Trump
y los 100 días de sus primeros cuatro años ¿o de los siguientes ocho?
FORBES- 3 de mayo de 2017
Donald Trump no sólo es el
presidente con el menor índice de aprobación de la historia moderna de su país,
es quien menos promesas de campaña ha cumplido (hasta ahora).
Parece lejano el momento en el
que el mundo observaba atónito al candidato republicano hablar de construir un
muro, de revocar el Obamacare, de volver a hacer America Great Again y de
disolver el TLCAN.
Aún más lejano parece el momento
en el que aquel candidato ganó las elecciones y en el que se iniciaba un nuevo
periodo de incertidumbre y especulación en el mundo.
Si bien es cierto que Trump ha
generado un buen número de acciones ejecutivas, también es cierto que a lo
largo de sus primeros 100 días no se ha logrado consolidar el proceso
legislativo que pueda realmente transformar las intenciones en política
pública.
Donald Trump, llegó a la Casa
Blanca con un país sumamente dividido y la clase política polarizada y muestra
de ello es la lenta confirmación de su gabinete presidencial que, posterior a
los 100 días no logra estar integrado en su totalidad (muestra de esto es la
muy reciente designación del Secretario de Agricultura y del representante
comercial de los Estados Unidos).
La expectativa al inicio de su
gestión era que el presidente lograra revertir los efectos de los contrapesos
políticos, de los desequilibrios institucionales, es decir, de aquello que
aparentemente había dado a su antecesor poca capacidad de entregar resultados
concretos.
La realidad es que después de
estos primeros 100 días, se sigue teniendo una amplia duda sobre la capacidad
resolutiva y operativa de Trump tanto por la forma de relacionarse con el Poder
Legislativo como por la falta de gobernanza y legitimidad.
Sin embargo, sorprende que en las
encuestas publicadas a los 100 días de su gestión el 96% de sus votantes que lo
llevaron a la Casa Blanca, afirma hoy que volvería a votar por él.
Fundamentalmente, por la falta de vínculos directos con la clase política a la
que él mismo desprecia.
Este nivel de popularidad y falta
de aprobación no se había visto en los Estados Unidos desde el periodo
presidencial del 33avo presidente Harry S. Truman, quien gobernó de 1945-1953.
Sin embargo, la historia le concede el beneficio de la duda por ser el
presidente que a la muerte de Franklin D. Roosevelt no sólo vio terminar la
Segunda Guerra Mundial, sino que además orquestó en orden internacional
bipolar.
Hasta ahora, Donald Trump sólo ha
conseguido trabajar efectivamente con su Congreso, me refiero a la nominación y
designación del Ministro Neil Gorsuch, quien además de cumplir impecablemente
con las credenciales académicas para estar en la Suprema Corte, se ha destacado
por su amplio dominio del derecho constitucional y eso, viene extraordinariamente
bien en un momento en el que se asoman las disputas y controversias
constitucionales.
El tema preocupante es entonces,
la eficacia política, no sólo del grupo en el poder sino de la expresión de
aletargamiento más importante de los últimos años. Podemos poner como ejemplo a
destacados presidentes de la época moderna quienes además intentaron comenzar
una nueva época de desarrollo al interior de los Estados Unidos. Por ejemplo,
Franklin D. Roosevelt en 100 días consolidó el New Deal para superar la Gran
Depresión, y logró echar a andar la maquinaria económica y el desarrollo de
empleos logrando primero un consenso nacional.
Pero estos 100 días del actual
presidente al frente de su gobierno también nos han demostrado que un personaje
como Trump que dice despreciar a la clase política, se pelea con los medios y
habla de conspiraciones y espionaje, puede ser quizá la antítesis de la figura
presidencial que desde el inicio de la vida independiente de los Estados Unidos
ha buscado preservar la institucionalidad del presidencialismo, mas no del
centralismo. Las grandes lecciones de Donald Trump a sus 100 días de gobierno
deben ser, por un lado que en Estados Unidos el presidente no puede tomar
decisiones sin la aprobación de su Congreso. Y, por otro lado, no puede
realizar políticas públicas y mucho menos política exterior desde una cuenta de
Twitter.
El presidente, si quiere que su
proyecto político dure más de cuatro años, debe saber la diferencia entre ser
un Celebrity Rockstar y un Actor Político internacional.
100 días pueden ser mucho o poco,
el resultado de esta gestión se verá cuando al cabo de su primera mitad haya
suficientes acciones traducidas en política pública, un gabinete administrativo
y operativo consolidado y ejes de política exterior claros y responsables.
Para México, la primera muestra
de voluntad política clara tendrá que ser la pronta designación de un embajador
o embajadora de Estados Unidos ante nuestro país (dada la anticipada renuncia
de la ex embajadora Roberta Jacobson quien presentó su renuncia y no ha sido
revocada ni ratificada). A partir de ahí, se podrá leer un mensaje más certero
respecto a los alcances en materia de agenda binacional del presidente Trump.
No hay comentarios:
Publicar un comentario