¿El populismo o la democracia?
fuera máscaras
FORBES- 24 de mayo de 2019
La concentración del poder
político es una amenaza a la democracia, hoy tenemos la gran oportunidad de
aprender, de contraatacar y de resolver. No al populismo, sí a la democracia.
De acuerdo con Jan-Werner Müller,
el político populista no acepta la disidencia ni dentro ni fuera de su partido.
Sólo él es moralmente superior. Solo él sabe lo que quiere el “pueblo». No hay
espacio para la crítica; todos los que no están con él son sus enemigos y debe
ser eliminados.
Si perdió la elección, es porque
los enemigos del pueblo se la jugaron en contra. Si fracasó en alguna
estrategia, es porque los enemigos del pueblo no le dejan avanzar.
No importa si es un populista de
derecha o de izquierda, siempre encontrará un enemigo a quien culpar y contra
quien dirigir a la masa. El enemigo puede ser el neoliberalismo en
Latinoamérica, la Unión Europea y los inmigrantes en Europa, los tratados
internacionales y los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, y los EU en Cuba
y Venezuela.
Aunque haya ganado la elección el
populista mantiene un discurso de choque y confrontación. Su fortaleza se basa
en crear un enemigo simbólico, fuerte y mantenerlo vivo en todo momento. Esa es
su razón de ser.
Al populismo le gustan las
teorías conspirativas. La verdad y la racionalidad no importan, la única verdad
es la que él construye todos los días. Lo que no es suyo es falso, él siempre
tiene otros datos y si no los tiene, no importa, tiene por ahí un cliché muy
útil para desacreditar a los críticos.
Con esta estrategia poco a poco
va concentrando el poder. Ataca a las sociedades civiles, a la élite
no-alineada, a los medios, a los partidos rivales, a los funcionarios
independientes o al sistema de servicio civil, a la disidencia interna de su
partido y a los jueces. No quiere obstáculos ni límites a su poder. En
paralelo, busca el apoyo del Ejército como una fuerza importante con qué
hacerle frente a la disidencia y para evitar un golpe de estado.
Concentra los apoyos sociales
para que los electores cautivos le deban el favor. No quiere que los pobres
mejoren, quiere alabanzas y sumisión. A diferencia de los partidos demócratas
que respetan la disidencia, como populista lo hace descaradamente y sin ningún
recato. Ya no hay máscaras que cuidar, su estrategia es precisamente eliminar
al rival, romper las reglas y concentrar el poder en sí mismo.
¿Es el fin de la democracia?
Muchos populistas no dan el paso definitivo de suprimir la democracia por temor
a perder estatus en la arena internacional. Polonia, Hungría y Turquía, por
ejemplo, quieren mantenerse dentro o cerca de la Unión Europea para seguir
recibiendo los beneficios económicos. Otros como Venezuela y Corea del Norte sí
rompen con la democracia y pierden los privilegios.
¿Y México? El régimen autócrata
priista del siglo pasado definitivamente tenía fuertes rasgos populistas:
concentración de poder, eliminación de la oposición, adulación perenne al
presidente, Legislativo y Poder Judicial en manos del Ejecutivo, control de
gobernadores, prensa comprada o amenazada, ataque a los empresarios
independientes, control de los sindicatos y simulación de elecciones.
Hoy México, sin haber logrado
convertirse en una democracia con instituciones democráticas fuertes, gobierno
eficaz y Poder Judicial independiente, se vuelve a contagiar de su propio
pasado populista. Por otro lado, es una sociedad más compleja, tiene 20 años de
probar el pluralismo, la disidencia, la alternancia en el poder, la crítica
abierta, la crítica de las sociedades civiles y de los medios independientes.
¿Qué puede ayudar a combatir el
populismo en México?
La crítica, la denuncia, el
humor, las redes sociales, las organizaciones civiles, los medios, las élites
no compradas, los tratados internacionales, la realidad económica, la falta de
recursos financieros, la maduración de la sociedad y el temor a convertirse en
un apestado ante la comunidad internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario