¿Qué podría pasar con los 4 Trumps?
FORBES- 19 de mayo de 2017
A partir de la idea de que Donald
Trump tiene cuatro identidades, aquí hay sendos escenarios de su presidencia en
caso de que un perfil se imponga a los demás.
para leer a Donald Trump, se le
puede ver como un hombre de varias y complejas identidades que se dominan entre
sí. En esta continuación, se realiza una prospección basada en los escenarios
del legado de Trump a los que podría llevar el dominio de una u otra identidad.
1) El Hombre de Negocios
Las primeras semanas en la Casa
Blanca han dado algunas pinceladas de Trump como hombre de negocios. Por
ejemplo, las reuniones con las y los líderes de Japón, Reino Unido y China han
ido bien. Si se junta el perfil de hombre de negocios con su obsesión con la
transacción, es posible que Trump cambie algunas de sus opiniones más
drásticas, especialmente en materia comercial.
Además, existe una fuerte corriente “globalista” dentro de su gente de
confianza. Así, no se descarta que termine por abrirse a la Organización
Mundial de Comercio en lugar de cerrarse a los acuerdos comerciales, o que
adelgace los procedimientos aduanales sin completar totalmente la construcción
de un muro fronterizo, entre otras.
Debido a que no le interesa
ahondar en el proceso legislativo -crítico para el presidente en turno-, es
probable que los detalles recaigan en el vicepresidente Pence, el jefe de
Gabinete Priebus y el presidente de la Cámara Ryan, lo cual inclinaría la
administración a una agenda republicana más ortodoxa. Trump se guardaría para
asuntos más mediáticos y ceremoniales.
El dominio republicano en el
Congreso incentiva la opción nuclear de aprobar leyes por mayorías simples y no
por mayoría consensuada, lo que podría desatascar la agenda del Congreso a
través de una votación partidista y en bloque. El pacto de Trump con los
republicanos -que dominan ambas Cámaras del Congreso por primera vez desde
1929- existe, dado que han detenido procesos de investigación, fiscalización y
demandas de juicio político que apuntan hacia la gente del presidente. La pregunta es si actuarán igual durante los
cuatro años de su administración.
De dar este tipo de resultados,
la administración Trump sería popular entre la base republicanas por la
“entrega de resultados decisivos”, mientras que los demócratas lo odiarán por
la modificación del compromise -el espíritu de acuerdos legislativos- y por la
reducción del tamaño del gobierno.
2) El Líder Autoritario
En los meses que Trump lleva en
la Casa Blanca, ha aparecido el personaje dictatorial: promete derribar el
orden internacional que Estados Unidos construyó por más de siete décadas, hace
llamadas furibundas a líderes extranjeros, incrementa su hostilidad hacia
países aliados y despide tajantemente a sus colaboradores, enfatizando que lo
reconozcan como un líder fuerte.
El Trump autoritario que no
acepta críticas y todo lo toma como ataque ha generado reacciones como fuga de información
de la Casa Blanca sin precedente, boicoteos dentro de otras ramas del gobierno,
marchas pacíficas y protestas con disturbios que están minando la credibilidad
en la democracia, las instituciones y los actores estadounidenses.
El presidente estadounidense
tratará de ampliar sus poderes rápidamente, pues le parecen pocos en
comparación con los líderes autoritarios a los que admira. Podemos esperar que
haya más funcionarios gubernamentales que valientemente se abstengan de jurar
lealtad a Trump o que se nieguen a obedecer sus órdenes, cuestionando la
legalidad o la moralidad de sus instrucciones, llevando a más despidos
escandalosos.
En el caso de que las marchas,
protestas y los disturbios escalen, Trump podría militarizar a las policías
locales, difamar y reprimir a la oposición, usar al Servicio de Impuestos
Internos o al FBI como agencias de persecución, así como facilitar los litigios
contra las voces disidentes.
Continuará usando la presidencia
como herramienta para enriquecerse a sí mismo, a su familia y a su círculo
cercano al accesar e influir en las empresas, países y personas clave, llevando
al extremo su pensamiento de que están por encima de la ley y son inmunes a
cualquier crimen mientras estén en funciones.
El punto de quiebre sería una
crisis internacional como un ataque terrorista o un intento de golpe de Estado,
que permitiría a Trump usar efectivamente su retórica más nacionalista y
acaparar poder como sucedió con Bush en 2001. No obstante, la relación
ciudadanía-gobierno puede ser más impredecible dado que, por un lado, los
estadounidenses tienen más información sobre el terrorismo que en ese entonces,
pero por el otro, estamos en la época de la post-verdad, donde la confianza
importa más que la veracidad.
3) El Populista Estrella de TV
La prensa -que está teniendo
resultados históricos- anuncia cada semana la inminente caída de Trump, pero
las bajas expectativas reales sobre su administración y la protección de los
republicanos lo previenen de llegar al precipicio. Para su base de votantes,
Trump es una personalidad de TV y es la forma en que lo juzgan. En esta lógica,
un escándalo se vuelve entretenimiento de dominio público y sólo podrá ser
enterrado con un escándalo mayor.
Trump ha logrado mantener la
satisfacción entre su base -hasta 96% según el Washington Post-, que es más
relevante que su bajo nivel de popularidad, preguntado a un segmento más
amplio, que incluye a los que no votaron en la elección pasada. Aunado a esto,
la actual distribución de distritos electorales en Estados Unidos, así como la
crisis de identidad y liderazgo demócratas, vuelven a la fórmula
Trump-republicanos aún competitiva para las elecciones intermedias de 2018 y
presidenciales de 2020.
En el mediano plazo, Trump
seguiría dictando el estilo del discurso con mayor fuerza y velocidad que la
que tienen los medios para seguirlo. En ese caso, el verdadero disruptor podría
ser el mismo Trump, dada su obsesión con sus ratings de aprobación y con ser
popular, lo cual podría derivar en cambios de agenda, golpes de efecto y
consecuencias inesperadas. Todo por sentirse querido por su base de votantes.
Trump daría preferencia a
anotarse victorias espectaculares ante sus votantes, pero sin grandes
beneficios generales. Los problemas diagnosticados y las soluciones propuestas
serían la base para un Estados Unidos con más deuda y desigualdad. Esto debido
a que sus directrices económicas -expuestas a The Economist; recortar
impuestos, comenzar un boom de inversiones y disminuir el déficit comercial- no
se pueden cumplir simultáneamente. Y a
pesar de que produzca crecimiento en el corto plazo, podría sentar las bases
para algo peor en el largo plazo.
4) El Aprendiz Inexperto
Según Trump, la improvisación es
una de sus mejores habilidades. Sin embargo, en los primeros meses de su
gobierno está resultando más negativa que positiva, afectando las agencias
gubernamentales, la continuidad del trabajo del gabinete y la credibilidad de
EU.
El estilo de Trump se basa
fuertemente en el carisma personal y nada en la institucionalidad nacional, por
lo que, a pesar de los “triunfos” en el corto plazo, los acuerdos a puerta
cerrada y el manejo con ligereza de información relevante dañan severamente la
Grand Strategy estadounidense. La ideología, visión de mundo, la construcción
de procesos y la consistencia en la persecución de intereses estratégicos
también resultan afectados.
La creación de leyes y sus
procesos regulatorios también serían un problema para Trump. Su agenda
desregulatoria puede fracasar estrepitosamente por el procedimiento legal de
“aviso y comentario”, que requiere que las agencias federales deban notificar
sus intenciones, juntar pruebas, reunirse con las partes interesadas, publicar
una propuesta, solicitar comentarios públicos y
publicar un reglamento vinculante. Esto probablemente desespere a Trump,
pues el presidente no puede simplemente emitir órdenes que rescindan
regulaciones que no le gustan.
Las agencias federales deben pasar
por el mismo proceso laborioso para deshacer las regulaciones existentes, sobre
el que Trump no controlará la velocidad. Después tendrá que pasar la prueba de
los tribunales, que al día de hoy ha perdido por mecanismos demócratas bien
desarrollados, basados en los que usaban los republicanos para detener las
políticas de Obama.
Por otro lado, la mayor parte de
la política económica, además de regresiva, puede abonar a una recesión
económica, fuente de presidentes impopulares. Trump podría estar aún más
vulnerable por sus promesas de crecimiento económico y creación de empleo en
los sectores que votaron por él. Se
antoja imposible que sus políticas funcionen en periodo de recesión.
En este escenario, ya sean los
conflictos de interés, los errores estratégicos, las conexiones personales, los
delitos graves cometidos, u otros escándalos de la magnitud del Watergate
presentes y futuros son carnada para realizar periodismo de investigación o
para una oleada de fuego amigo por parte de grupos de republicanos que aspiren
a abanderar a su partido en las próximas elecciones presidenciales. En este
caso, Trump sería un presidente débil: un “pato cojo” o un mandatario que no
concluya su término por renuncia o juicio político y que sea sustituido por su
VP Mike Pence, republicano, conservador tradicional, y mucho más predecible.
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