Caperucita Roja, el lobo y las élites
FORBES- 8 de mayo de 2017
El nuevo modo de gobernanza, por
el mercado, no condujo a una forma sostenible de gestión de la vida colectiva
por parte de las élites.
Desde el siglo XIX, en
particular a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad ha
conocido una expansión explosiva en el número de sus individuos y en sus
capacidades científicas, tecnológicas y económicas, pero también en el impacto
que todo ello ha generado, tanto en las comunidades humanas, como en el medio
ambiente.
Sólo para dar ejemplos de algunos
órdenes de magnitud, la población mundial se ha triplicado desde 1950, para
alcanzar los 7, 500 millones de habitantes, y el PIB mundial se ha más que
duplicado en los últimos 30 años, hasta alcanzar, en 2014, los 74 billones de
dólares.
Desde otro ángulo, aquel crecimiento
del PIB mundial se asocia con una continua oleada de revoluciones tecnológicas
que lanzaron a la economía y a la sociedad mundial en la dirección de
constituirse en una ciber-sociedad, al impulso del Internet de la Producción y
el Internet de Todo.
Esto crea condiciones nunca
vistas de dominio científico y de la capacidad para generar riqueza material.
En lo primero, esto significa que el abanico del conocimiento humano va desde
la creciente comprensión del cosmos hasta el dominio progresivo de las
nanodimensiones de la materia; mientras que, en lo económico, autores
estadounidenses hablan de una economía de “costo cero”.
Y, más lejos aun, ya con el
desarrollo de la inteligencia artificial y la informática, se avanza
aceleradamente hacia la creación de ciber-humanos.
Pero, junto con todo ello, la ONU
señalaba, con datos de 2007, que estamos experimentando la mayor ola de
extinciones de especies desde la desaparición de los dinosaurios, mientras
que, en 2015, Credit Suisse informaba que el 1% de la población mundial acumula
más riqueza que todo el 99% restante.
Desde los años 90 del siglo
pasado, esas transformaciones en la sociedad humana y el entorno en que
habitamos se han acompañado con cambios radicales en el contrato social de las
élites para la gobernanza de los países, pasando de la economía de bienestar
(de la segunda postguerra) a la economía de mercado, la ruptura de las
prácticas de solidaridad social y el impulso al individualismo.
Esto funcionó como motor para la
gigantesca transformación que significó la globalización económica y
financiera y la expansión de modos mundiales de producción con las cadenas
globales de valor. Ello fue presentado por sus defensores como una fuerza
imparable de la modernidad del mercado, anatemizando como “globalifóbicos” a
quienes cuestionaban estas tendencias desde los países en desarrollo (Zedillo
dixit, Davos, 2000).
Sin embargo, el nuevo modo de
gobernanza social, por el mercado, no condujo a una forma sostenible de
gestión de la vida colectiva por parte de las élites políticas y económicas de
los países, particularmente de los más desarrollados.
Así transcurrieron largos
procesos en los que estas élites jugaron a Caperucita Roja y el Lobo, desoyendo
las múltiples advertencias de eminentes especialistas que, desde diversas
disciplinas, lanzaban alertas sobre la acumulación de tensiones que esta
evolución generaba en la sociedad mundial.
Estas advertencias evidenciaron
la reiterada incapacidad de esas élites para responder a los reclamos de los
“excluidos” de la globalización y para reconocer las evidencias de que ello se
estaba canalizando políticamente hacia extremismos nacionalistas y
populistas. Asistimos, tras la crisis de 2008, a una sorprendente dinámica de
renovado auge por parte de los actores económicos globales que indujeron la
crisis, particularmente, los financieros.
Finalmente, esta “globalización
líquida”, así llamada por Zygmunt Bauman, hace implosión en el corazón de la
misma, con el Brexit y el triunfo “imposible” de Donald Trump como presidente
de Estados Unidos.
La naturaleza y alcance de los
conflictos obliga a que los dirigentes retomen una perspectiva estratégica para
reconstruir los contratos sociales de manera sostenible y progresiva, en los
países y a escala global. Tarea difícil pero no imposible.
Y un colofón para las élites
mexicanas: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a
remojar”.
*Celso Garrido es profesor
distinguido de la UAM y experto en empresas, finanzas e innovación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario