“Pues bien”… “pues mal y se baja”
FORBES- 18 de mayo de 2017
La parálisis política, que ha
causado la ocupación de espacios vacíos de poder por fuerzas ya incontrolables
por el establishment político, nos acerca peligrosamente a un punto de no
retorno.
Había un chiste muy famoso en el
que una persona se encontraba pidiendo ‘aventón’ cuando es recogida por un
conductor que, después de los saludos e indicaciones de dirección a donde se
dirigían ambos, permanece en absoluto silencio. Nuestro héroe, ahora en el
papel de pasajero, comienza a reflexionar sobre posibles temas de conversación,
pero se enreda en sus pensamientos pues cada vez que piensa en un tópico se
imagina las posibles consecuencias, siempre negativas, provocándole una
parálisis de acción. Así, por ejemplo, piensa en hablar de futbol, pero
inmediatamente se responde a si mismo ¿qué tal si el conductor le va al equipo
rival? O piensa en hablar de política y lo mismo, ¿qué tal si el conductor es
del partido de oposición? Y así, hasta que después de recorrer varios posibles
temas, vence su parálisis y se decide dejarlo todo a la suerte e inicia la
conversación con la muletilla ‘pues bien’, a lo que el conductor le contesta,
‘pues mal y se baja’.
En la sucesiva búsqueda
irreflexiva del poder, llevados sólo por la inercia compartida de alcanzar el
éxito económico por la vía fácil, México ha sido literalmente asaltado por un
grupo de personas que han deformado el oficio político, los principios de
servicio público, para convertirlo en una actividad que rompió la frágil línea
de la legalidad/ilegalidad. Al corromper discursivamente de esencia la razón
fundamental de la política, como ‘la actividad de las personas que gobiernan o
aspiran a regir los asuntos públicos’ (RAE) y volver elásticos los principios
éticos que deberían ser parámetros de acción que fungieran como limites a lo
que es permisible en el manejo público de cada persona dedicada a la labor del
servicio público, los ‘políticos’ mexicanos fueron estirando la frontera moral
cada vez más hasta literalmente perder cualquier conciencia o definición clara de
los límites de la honestidad. Sin ningún tipo de autocrítica y con un ego
distorsionado, las nuevas generaciones de ‘políticos’ que han entrado en acción
en el siglo XXI han destruido paulatina, pero consistentemente, los cimientos
del sistema social mexicano al llegar al poder infectados de la forma en que se
ha ido malinterpretando la función de los que deberían ser responsables de la
conducción económica, social, cultural y emocional del país. Afectados por la
creciente inmovilidad de generaciones anteriores, que, en aras de literalmente
‘no hacer olas’ y que exhibieron esa parálisis de ni siquiera poder definir un
curso de acción política clara, dejando pasar oportunidades históricas de
transformación profunda del sistema al no definir con claridad el curso del
pensamiento y la ideología fundamentales para establecer las reglas de
gobierno, estamos el día de hoy padeciendo las no consecuencias de la no
política, que han llevado al país a la parálisis total de dirección
constructiva, abriendo el terreno para la participación de prácticamente
cualquier fuerza que luche por el poder, incluyendo, por supuesto, los
intereses mas abyectos de la sociedad que, en este entorno sin brújula moral, y
ante las muestras de destrucción de la esencia ética del Estado, encuentran
legitimizados sus objetivos y métodos, como hemos visto en el caso de
huachicoleros y narcotraficantes, recibiendo, incluso en muchos casos, y en
muchas regiones del país, el apoyo popular para sus actividades que, en la
lógica del ejemplo, se consideran actos justificados de revancha ante la
desbordada exhibición del abuso de poder de los responsables de la ley y el
orden materializado en robos millonarios de recursos públicos, ostentaciones de
estilo de vida, y el imperdonable despotismo del proceder arrogante que,
inevitablemente cada uno de estos ‘políticos’ asume en una forma de
transformación ‘criolla’ en la que el punto de inflexión es el desprecio social
y cultural al mestizaje natural del llamado ‘pueblo’ convirtiéndose en
caricaturas exageradas de lo que consideran ‘éxito’ y que exhiben a través de
cirugías estéticas, imitaciones burdas de lo que consideran comportamiento
refinado, y la adquisición de todo oropel que transforme y ‘limpie’ del sabor y
color de ‘pueblo’. La carga emocional que significa , en la estructura social
que nos conforma aún, la representatividad de estos personajes, que incluye en
su estructura actual la parálisis a cualquier decisión que pueda comprometer o
poner en riesgo la pertenencia al ‘circulo político de poder’, solo ha
contribuido a que el mal que nos afecta sea transferido a nuevas generaciones
que solo piensan en llegar al círculo de poder para poder transformar su
realidad personal a partir de seguir el ejemplo, sin importar la esencia de las
responsabilidades que debería conllevar el quehacer político autentico.
Si bien esta distorsión del
servicio público comenzó hace muchos años y varios regímenes previos, es
notoria la decadencia y parálisis que se ha ido incrustando cada vez más en el
desempeño del Estado Mexicano, en todos sus poderes. Al concebirse la meta como
una de carácter unipersonal, cada uno de estos ‘políticos’ hace hasta lo
imposible por conservar sus retribuciones y su pequeño nicho de poder evitando
comprometerse con acciones que implicarían consecuencias que pongan en riesgo
su posición hasta convertir esa parálisis personal en una parálisis total del
sistema que el día de hoy ya a ha sido rebasado por la dinámica social
contemporánea en donde el empoderamiento de las distintas comunidades está
creando sus propias reglas y formas de convivencia que, eventualmente,
provocaran una erosión imparable en el actual sistema ‘político’ mexicano.
Tanta parálisis, que ha tenido como consecuencia la ocupación de espacios
vacíos de poder por fuerzas ya incontrolables por el establishment político,
está acercándonos peligrosamente a un punto de no retorno en el que entraremos
a una convulsión histórica -si no es que ya estamos inmersos en ella-
equivalente al ‘pues no y te bajas’.
El nivel de violencia y
destrucción que puede significar esa convulsión, que tiene ya muchos focos
rojos encendidos en todo el territorio nacional, parece ser que solo dependerá
de la inteligencia natural de los distintos entornos sociales que están creando
sus propias estructuras. Las consecuencias de la parálisis en su intento por
mantener las parcelas de poder y negocio, y el haber ignorado las
transformaciones que estaban sucediendo en el país mientras la ‘politica’
seguia reflexionando sobre que tema era el apropiado para ‘la discusión
nacional’ aprovechando y abusando al máximo el ‘aventón’, son inevitables. Su
dimensión, su profundidad y su forma, dependerán de que tanto efectivamente
nuestra sociedad rescate los principios fundamentales de respeto y convivencia.
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