Lo que no dijo Trump en su primer
informe
FORBES- 31 de enero de 2018
La tendencia de un gobierno por
adoptar ideas o medidas radicales de manera sistemática, como el de Donald
Trump, se conoce como extremismo.
El State of the Union Address o
Informe de Gobierno es una obligación del Poder Ejecutivo marcada en el
Artículo II Sección III de la Constitución Política de los Estados Unidos de
Norteamérica. Desde 1913, Woodrow Wilson (presidente número 28), se inició la
práctica de dar el informe en persona, pues los anteriores presidentes hacían
con rigor la entrega de un informe impreso al pleno del Congreso. Como dato
curioso, cabe destacar que el término State of the Union Address fue usado por
primera vez en 1943 por el presidente Franklin Delano Roosevelt durante el
histórico y emotivo discurso “Four freedoms” (Las cuatro libertades) enmarcado
por un entorno convulsionado por la Segunda Guerra Mundial.
El informe se entrega en martes y
en enero, antes de la primera sesión ordinaria del Congreso (que inicia su
período de sesiones en febrero). Los presidentes de los Estados Unidos deben
dar un State of the Union después de su primer año de gestión para informar a
los poderes de la Unión el estado que guarda la administración y los alcances
que ha tenido la implementación de las políticas públicas.
A diferencia del estilo frecuente
usado al momento de dirigirse a audiencias numerosas, el primer Informe de
Gobierno del presidente Donald Trump destaca por el uso de frases demasiado
cortas, repetitivas y fuera del script.
Trump centró su discurso el auto
reconocimiento a lo que él considera ha hecho muy bien, a borrar toda acción o
política que tenga el sello de Barack Obama, a enfatizar que el bipartidismo no
está sucediendo en los Estados Unidos y en lo bien que va su plan de volver a
“América Grande Otra Vez”.
Escasamente mencionó a Rusia, y
para nada mencionó el resultado de los trabajos que se han dedicado durante el
primer año de gobierno a los escándalos de vinculación y corrupción en su
equipo más cercano.
La retórica divisionista, el
extremismo político y los comportamientos erráticos del presidente a lo largo
de su primer año de gestión se han dejado ver en temas coyunturales dentro y
fuera de los Estados Unidos.
Una agenda de asuntos internos
plagada de descalificaciones y excusas merma el ánimo y polariza a la
población, que ayer, esperaba un informe de resultados y no un discurso que
buscó convencerles de que tanto en migración, defensa y economía “América” vive
una etapa inédita de grandeza y desarrollo.
Lo que no dijo el presidente
Trump es que en lo concerniente a migración la Acción Diferida y las
prohibiciones migratorias que impuso el año pasado traen un costo económico y
político demasiado elevado y que la falta de acuerdos no es culpa del Congreso
sino de su falta de voluntad política.
En materia económica le faltó
tiempo para seguir alabando una reforma fiscal que dará solamente al 5% de los
contribuyentes beneficios abundantes, tampoco habló del cierre de empresas
importantes ni de la pérdida de empleos en sectores clave de la producción.
Por supuesto que no hablo de la
agenda de riesgos para este 2018, dejó fuera una visión real y objetiva sobre
Corea del Norte y el estado real de la amenaza nuclear, tampoco habló de la
amenaza terrorista en momentos coyunturales de este año como lo pueden ser los
Juegos Olímpicos en Rusia, ni de los inevitables reacomodos políticos y
económicos que traerán las elecciones presidenciales que vivirán 40 países
alrededor del mundo.
Descalificó el acuerdo nuclear
con Irán, aseveró que mantendrá abierta la prisión de Guantánamo e incluso, con
orgullo mencionó que servirá para seguir enviando prisioneros enemigos de los
Estados Unidos.
No habló de la insistencia con la
que busca eliminar el fondeo al Programa de Paternidad Responsable, ni de que,
en caso de salirse con la suya, los miembros de la comunidad LGTB no podrán
servir abiertamente en la milicia.
Posterior al informe, Estados
Unidos claramente está más dividido, polarizado en el plano
ideológico-político, al interior de sus instituciones y por primera vez en su
historia moderna, el mismo sistema se ve amenazado por un actor que debería ser
su principal guardia y custodia.
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