Lecciones de China para renegociar el TLCAN
FORBES -21 de julio de 2017
La inminente renegociación del
TLCAN está apurando a las partes a definir sus posturas y estrategias. México
puede aprender de China para lidiar con Trump.
La Oficina del Representante
Comercial de EU acaba de publicar los ejes por los que pasará la negociación
del TLCAN; México aún se encuentra en la fase de auscultación de opiniones de
diversos actores importantes para la relación con Norteamérica.
Ante la inminente negociación de finales
de verano, vale la pena examinar lo que China ha hecho para pasar de “gran
enemigo” a “potencial aliado”. Para ello, vale la pena preguntarse, ¿en qué
consiste el tratado comercial sino-estadounidense y qué obtuvo cada uno? ¿Qué
objetivos tiene EU dentro de la renegociación del TLCAN? Y, ¿qué puede aprender
México de cómo ha manejado China la relación con EU?
Cuando dos de los tres polos se
ponen de acuerdo
Estados Unidos entra generalmente
en acuerdos comerciales por razones económicas y de seguridad. En ellos, el
país del norte procura estrechar asuntos económicos, establecer reglas para el
desarrollo y el crecimiento en el futuro, para luego tener socios más estables,
que también puedan ofrecer y sostener entornos de seguridad más sólidos. EU ha
tratado de evitar acuerdos bilaterales por considerar que, con respecto a ambas
prioridades, tienen menores beneficios que los multilaterales. Sin embargo,
Donald Trump cree que los acuerdos comerciales bilaterales son mejores que los
acuerdos regionales o multilaterales.
Durante la campaña, México y
China fueron los países más vilipendiados por Trump, quien acusó al país del
dragón de manipular la moneda, de robar a EU y amenazó con una guerra
comercial. Después, el presidente Trump
decidió salirse del TPP, lo cual dejó a China en una solitaria posición de
ventaja geopolítica en Asia y de influencia en el comercio global.
Concretamente, le dará la oportunidad a Beijing de escribir varias reglas
comerciales y de continuar negociando tratados de libre comercio por su cuenta,
principalmente la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas
en inglés).
Trump invitó al presidente Xi al
resort de Mar-a-Lago, lo que diversos analistas estadounidenses desaconsejaron
por prematuro para la administración e informal para la diplomacia. Xi aceptó la invitación para abril y llegó
con una sorpresa bajo el brazo: anunció que días antes del viaje, el gobierno
chino aprobó el registro de decenas de marcas Trump e Ivanka Trump que
estuvieron en pausa por años. También invitó a la hija y al yerno del
presidente a visitar China para fin de año.
Igualmente, el mandatario sino
cumplió las formalidades: trajo un plan teórico de 100 días para mejorar los
lazos comerciales y una promesa de aumentar la presión sobre Corea del Norte.
Trump presumió con bombo y platillo estos logros. Curiosamente, la línea
general de estos planes ya había sido negociada con el gobierno de Obama.
Como oportunidad de corto plazo,
el grupo de trabajo de los 100 días consultó más de 30 opiniones y se decidió
por negociar un tratado comercial que desencallara algunos temas que
interesaban a cada parte. Del lado estadounidense, el objetivo era disminuir el
déficit comercial con China y cerrar la negociación en el corto plazo para
presumir una victoria ante los votantes.
Del otro lado, el objetivo sino era mejorar la eficiencia de su sector
financiero y mejorar la imagen de los productos chinos en EU. El acuerdo se
cerró en mayo y quedó como sigue.
Nuevas exportaciones de EU a
China
Gas Natural. China podrá
contratar proveedores de gas licuado estadounidenses; la idea de EU es
convertirse en un exportador neto de gas por primera vez en 60 años. Cabe
destacar que fue una autorización de compra, pero no un contrato firmado, y que
tendría un impacto relativamente bajo en la disminución del déficit.
Carne de res. Se eliminan las
restricciones chinas a la importación de carne vacuna que data de hace 13 años,
después de la aparición de un caso de vaca loca.
Servicios Financieros. China
acordó dar acceso total al mercado sino a compañías de pagos como Mastercard,
Visa y American Express. El país asiático también permitirá que compañías
estadounidenses inicien el proceso de concesión de licencias de suscripción y
liquidación de bonos, y que calificadoras extranjeras entren al país. Dado el desacelerado crecimiento del mercado
chino y el dominio de UnionPay, estas medidas tendrán impacto hasta el largo
plazo.
El acuerdo también acelerará el
procesamiento de 8 aplicaciones biotecnológicas, así como de algunos productos
modificados genéticamente.
Exportaciones de China a EU
Servicios Financieros. El
gobierno estadounidense abrió el mercado bancario a las instituciones chinas,
permitiendo que se procesen solicitudes de crédito en Beijing y prometiendo
considerar sus solicitudes con los mismos estándares que los bancos
norteamericanos.
Industria Avícola. EU permitirá
la entrada de pollo precocido chino, que es menos controvertido que el pollo
crudo, pero que aun así despierta suspicacias.
Al revisar este acuerdo
comercial, EU ganaría por goleada en un conteo producto por producto, pero la
examinación de los detalles lo vuelven más interesante:
El acuerdo implica principalmente
cambios regulatorios -no significa que se harán realidad, inmediatamente o en
el futuro- y promesas -no compromisos- de acceso al mercado.
China hizo concesiones que le
cuestan muy poco, en áreas quirúrgicamente seleccionadas para beneficio de
Trump. Simultáneamente, el gigante asiático priorizó entrar en sectores donde
las empresas chinas tienen ventajas competitivas -crédito al consumo y sector
avícola-. Cuando EU pidió reciprocidad para también entrar al mercado sino,
China dijo no.
El balance teórico proyecta una
disminución del déficit comercial en el corto plazo, que en realidad es mínima.
China quedó contenta de que Trump
haya podido presumir los resultados de su “gran negociación”. Pero la gran
victoria del gigante asiático fue que, a cambio de las concesiones del acuerdo
comercial, obtuvo el reconocimiento y disposición a cooperar por parte de EU en
“One Belt One Road”, (OBOR) que es la iniciativa que traduce la gran visión de
China para aumentar la interdependencia económica en Asia. Para ello, utiliza
inversiones masivas en carreteras, ferrocarril y transporte marítimo para
conectar China, el este y el sudeste asiáticos y Europa. Se le conoce como la
“Nueva Ruta de la Seda”.
El sí de Trump implica la
aceptación estadounidense de la ambición china de expandir su liderazgo e
influencia regional, además de que el OBOR podría traer nuevas barreras a las
exportaciones e inversiones estadounidenses al exportar los estándares chinos.
La Administración Obama nunca quiso aceptar ni indirectamente la iniciativa,
aunado a que también rechazó ser miembro fundador del Banco Asiático de
Inversión en Infraestructura.
En síntesis, China vio una
oportunidad y aprovechó hábilmente el amor de Trump por las transacciones y la
urgencia histórica de que su retórica comercial dé resultados, consiguiendo
acceso al mercado para obtener una concesión mucho más valiosa en economía y
política exterior.
Este movimiento es todavía más
audaz al considerar que el corto plazo de la relación EU-China tiene altas
probabilidades de choque. Por un lado, Estados Unidos está por anunciar los
resultados de la investigación especial sobre las importaciones de acero, cuya
conclusión sería que son una amenaza para la seguridad nacional. La Casa Blanca
está dividida imponer un arancel general a las importaciones de acero o
establecer un sistema de cuotas y aranceles. En caso de que se concrete la
medida unilateral, China, la Unión Europea y la Organización Mundial de
Comercio brincarían sobre EU.
Independientemente del acero, EU
no hará concesiones sobre las prioridades chinas: ser reconocida como economía
de mercado, facilitar la inversión de empresas chinas en EU y relajar los
controles sobre las exportaciones de alta tecnología. Pero también China estará
contenta con este ritmo de trabajo: podrá avanzar con sus iniciativas alrededor
del mundo y retrasará que Trump quiera ya sea iniciar una guerra comercial o en
el otro extremo, comenzar a hablar de un acuerdo bilateral de libre comercio.
Lo que Estados Unidos quiere de
México
De acuerdo con el Resumen de
Objetivos para la Renegociación del TLCAN por parte del Representante Comercial
de EU, la intención rectora de Trump es disminuir el déficit comercial
estadounidense con México y Canadá.
Estados Unidos tiene una relación comercial de 544.9 mil millones de
dólares de Canadá, distribuida en 49% y 51%, respectivamente.
Por otro lado, EU tiene una
relación comercial de 525.2 mil millones de dólares con México (equivalente a
unos 1.66 millones de dólares por minuto), distribuida en 44% y 56%,
respectivamente. Esa diferencia del 12%, cercana a los 64 mil millones de
dólares, es la que Trump quiere compensar de que países como México “rompan las
reglas, roben nuestros empleos y drenen nuestra riqueza”.
La obsesión trumpiana con el
déficit comercial representa un error conceptual relevante que, aunada a la
obligación de publicar los objetivos de la negociación, le dan a México una
ventaja de unos días para reajustar su postura y ser quien ponga primero las
propuestas sobre la mesa. Las directrices se podrían resumir de la siguiente
forma:
Negociaciones para lograr ajustes
al déficit comercial. Incluye áreas textiles, agrícolas, manufactura. También
hay esbozos de presionar para subir el estándar de salarios en México y de
desarrollar la fuerza laboral en la región.
Puesta al día de diferentes
sectores. Principalmente a través de regulaciones, homologación de estándares,
resolución de juicios y controversias, protección de inversión, realización de
negocios con paraestatales, así como mecanismos pro transparencia y anti
corrupción. También incluye sectores como telecomunicaciones, financiero y
energético (ahora posible por la Reforma Energética).
Inclusión de industrias que no
existían hace dos décadas. Sectores como bienes y servicios digitales
-incluyendo comercio electrónico- y exportación de servicios profesionales.
El documento confirma tanto la
convicción de Trump sobre las alternativas que da el proteccionismo como la
división interna que existe entre sus asesores sobre qué atacar y cómo en la
renegociación. Notablemente, no incluye explícitamente la renegociación o
imposición de aranceles comerciales -que serían clave para ajustar
agresivamente el déficit- y que presuponen la continuidad del comercio regional
libre de cargas.
Otras partes del documento
-especialmente propiedad intelectual, medio ambiente y comercio digital- son
muy similares a lo que el sector privado había influido que fuera la postura
estadounidense de cara a la negociación del TPP, durante la administración
Obama. También hay que señalar la vaguedad general en el documento -dice qué
quiere, pero no dice cómo o enfocándose en qué mecanismos-, y falta de detalle
en áreas como protección a la inversión, asignación de contratos
gubernamentales y manipulación de divisas.
Lecciones para México de la
negociación china
Acuerdos de Libre Comercio en
épocas de proteccionismo.
De acuerdo con investigadores de
la Institución Brookings, el mundo está polarizado en tres formas de ver el
comercio: la restauración, la revisión y la protección. Cada posición tiene
ciertas convicciones, pero dados los conflictos sobre la mesa, no queda claro
qué visión del orden internacional se impondrá.
En primer lugar, los
restauradores quieren volver al estado anterior del mundo, donde EU encabezaba
el concierto internacional y Europa se integraba aún más. “Creen en la
globalización y la cooperación multilateral. Por lo general están en la
centroizquierda y centroderecha de las naciones occidentales”. Entre sus
exponentes se encuentran los gobiernos de Alemania, Francia, Japón. La presente
administración mexicana entraría en esta categoría.
Acto seguido, los revisionistas
“desean derribar el viejo orden y reemplazarlo por algo nuevo”. Aquí entrarían Rusia -que buscaría un orden
internacional basado en esferas de influencia por parte de súper potencias- y
China -partidaria de esferas más pequeñas y de que se mantenga el orden
económico mundial-. Estos países semi aperturistas están a favor del comercio
alrededor de sectores y empresas -muchas de ellas paraestatales-, donde tienen
sistemas de protección legal y burocrática de la industria; a veces realizan
concesiones, pero en general son capaces de remplazar unas barreras con otras.
Aquí entrarían los países donde gobiernan las extremas derecha e izquierda, que
buscan disolver el sistema de alianzas liderado por EU
En tercer lugar, los populistas
se concentrarían estrechamente en intereses nacionales y tienen pocas
intenciones de preservar el orden internacional, pues su idea es aportar menos
y obtener más. “Parecen cómodos con la
desaparición de muchos elementos de los pactos de negociación y los compromisos
de seguridad, pero no buscan reemplazarlos con nada más”. Aquí estarían las administraciones actuales
de EU, Gran Bretaña y Turquía.
Así, antes que sentarse en la
mesa de negociaciones, México debería entender esta tridivisión y ser
pragmático para no defender innecesariamente posturas ideológicas de paladín
del libre comercio.
La impecable ejecución china del
“Manual para lidiar con Trump”
El estilo y la personalidad de
Trump ya permean tanto en los fondos como en las formas de sus colaboradores,
quienes serán los renegociadores del TLCAN. Curiosamente, los acuerdos que han
obtenido diferentes países en negociaciones con la administración Trump han
sido positivos a dos avenidas: los líderes obtienen en términos generales lo
que buscan, mientras que EU queda contento con el resultado de la negociación.
Para ello, los líderes mundiales
durante el G20 o los participantes de las reuniones bilaterales con Arabia
Saudita, Israel, Alemania, Japón, entre otros, han seguido lo que informalmente
bien pudiera ser el “Manual para lidiar con Trump”. Aquí algunas lecciones para
México:
Atención a la química a
interacción personal. El carácter de empresario hotelero de Trump hace que esté
interesado en la relación personal. El gobierno chino accedió gustoso a asignar
tiempo a que ambos equipos se conocieran personalmente y especialmente, se
llevaran bien. Después, mantener el contacto ha sido clave.
Abrir la negociación con regalos
y concesiones. Ya que el equipo de Trump tiene sesgo cognitivo de superioridad
ilusoria, quieren creer que están siendo grandes negociadores, por lo que es
buena idea llevar una concesión simbólica inicial. No necesariamente tiene que
ser la promesa saudí de inversiones billonarias; los chinos llevaron la
aprobación de registro de marcas Trump, cuyos intereses sobre sus negocios van
primero que los estadounidenses.
Explotación de la
transaccionalidad. El único dogma del autor de “The Art of the Deal” es la
transacción, por lo que más que seguir principios rectores, busca el estira y afloja
de comprador y vendedor; le resulta importante llevarse la percepción de haber
alcanzado las mejores concesiones. De tener pragmatismo y claridad en el valor
de las monedas de cambio, los objetivos mexicanos pueden ser ambiciosos.
Hacer las propuestas entendiendo
los objetivos de la otra parte. La obsesión con el déficit comercial permitió
que China estudiara su margen de acción y pusiera las propuestas sobre la mesa,
lo que finalmente derivó en hacer concesiones calculadas que también
satisficieran a los negociadores estadounidenses.
Evitar dar notas envalentonadas
en los medios. Si bien todo lo que Trump hace es noticia, su adicción a los
medios tradicionales influye en sus posturas. China también dio el ejemplo,
pues no hubo filtraciones a los medios sobre el sentir de los negociadores
chinos, y al alcanzar el tratado, el Vice Ministro de Economía sino apuntilló
la negociación diciendo que el “acuerdo es balanceado” y además dio a entender
que EU fue un negociador feroz.
Escuchar con paciencia… Las primeras
declaraciones estadounidenses tienden a ser de reclamo, pero sirven de
desahogo, por lo que escuchar con paciencia de Job permite despresurizar los
siguientes turnos de la negociación.
…A efecto de encontrar el momento
para explicar la complejidad de la situación. Los líderes han fabricado
espacios para exponerle a la administración “lo difícil que es el asunto”, así
como la voluntad de ayudar a resolverlo. Después de estas pláticas basadas en
mensajes cortos, contundentes y sin grandes, han logrado que Trump cambie
algunas de sus posturas sobre las que no tenía mucho conocimiento.
Trabajar el entorno. En un hecho
bastante comentado por la prensa, el entorno familiar y los amigos millonarios
tienen una fuerte influencia sobre el mandatario, lo cuál ha sido aprovechado
por varios países.
Si bien este enfoque puede ayudar
en las negociaciones, cabe enfatizar que el resultado de las mismas tendrá que
ser aprobado por el poder legislativo de cada integrante del TLCAN. Mientras más asimétrico sea el tratado, más
tardada y difícil será su aprobación por los congresos o parlamentos… a menos
que alguno de ellos ceda ante las prisas, los compromisos con ciertos intereses
o las presiones.
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