El gol que infla la red y el gol de la
oportunidad
FORBES- 25 de may. de 19
Dicen los expertos que la ecuación más efectiva
para lograr resultados es la siguiente: R = capacidad + voluntad + oportunidad.
Parece sencillo, pero cuando tratamos con personas no lo es.
Rugen 60,000 almas en el Camp Nou de Barcelona.
El frío que intenta colarse por las tribunas como un aguijón se diluye con el
calor que despierta la pasión por el futbol. El duelo es entre el FC Barcelona
y el Sevilla. Son los cuartos de final de la Copa del Rey, y en el partido de
vuelta todo está en juego.
Quizás la mayoría piensa que el Barça, por su
jerarquía y su historia, lo tenía fácil. Sin embargo, con un 0-2 que arrastraba
del partido de ida y con un rival para nada insignificante, no se podría
asegurar que estaba en su zona de confort. Además, como suelen decir los
grandes entrenado-res de este deporte: “en los partidos de copa, el futbol se
convierte en la dinámica de lo impensado”. No hay favoritos. No hay fórmulas
mágicas. ¿Cabe preguntarnos si en las organizaciones de este siglo también nos
movemos por estas ‘dinámicas’?
Naturalmente, los miles de ojos se detienen en
la figura de Lionel Messi. El genio, el líder. Capitán blaugrana y el máximo
goleador. De su magia, pero en concreto de sus goles, vive y triunfa el club;
en gran medida es el equipo. Sin embargo, en la velada no nos dio solamente una
lección de balompié —como nos tiene acostumbrados—, sino una auténtica lección
de liderazgo.
Corría el minuto 12 del primer tiempo cuando se
sanciona penalti a favor del Barça. Todos se ponen de pie para esperar a que El
10 convierta el primer gol de la remontada. Es lo más lógico: que el líder
lidere. Que asuma su responsabilidad y abra el partido para pasar de ronda.
Pero Messi no persigue su ego ni su afán de abultar su racha goleadora; pone su
mano en la nuca de Coutinho, como animándole, le susurra algo ininteligible y
le cede el lugar. El brasileño dispara con cara interna y acomoda el balón en
una esquina: 1-0, y el Barça comienza a soñar.
Detrás de ese sencillo gesto hay mucha tela
para cortar. Quienes vienen siguiendo la trayectoria del equipo del técnico
Valverde han observado que, desde hace un tiempo, Philippe Coutinho está
desmoralizado: suele deambular por el césped cabizbajo, comete errores que no
se esperarían por su talento, parece desmotivado… No marca goles ni tiene
actuaciones memorables.
Esto, en un equipo de alto rendimiento que
exige lo máximo de sus jugadores, puede ser una bomba de tiempo. ¿Y qué hace el
líder; qué hace Messi? En un gesto de total confianza decide dar una
oportunidad a su compañero, consciente de que reúne las dos cualidades para
salir airoso: capacidad + voluntad.
Dicen los expertos que la ecuación más efectiva
para lograr resultados es la siguiente: R = capacidad + voluntad + oportunidad.
Parece sencillo, pero cuando tratamos con personas nunca lo es. No estamos
hablando de dar oportunidades a personas talentosas que, al mismo tiempo, no
tienen ganas de colaborar: sería una pérdida de tiempo… Tampoco nos referimos a
dar una oportunidad a quien manifiesta una voluntad de ayudar y de crecer, pero
no tiene la capacidad para hacerlo: ¡sería un auténtico peligro!
No. De lo que se trata es de poner fin a esa
mala costumbre que por desgracia abunda en muchas organizaciones: hombres y
mujeres que tienen un extraordinario talento en lo que hacen y que están
dispuestos a darlo todo por su equipo… pero nunca les llega la ocasión para
demostrarlo. Y así se quedan, a la espera. Escondidos detrás de un manager que
no los visibiliza ni confía en ellos.
Nadie ponía en duda el talento de Coutinho, por
quien el Barça pagó una astronómica suma para contratarlo. Ni de sus ganas por
superar el “bajón” que pasaba. Pero sólo Messi le dio la oportunidad, ¡y en un
momento decisivo! ¿Cómo se tradujo esta decisión? No solamente logró que su
compañero abriera el partido contra el Sevilla, sino que el empujón anímico lo
llevó a convertir otro gol de cabeza en la segunda parte. ¿Casualidad? No lo
parece.
Miremos con atención a nuestro equipo.
Disfrutemos del talento y aprovechemos sus deseos de mejorar. Pero no
olvidemos, como Messi, que a veces el mejor gol no es aquel que infla la red,
sino el que le da una oportunidad a quien la está esperando con ansias.
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