Lo que debemos comprender al
hablar de negocios
FORBES- 3 de mayo de 2017
Comprender la compleja naturaleza
de los conceptos que necesita un proyecto es vital para entender cómo operan
los negocios.
Existe la falsa creencia de que
el ser humano nace con las dotes necesarias para negociar. Por alguna extraña
razón, creemos que todos somos expertos al momento de sentarnos frente a una
mesa de negociación y aunque algo nos dice que debiéramos tratar el asunto con
mayor cuidado, nos lanzamos al ruedo alegremente como quien se avienta del
trampolín más alto de la alberca cerrando los ojos y apretando la nariz con los
dedos. Por supuesto, hay grandes posibilidades de que el impacto termine
doliendo.
Con un pudor muy raro, los
emprendedores, ejecutivos y empresarios sienten temor de confesar que hay temas
que les resultan ajenos y esta es una de las principales razones por las que
los proyectos fallan o tienen grandes vulnerabilidades. No se trata de falta de
intuición, o de que el producto sea malo, se debe a que quienes tienen en sus
manos la responsabilidad de echar a volar un plan emprenden el vuelo con el
mismo entusiasmo que Ícaro para sufrir los padecimientos: sus alas de cera se
derriten al contacto con el sol. No importa cuánto impulso, cuánto apoyo o
cuántos recursos se tengan a disposición, las probabilidades de éxito se
reducen mucho cuando no entendemos los elementos básicos para hablar de
negocios.
También hay cierto grado de
engreimiento en estos temas. No se trata de conceptos ininteligibles, todo lo
contrario. Son parámetros vitales que sirven de sustento y dan estructura a los
proyectos. Además, son señas que nos indican quién sí y quién no los domina. No
son palabras de moda o vocabulario que nos haga brillar. No hay forma de
blofear, se nota de inmediato cuando alguien está en control de estas
variables. Así que conviene verificar, como si se tratara de una lista de
cotejo, si las dominamos o no.
Según Griffin y Ebert en su libro
Negocios, existen cinco elementos que tenemos que comprender y dominar al
hablar de negocios:
Tenemos que ofrecer un producto
que resuelva una necesidad de mercado. Alguien debe necesitar aquello que
intentamos poner a disposición y lo debe requerir con tantas fuerzas que sea
capaz de querer pagar por ello. En esta condición, no importa que tan buena sea
nuestra idea o si el diseño es perfecto o si estamos realmente enamorados del
proyecto, si no hay clientes, no hay negocio. Por lo tanto, no sólo debemos de
entender la necesidad, tenemos que conocer a nuestro cliente. Tenemos que hacer
un retrato imaginario lo más preciso posible para ponernos en sus zapatos y
ofrecerle lo mejor a nuestro alcance.
Ley de oferta. Es decir, tenemos
que comprender que un fabricante está dispuesto a ofrecer un producto para su
venta mientras su precio aumente y menos cuando su precio disminuya. Aunque
parece obvio, esto implica un gran conocimiento del mercado al que vamos a
atender. Tiene que ver con la estacionalidad con la que se mueve el proyecto y
con la vida útil de aquello que estamos ofreciendo.
Programa de oferta y demanda. Es
preciso dominar los parámetros de evaluación de las relaciones entre los
diferentes niveles de oferta y demanda o los distintos horizontes de precio. De
ahí podremos obtener una curva que nos revele cuántas unidades de producto
deben ser ofrecidas para su comercialización conforme varía el precio.
Precio de equilibrio. Una de las
fallas más frecuentes de un proyecto es desconocer el precio en el que se
maximiza la utilidad y en el que la cantidad de los productos demandados y
ofertados son iguales. Es decir, es el punto de convergencia en el que el
precio que se puede cobrar será el que el máximo número de clientes que estén
dispuestos a pagar.
Punto de equilibrio. Es el punto
en el que las unidades vendidas se equiparan con las utilidades del negocio. Es
decir, es el momento en que se han sufragado todos los costos y gastos sin
llegar a tener utilidad. Este es uno de los conceptos más importantes de
alguien que habla de negocios pues se refiere a la alerta que tenemos de que
vamos a empezar a perder o que ya se va a empezar a ganar. Es un límite que es
de amplia relevancia y un foco de atención que no se debe de desestimar.
Por supuesto, tenemos que
entender que cada proyecto de negocio tiene como objetivo principal generar
utilidades, ese es el primer incentivo que mueve a alguien para asumir el riesgo de iniciar un plan.
La era global, los avances
tecnológicos, las opciones que nos presenta el mundo virtual, las facilidades
que surgen a partir del comercio electrónico nos han hecho olvidar un concepto
básico que aplica para negocios sencillos o complicados, para proyectos de
emprendimiento o empresas trasnacionales con presupuestos superiores a los de
una nación: Un negocio debe enfocarse a identificar y satisfacer los deseos del
consumidor.
Antes que esto no hay nada y
después de ello hay que fabricar una estructura que permita que se desarrolle
un ejercicio empresarial consistente. Es cierto, los negocios se han
transformado y no son lo que eran. A principios del siglo XX, los proyectos se
planteaban para trascender el largo plazo, las empresas se constituían con la
intención de durar de generación en generación y tristemente, la mayoría de
ellas no trascendieron el límite de la primera línea de los fundadores.
Hoy, lo efímero también se plantea
como una posibilidad de negocio. Es más, muchas oportunidades de negocio se
aprovechan con la conciencia del corto aliento y no por ello dejan de ser
rentables. Pero, en esos proyectos, los cinco elementos propuestos por Griffin
y Ebert, adquieren más relevancia.
Sin importar si el proyecto busca
el largo plazo o si es efímero, tener una especie de tablero de control que nos
permita ver de un solo golpe cómo se encuentra nuestro proyecto, constituye una
herramienta muy útil para alguien que quiere hablar de negocios. Es increíble
como muchos emprendedores desconocen alegremente estos conceptos y se lanzan al
vuelo den forma tan inocente y, como algunas personas que los dominan han
logrado sus objetivos con mayor facilidad.
Evidentemente, estos factores no
constituyen una fórmula de éxito. El mundo de los negocios se mueve sobre las
ruedas del riesgo, no hay forma de evitarlo, pero sí de reducirlo.
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