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viernes, 21 de julio de 2017

el jazz y el rock

Transición entre el jazz y el rock



FORBES -21 de julio de 2017
El panorama energético a nivel global muestra señales de un periodo de Gran Transición que demanda una creciente competitividad económica; es necesario el manejo de ritmos.

El surgimiento de nuevas tecnologías a paso acelerado (como vehículos eléctricos y sistemas de almacenamiento energético) generarán una contracción en la demanda de energía. La tecnología y regulaciones también están convergiendo para asegurar un uso más eficiente de electricidad, y las regulaciones medioambientales empujan hacia una reducción de las emisiones de carbono, lo que genera prejuicios -o incentivos- a favor del uso de energías no renovables o gas. En paralelo la oferta energética experimenta una disrupción ya que los costos de producción de hidrocarburos continúan a la baja y los recursos no convencionales se producen de forma económica. Aunado a esto, la reducción de costos de fuentes de energía renovables también impactará a la oferta.

En este contexto, Accenture junto con el World Energy Council y el Instituto Paul Scherrer proyectan escenarios potenciales dependiendo de ciertos habilitadores clave para el sector energético. Los tres escenarios se plantean a través de una analogía musical y nos ayudan a describir cómo se escuchará el futuro. En todos los casos se asume igualdad de condiciones para factores como el crecimiento poblacional, un incremento en la dominancia de China y la evolución tecnológica.

“Jazz Moderno” es el escenario de un mundo impulsado por el mercado. La innovación tecnológica y la asimilación se mueven por el valor económico que generan y se busca un acceso energético económico para todos. Finalmente, “Rock Pesado” habla de un contexto en el que las naciones actúan de forma más independiente para maximizar sus objetivos, incluyendo elementos proteccionistas e indiferencia hacia el cambio climático.

Hoy estaríamos tentados a pensar que el mundo transita más hacia un escenario como “Rock Pesado”, pero es necesario mantener la visión de un futuro a largo plazo. El resultado más impactante de los escenarios predice un pico o aplanamiento de la demanda para el carbón y petróleo dentro de los próximos 10 a 25 años. En el caso del petróleo, la predicción es que la demanda dejará de crecer a un ritmo histórico. En contraste, el gas continuará incrementando su demanda al permitir un balance razonable entre asequibilidad económica, accesibilidad y un recurso amigable con el medio ambiente. Los hidrocarburos seguirán representando la mayoría de la oferta energética para el año 2060, pero con una importancia relativa erosionada.

Si hacemos un acercamiento a la disponibilidad de petróleo, hoy las reservas globales existentes son de tamaño similar a la demanda acumulativa hasta el año 2060 bajo cualquier escenario. Esto pone una fuerte presión a países como México, que deberán mover con agilidad recursos probables, posibles y contingentes para ser económicamente competitivos. Actualmente más de 80% del potencial de hidrocarburos en México permanece como no probado y, por lo tanto, a un mayor riesgo de quedar varado. Hoy la llave de la industria de petróleo es la competitividad de los recursos. Nos dirigimos a un mundo en el que los hidrocarburos no serán escasos y, por lo tanto, para países ricos en recursos como México una de las preguntas clave será cómo evitar terminar con petróleo que se quede bajo tierra o cómo monetizarlo mejor.

Es en esta transición se vislumbra la necesidad de una nueva agenda nacional de gas y petróleo impulsada por dos factores: acelerar la producción maximizando la oferta de habilitadores para jugadores existentes, y crear eficiencias para hacer a México más atractivo en un mundo en donde los capitales son inteligentes y sólo las mejores oportunidades podrán acceder a ellos.

México tiene la oportunidad única de crear un ecosistema compartido de petróleo y gas apalancando nuevas plataformas inteligentes como blockchain y cómputo en nube para crear una visualización transparente de todas las transacciones de mercado. El impacto es tangible en elementos concretos como el tiempo de perforar un pozo o la identificación de pérdidas, pero tiene un mayor significado en términos de permitir a México, como mercado moderno y atractivo, ser compatible con las expectativas más altas de todos los jugadores de la industria.

 

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El país tiene un futuro brillante en la industria del petróleo y gas. Los pasos más importantes tomados por la reforma energética han sido en la dirección correcta. Sin embargo, eso no quiere decir que sea suficiente. Es momento de actualizar las prioridades nacionales dentro de este nuevo contexto global de transición energética, y sincronizar el jazz y el rock para crear un ritmo energético de alto valor competitivo para nuestro país.




*Horacio Vergara es Socio Director de la industria de Recursos Naturales en Accenture México

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