En ruta a la 4T: ¿Austericidio o
transformación?
FORBES- 25 de mayo de 2019
En diversos escenarios económicos
se ha comprobado que sin contribución no hay crecimiento, es imposible fondear
programas de desarrollo e infraestructura, así como mantener la estabilidad.
Entre 1995 y 2005, en América
Latina se creyó que la crisis de la deuda debía atenderse como un problema de
solvencia, sin considerar que justo ese tratamiento terminó desatando un
verdadero problema de solvencia. A principios de 2012, el ex presidente español
Felipe González emprendía una dura crítica contra las políticas de extrema
austeridad implementadas en la Unión Europea, y lapidariamente afirmaba que “la
austeridad hasta la muerte irremediablemente conduce a la muerte”.
En diversos escenarios económicos
se ha comprobado que sin contribución no hay crecimiento, es imposible fondear
programas de desarrollo e infraestructura, así como imposible es que se
mantenga la estabilidad.
Felipe González calificó estas
políticas como austericidas, ya que no generan empleos, ni competitividad,
frenan la globalización, no permiten el crecimiento económico y arremeten
contra la identidad y la soberanía de las instituciones.
Castigar los presupuestos hasta
el punto de ahorcarlos no es, en definitiva, la mejor estrategia contra la
corrupción y el desvío de recursos; es una forma de imponer nuevos populismos
en los que se incrementa la base de pobres con fines electorales, se engruesan
los programas clientelares y se provoca el paternalismo.
Ciertamente, después de esos
largos años de amplia austeridad el mundo se sumergió en una profunda crisis
económica, para la cual aún no hay ruta clara ni proyectos certeros que
reencaucen hacia el desarrollo y la estabilidad.
Hablar de austeridad, tendría que
hacer referencia a las políticas públicas que permitieran un equilibrio en la
cuenta pública, con esquemas viables, razonables y eficientes bajo los cuales
el Estado pueda funcionar y operar las actividades más básicas de atención a la
población.
En un primer momento, bajo
escenarios de amplio debate y descontento, la promesa de austeridad y de
transformación pueden llegar al ciudadano como un bálsamo que cure las heridas
del pasado. Como ese remedio fantástico que nadie antes vio ni pensó, pero que
llega como llegan los proyectos mesiánicos, con muchas promesas y altísimas
expectativas. Sin embargo, con el paso del tiempo, las señales preocupan a más
de uno (y no todos de oposición).
La primera lectura de la política
de absoluta austeridad no se puede hacer a la luz de la transformación pues
pareciera que, en lugar de evitar una crisis, el austericidio dispone las
condiciones para una tormenta perfecta.
Estas condiciones, propician el
desmantelamiento de instituciones, el centralismo, amplían la brecha de la
desigualdad y consolidan el ciclo no virtuoso del desempleo, la baja
contribución y el nulo crecimiento.
La austeridad impuesta (y
extrema) es la respuesta equivocada ante una crisis.
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