Violencia mediática, juez y ‘Porky’
FORBES- 30 de marzo de 2017
¿Qué tanto la desensibilización
de nuestras emociones es una consecuencia buscada por el establishment?
El martes 28 de marzo la red
explotó. Con información claramente definida sobre el fallo de un juez de
nombre Anuar González Hemadi para otorgar un amparo ‘liso y llano’ a Diego
‘Porky’ Cruz protegiéndolo del ejercicio de la ley —que no es lo mismo que la
justicia—, al detallar en su sentencia que: ‘solo se da noticia de un hecho de
tipo sexual (por la parte del cuerpo) en donde existió el tocamiento, pero no
se aprecia esa intención de satisfacer placeres sexuales o el erotismo propio
del activo, o de un apetito carnal inmoderado, pues es un hecho que se dio
instantáneo, en un solo momento, sin expresar palabra y sin que se tuviera ese
deseo de deleite sexual en detrimento de la víctima’ (Carlos Puig, El país del
Juez Anuar González Hemadi). La indignación de la comunidad nacional se
manifestó a través de la nueva forma de expresión horizontal que, ahora más que
nunca lo podemos observar, rebasó totalmente el control informativo de la media
convencional.
En la investigación ‘The Impact
of Electronic Media Violencia: Scientific Theory and Research’, L Rowell Huesmann,
director del Centro de Investigación para grupos dinámicos del Instituto de
Estudios Sociales de la Universidad de Michigan, sostiene que ‘representar la
violencia como justificada o sin castigo, incrementa la estimulación de
agresión a largo plazo en jóvenes adolescentes’. Esta estimulación a la
conducta agresiva, en un seguimiento continuo en el comportamiento de jóvenes
adolescentes en lapsos subsiguientes de 3, 10, 15 y 22 años, arroja que el 11%
de los jóvenes expuestos a violencia en la media (que va desde la exposición a
video juegos, a noticias de carácter violento, diálogos agresivos e insultantes
y rumores vía radio, televisión, películas, videos, video juegos, celulares y
redes) fueron convictos en un lapso de 15 años posteriores a la infancia media
en comparación con el 3% de la población similar que no tuvo la misma
exposición intensa a la violencia mediática. 42% tuvo agresiones en contra de
su pareja, contra 22%, y 69% contra otra persona, en comparación con un 50% de
la población no expuesta a violencia.
Noticias como la justificación
‘jurídica’ del juez Anuar González Hemadi, insertas en un entorno mediático que
diariamente reporta asesinatos, fosas clandestinas, cuerpos desmembrados, actos
de corrupción por parte de ‘líderes políticos’, aderezados con notas de
acusaciones mutuas, declaraciones irreales y agresivas, descalificaciones
ofensivas… y mesas redondas y artículos de opinión cargados de ideas y
propuestas subjetivas enfocadas al ataque permanente de intereses políticos, han
creado un ambiente mediático que contribuye activamente a la reproducción de un
modelo de conducta que destruye los valores primordiales de convivencia
familiar y social, y establece los parámetros de una forma de subsistencia
basada en la violencia como activo primordial. Violencia a la responsabilidad
social, al buscar incrustarse en el servicio público como forma de
enriquecimiento prematuro; violencia a la responsabilidad personal, al fijar
únicamente el éxito económico como estándar de éxito, sin importar la vía para
lograrlo -una vez más, corrupción, narcotráfico, tráfico de personas,
delincuencia organizada-; violencia la responsabilidad familiar, al sacrificar
cualquier tipo de valor transgeneracional por el salvamento de un momento que,
sin embargo, permanecerá en la conciencia del sujeto, no obstante el resultado
legal, afectando la vida y la dinámica de las vidas a su alrededor para
siempre. Librar una orden de aprensión, cuando la culpa es clara y real, no
hace inocente al sujeto, sino lo condiciona a una de dos: asumir la
culpabilidad en una reconcepción de sí mismo como un delincuente que seguirá
por el camino de la afectación moral ilimitadamente —el reforzamiento de las
conductas delictivas a las que menciona Huesmann—, o la contrición que significaría
el reconocimiento del daño personal, emocional y social, de la conducta
delictiva inicial.
Este entorno mediático en donde
no existe responsabilidad asumida o castigo para los delincuentes, inicia como
un ciclo de autodestrucción nacional cuando los personajes que deberían ser
ejemplares para la ciudadanía son los primeros delincuentes en buscar a través
de los discursos y las mañas legaloides librarse de responsabilidades sobre sus
actos. Con el poder vertical que define a un gobierno en funciones, la
contaminación de actos por fuera de la ley —y que también son actos violentos
según la definición de Huesmann—, permea de arriba para abajo a toda la
estructura de gobierno, y de ahí contamina a la sociedad en general,
convirtiéndonos a todos en cómplices de la autodestrucción social. La
información propagada diariamente por la media sólo refuerza esta sensación de
‘disculpa’ o ‘pretexto’ para actuar ‘violentamente’, desde el acto de
corrupción ínfimo de la ‘mordida’, hasta el desprecio por miembros de la
sociedad por su color de piel o situación económica o laboral, emulando a los
ejemplos transmitidos por la media en donde pareciera que mientras más
‘elegante’ el ‘licenciado’ es exculpado de cualquier mancha de deshonra por el
hecho de poseer un puesto burocrático al que, en secreto, hasta los más
críticos del sistema, anhelan tener para ingresar a ese ‘privilegiado’ circulo
de corrupción disfrazado de ‘éxito profesional’.
Este entorno es en el que jóvenes
como Diego ‘Porky’ Cruz se siente ventajoso para comprar una salida de la ley,
protegido en su deleznable proceder por su familia que, en lugar de reprender
las acciones de su hijo, busca esa inercia de impunidad que diariamente es
reforzada por las noticias y los comentarios convenientes del establishment,
sin por un segundo reflexionar el daño que a largo plazo tendrá la actual
situación. Lo mismo ocurre con el gobernador que huye con su mujer, o el que
compró terrenos a precios irrisorios en Quintana Roo, o el expresidente que
quebró con sus sueños de liderazgo socialista al país, o el funcionario de la
paraestatal, o el representante de partido político, o el empresario que birló
impuestos… o el comunicador que, con la información en la mano, decide vender
el silencio, o entrar en la dinámica entrópica y dañina de la sobreinformación
violenta.
Esta sensación de deriva, de
miedo permanente, en la parte trasera de nuestras conciencias, en él nos
sabemos expuestos a un acto violento en cualquier momento del día y en
cualquier lugar de nuestra vida cotidiana, que tanto es un fenómeno
intencional? que tanto la desensibilización —‘repetidas exposiciones a actos
violentos explícitos provocan que la reacción emotiva negativa ante los mismos
disminuya, creando en el adolescente expuesto pensamientos agresivos
proactivos’ (Huesmann)— de nuestras emociones es una consecuencia buscada por
el establishment para en el desorden social continuar el asalto al país?
La abrumadora reacción de las
redes, con respuestas que van desde el insulto atrapado en el discurso de la
contaminación violenta del entorno, hasta la observación prudente y
contundente, sobre el asunto ‘Porky” es, desde mi punto de vista, la
oportunidad de encontrar una salida, un escape al dictado conceptual de la
información convencional y romper poco a poco el cerco de violencia en el que
estamos atrapados. La detección de informaciones controladas, bots, intentos de
influencia en la opinión pública, ha generado una comunidad que está
reflexionando de manera natural más activamente y que se ha empoderado con la
convicción de su punto de vista en un dialogo horizontal que, en una verdadera
autorregulación, está sacando lo mejor de nuestra comunidad, de cada uno de
nosotros, al denunciar activamente, al involucrarse activamente en temáticas
que, sin esta herramienta, hubieran pasado controladas por la media
convencional, como un escándalo de días, para después ocultarse en el laberinto
de los intereses informativos. La nueva realidad no permite ya el escape fácil
de los responsables y sus actos, aun cuando estamos inundados de violencia que
nos intenta mediatizar y mantener al margen.
Luis Gerardo Salas-Creador y
fundador de Rock 101 desde la FM hasta rock101online.mx siempre explorando
nuevas formas de provocacion. En el curriculum dice: Rock Stock, W Radical, y una
lista larga de noches que se convirtieron en mañanas llenas de música.
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