciones y querer seguir conectado a la oficina. Hubo un tiempo en que creí
que ese mal hábito era compartido sólo por Baby Boomers y Generación X y que
las nuevas camadas ya habían erradicado; sin embargo, he visto a muchos
Millennials infectarse con estas mañas. Aprovechan la conectividad y
desperdician la posibilidad de apartarse de verdad y, por estar cerca de lo
lejano se pierden la oportunidad de relajarse y disfrutar de sus vacaciones.
Incluso, he escuchado a muchos jóvenes decir
que la pasión y el gusto por el trabajo y la vida no tienen fronteras, que un
verdadero sibarita sabe que no hay distinción entre el goce y la obligación.
Cuidado, una cosa es disfrutar de la responsabilidad y otra es no poder
escindirse de ella en ningún momento y lugar. No es sano confundirnos, la
visión de llevar a la excelencia todo lo que hacemos y dejar que los demás
determinen si estamos compitiendo, jugando o trabajando puede aumentar los
niveles de estrés en forma nociva. Por otro lado, entender que hay momentos
para descansar, olvidar y desconectarse activan al cerebro por caminos
diferentes. ¿No es eso propiciar la innovación?
Por eso, mi mamá tiene un dicho que viene muy a
cuento: “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”. Creer en la
posibilidad de desdibujar las fronteras entre el ocio y el trabajo puede
llevarnos a confusiones. Nuestro cerebro se cansa de estar en activo
permanentemente y por eso, muchas veces, regresamos más cansados que cuando nos
fuimos.
El profesor Claudio Fernández Araóz da cinco
elementos para hacer de nuestras vacaciones un periodo renovador, que valga la
pena, que nos ayude a descansar:
Moverse y hacer ejercicio. La rutina diaria nos
puede llevar a vivir una vida sedentaria. Si al estar de vacaciones
aprovechamos para activar el cuerpo estamos activando áreas del cerebro que
están acostumbradas a estar en reposo. Estas áreas se convierten en tierra
fértil para nuevas ideas.
Ir a lugares con vistas hermosas y entornos
agradable Disfrutar de la belleza de la naturaleza, paisajes distintos y
arquitectura estética nos ayuda a conectarnos con nuestro ser interior. La
inspiración llama a nuestra puerta cuando encuentra un medio ambiente propicio.
Cuando se desaburre. Cuando se despereza.
Conocer gente distinta. En uno de los libros de
notas del gran Leonardo Da Vinci, podemos leer que al sabio le gustaba platicar
con gente nueva y tratar de entender sus visiones y sus puntos de vista.
Mientras más diferente eran sus conceptos y pensamientos, más se interesaba
pues encontraba maneras contrastantes de resolver sus dudas y problemas.
Invertir en unas buenas vacaciones. Es curioso
cómo estamos dispuestos a gastar en lujos de la cotidianidad o en cosas caras
que no necesitamos, pero nos volvemos codos al pensar en descansar. Buscamos
vuelos baratos con asientos fatigosos, padecemos conexiones de horas, nos
martirizamos en horas de espera interminables, desperdiciamos tiempo precioso
para llegar al destino y al llegar, nos hospedamos en lugares incómodos, que
nos hacen pasar penurias. Hay que estar dispuestos a pagar por nuestro
descanso, para que nos consientan y nos traten bien. Salir a descansar no significa
bajar los estándares de vida, en todo caso, al estar de vacaciones, una mejor
experiencia es elevar las expectativas.
Planear. Al salir de casa, lo peor que podemos
hacer es dejar las cosas al azar. Si jugamos con la casualidad, seguramente
vamos a perder. Además, ¿por qué dejar todo a última hora si planear las
vacaciones puede ser tan divertido?
En realidad, para que las vacaciones sean
reparadoras de verdad, tenemos que ponernos en modo de descanso. Cortarnos el
cordón umbilical con la cotidianidad, con el trabajo, con la responsabilidad es
difícil en más de un sentido. Si vamos a irnos de vacaciones, hay que hacerlo a
todo nivel, no por pedacitos. Si vamos a dejar que nuestra gente se vaya, queda
prohibido pedir un teléfono para comunicarnos. No hay nadie que sea
indispensable y si lo es, ahí hay una gran oportunidad de desarrollo. Si se
necesita la presencia de alguien en todo momento, algo anda mal, así que es
momento de detectar ese error y solucionarlo.
Por eso, si este verano está en los planes tener
u otorgar un periodo vacacional, hagamos de esto un compromiso verdadero. Los
frutos pueden ser maravillosos. La ligereza que nos da el descanso, bien vale
unos días en los que podamos gozar de algo distinto y, en ello, descubrir
nuevas capacidades o alumbrar otras que estaban dormidas, esperando a que las
quisiéramos despertar.
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