Élite iraní, núcleo de la
desigualdad social
FORBES- 3 de enero de 2018
Las protestas que inundan las
calles de Irán desde hace unas semanas, no son novedad en el gobierno del
presidente Rouhani.
De acuerdo al capítulo IX de la
Constitución de la República Islámica de Irán, el cargo a presidente de la
República no tiene el control absoluto de la política exterior, las fuerzas
armadas ni de la política nuclear, ya que estas están bajo el control del líder
supremo de Irán (equivalente a Jefe de Estado); figura que fue creada en 1979
en el contexto de la Revolución Islámica y que derivó en la designación en 1989
del Ayatollah Ali Khamenei. Así pues, el actual presidente de Irán asumió el
cargo en agosto de 2013 para desempeñar las funciones del Ejecutivo que, de
acuerdo a la Constitución, de limitan a la firma de tratados y acuerdos
internacionales, a la administración y planificación nacional, la definición
del presupuesto, los asuntos de empleo estatal, y la designación de ministros
con la aprobación del Parlamento.
En este contexto, las protestas
que han tenido lugar en los últimos días en Irán se han detonado por el
descontento social en contra del gobierno del presidente Rouhani debido a que,
hasta el momento, no se han cumplido las metas de crecimiento económico, oferta
de empleos, incrementos salariales, fortalecimiento del poder adquisitivo.
A lo largo de la historia moderna
de Irán (o de la era republicana de Irán) ningún gobierno ha tomado con
seriedad las demandas sociales y económicas de los grupos menos favorecidos y
que no pertenecen a la élite política ni religiosa de ese país.
Más allá del discurso demagógico,
la injusticia social jamás ha sido resuelta y sus causas estructurales (corrupción
y nepotismo) se mantienen vigentes.
La base de electores que llevó al
presidente Rouhani al poder por segunda ocasión en 2017, estuvo compuesta por
una amplia mayoría de votantes que creyeron en su capacidad para mejorar las
condiciones de vida y de desarrollo económico por encima de su principal
competidor.
Las protestas se dan en la
antesala del cabildeo al interior del Parlamento para la aprobación del
presupuesto de la República de Irán para el año 2018-2019 (año 1397 iraní) y
buscan presionar al Parlamento para aprobar el paquete presupuestal que pudiera
garantizar estabilidad en los precios de los alimentos, mayor oferta de empleo
para jóvenes y mujeres, el incremento del poder adquisitivo y una recuperación
económica.
Ciertamente, estas protestas no
constituyen el inicio de un movimiento revolucionario en Irán; pero el actual
gobierno y la élite político-religiosa deberán escuchar las demandas
socioeconómicas de la población y ofrecer una política interna sólida que
responda a dichas demandas de manera adecuada.
Aunque seguramente el gobierno
del presidente Rouhani ofrecerá medidas para mantener las protestas sociales en
un tono hasta cierto punto pacífico, esas promesas de renovación deberán
rebasar la esfera cosmética para solventar el gran problema interno que
constituye la falta de equilibrio de poder entre reformistas, conservadores, y
la élite clerical-estatal.
A pesar de este contexto, no
debemos desestimar la influencia de países como Israel o Arabia Saudita a
quienes, por razones geopolíticas, les beneficia la desestabilización persa, ya
que ésta constituye el principal contrapeso político en los intereses
regionales.
En ese sentido, se debe
considerar la clara desventaja que tiene Irán respecto a Arabia Saudita, pues
aún le afectan las sanciones económicas que se le impusieron previo al acuerdo
nuclear y aún no disfruta tanto del beneficio de recursos petroleros. A todo
esto, hay que agregar el hecho de que el grupo Hezbola depende en buena medida
del apoyo iraní para el papel determinante que juega en Siria o Líbano, esto
como parte de la estrategia de política exterior que sigue Irán de su zona de
influencia.
El precio de ser una potencia
regional le ha implicado a Irán una competencia permanente con Arabia Saudita
(al menos militar y económicamente) en al menos territorios como Siria, Yemen,
Palestina, Irak, Qatar, y Baréin.
La clave en la evolución de la
actual situación en Irán estará en el resultado de las próximas sesiones
parlamentarias y la puesta en marcha de una política pública nacional que
paulatinamente genere un equilibrio de poder entre el poder ejecutivo y la
élite religiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario