El concepto que Trump no quiere
que entiendas
FORBES- 28 de julio de 2017
El mandatario estadounidense se
queja continuamente del déficit comercial, pero ¿es justificada su paranoia? Aquí encontrarás lo que tienes que
saber del concepto.
En los últimos dos años, buena
parte del debate alrededor del libre comercio ha pasado por el déficit
comercial, una medida económica importante para monitorear, pero no
necesariamente primaria para el desarrollo de política pública. Ante la
renegociación de diferentes tratados comerciales, vale la pena preguntarse,
¿qué es el déficit comercial? ¿Cuáles son sus premisas? ¿Qué implicaciones tiene?
Y, ¿qué hacemos con él?
El déficit comercial
Los países compran y venden
productos y servicios al resto del mundo, y al hacerlo, es muy difícil que
queden con un balance de cero. Así, un déficit comercial se produce cuando un
país importa más de lo que exporta. Cuando el déficit es sólo entre dos países,
se habla de un déficit comercial bilateral.
Planteando una analogía, si una
persona va al mercado y paga dinero por su comida, esto significa que:
Confía en el vendedor y hasta
cierto punto, pensaría que es mejor opción que otras que hay ahí afuera (por
calidad, precio, conveniencia, por ejemplo).
Tiene un déficit con el vendedor,
pues le está comprando más de lo que le está vendiendo.
Así como la persona tiene un
déficit con el vendedor de comida, puede tener más déficits con su médico, los
proveedores de servicios, el suministrador de gasolina, entre otros. ¿Y cómo
paga dicha persona? Con dinero que obtuvo por vender bienes o servicios, o ser
empleada. Entonces, la persona tendría también un superávit con quien le pagó.
Con estos antecedentes, se tiene
la conclusión parcial que los países producen cosas en las que son buenos
-tanto para consumo interno como para venderlas a externos- y compran otros
bienes y servicios en cuya producción no son tan competitivos. Además, el
balance comercial de todo el sistema es más importante que cualquier superávit
o déficit bilateral.
Dos premisas adicionales: La base
de las ciudades ha sido el comercio entre diferentes entidades que prosperan
juntas. Y las economías nacionales se pueden entender mejor como la suma de
diferentes economías de ciudades y regiones que producen distintos bienes y
servicios. Al hacer transacciones entre ellas, se crea valor en el sistema
porque una parte cobra dinero y la otra obtiene un producto competitivo. Por
ello, históricamente, el comercio ha tendido a apoyar el crecimiento de los
sistemas económicos.
Si el comercio creara pérdidas,
esto significaría que en general, todas las partes -desde productores hasta
consumidores- han empeorado su situación por sus decisiones a lo largo del
tiempo; éste no es un fenómeno dominante. Tampoco sucede que las ganancias de
una parte vengan de las pérdidas de la otra, por lo que el comercio no es un
sistema donde el resultado general sume cero.
Entonces, como la posición de un
país en el comercio internacional es la suma de las millones de decisiones de
los consumidores y las empresas para comprar o vender bienes o servicios, la
cuestión clave es cómo los beneficios se distribuyen entre los países.
La interpretación estadounidense
De acuerdo con el equipo del
presidente Trump, “los déficits comerciales son la indicación más clara de que
EU se ha convertido en un perdedor habitual en el mercado global”. Dicha visión
asume que las exportaciones son triunfos y las importaciones son pérdidas, por
lo que, ya que EU vende menos bienes y servicios de los que compra al resto del
mundo, sería una economía perdedora. Esto se potencia al ver la situación
deficitaria estadounidense en comparación con sus pares del G20, donde destacan
los déficits con China, México y Alemania:
Para pensar así, se está dando
por sentado que el comercio no crea valor, sino que es una suma cero -postura
que muy pocos economistas comparten- y esto reabre un debate que se creía zanjado
hace décadas. La postura se
complementaría por convicciones como que:
Los déficits comerciales son la
causa central de los problemas económicos y de producción en EU.
Los socios comerciales necesitan
más el dinero de EU que al revés.
Si se revirtiera la tendencia, se
reabrirían las fábricas que se fueron por la firma de los tratados comerciales
y se crearían muchos empleos.
La ecuación básica del PIB
Sin embargo, el déficit comercial
de EU no refleja que el país haya perdido en el comercio internacional. Al
examinar la ecuación del PIB a precios de mercado, entendida por PIBpm =
Consumo Final Nacional + Inversión en Consumo + Gasto Público + (Volumen de
Exportaciones – Volumen de Importaciones); parecería que las importaciones
efectivamente restan a la producción o son negativas.
Pero en realidad son restadas por
un motivo de contabilidad: por definición, el PIB mide el valor de los bienes y
servicios producidos dentro de un país, y en su ecuación, las importaciones ya
están siendo calculadas en los demás elementos de producción nacional
-inversión en consumo y gasto público-. Así, las importaciones se sustraen para
calcular la producción nacional sin cometer el error de contar dos veces el
mismo concepto.
El hecho de que se resten las
importaciones tampoco hace que el PIB sea menor. La falla en esta lógica es
que, tanto el déficit comercial como el PIB son resultado de otros factores
subyacentes que están reflejados en los demás elementos de la ecuación.
Entonces, son un producto de la forma de calcular la ecuación, pero no son ni
causa ni efecto de la misma.
Por ejemplo, en las últimas dos
décadas ha habido mayores déficits comerciales en EU cuando la economía ha
crecido más rápidamente, y los déficits han sido menores cuando la economía
estaba mal funcionando. En un segundo
ejemplo, si EU aumentara su gasto en infraestructura, éste incrementaría los
ingresos y, por tanto, el consumo, incluyendo las importaciones, así como el
déficit comercial. O si entrara en recesión, el déficit comercial bajaría por
la reducción del consumo de todos los bienes, incluyendo las importaciones,
mientras que la producción no aumentaría.
Los casos anteriores reflejan los
cambios en el indicador de la balanza comercial, pero también dejan claro que
ni el déficit indica una economía en crisis ni el superávit refiere una
economía sana. Por tanto, no existe un vínculo directo ni simple entre el
tamaño del déficit comercial y el nivel de actividad económica que mide el PIB,
o la salud de la economía.
Los desequilibrios comerciales en
el mundo son temas todavía más complejos que aún son materia a debate entre
economistas. Pero la historia es diferente para cada país, pues hay factores
como su tamaño, los tipos de bienes y servicios que exportan, la madurez de su
economía, y la razón por la que existen desequilibrios comerciales.
Desde hace décadas, se decidió
que las importaciones fueran un factor muy importante para el crecimiento de la
economía estadounidense. Ya si las importaciones son realmente buenas o malas
para el crecimiento económico de EU, eso depende de en qué se utilicen. Si se
hace un uso productivo, las importaciones hacen que las empresas sean más
competitivas, pudiendo dar mayor empleo y generar más riqueza.
Podemos decir con certidumbre que
la situación actual del déficit sí refleja buena parte de los fenómenos
alrededor del consumo y demanda de valores seguros en EU:
Ya que la economía de EU está funcionando mejor
que otras economías del mundo, los consumidores estadounidenses tienen forma de
comprar bienes en el extranjero, pero es más difícil que los extranjeros le
compren a EU, lo que aumenta el déficit comercial.
Las subidas en las tasas de interés de los
últimos meses elevan el valor del dólar. Además, el billete verde es usado en
todo el mundo, pues ante la falta de activos considerados como seguros, es
prácticamente la moneda de reserva global.
Desde hace décadas, los estadounidenses han
consumido más de lo que han ahorrado o invertido, y para consumir han pedido
prestado en lugar de usar dinero propio. En los últimos años, han ahorrado a
tasas mucho más bajas que los países que han progresado económicamente, por lo
que se han convertido en una nación de consumidores y no de ahorradores. Por un
lado, gozan de altos estándares de vida, pero por el otro, están pagando gran
parte de su consumo e inversiones a través de préstamos. Ya que elevar los
aranceles sobre las importaciones sin invertir o ahorrar no eliminará el
déficit, el debate se inclina a que se busquen incentivos de ahorro o políticas
tributarias.
Si se cumple la agenda fiscal de Trump, que
pasa por recortar impuestos individuales y corporativos, probablemente se
impulse el crecimiento económico y lleguen inversiones a EU, por lo que también
elevaría el valor del dólar y aumentaría el déficit.
El déficit comercial tiene otro problema por la
forma en que se mide. Veamos, por ejemplo, los automóviles ensamblados en
México o los celulares hechos en China. A pesar de que EU los importe, muchas
de sus partes y su propiedad intelectual vienen de diferentes países, pero
principalmente de EU. Entonces contabilizar una importación a precio completo
es engañoso, pues cuando los productos van y vienen, generalmente el país
exportador final sólo añadió una fracción del valor -por ejemplo, la mano de
obra que participó en el acabado de los productos- pero en los libros de
comercio, se registra el valor completo del producto.
Las razones anteriores llevan a la conclusión
de que sería más útil conocer el valor real o agregado de las importaciones
dentro de las cadenas de valor, que el importe último del producto. Por un
lado, la OCDE y la OMC han estado evaluando metodologías basadas en el “valor
agregado” para ajustar las balanzas comerciales. Por el otro, el gabinete de
Trump ha considerado cambiar el cálculo del déficit comercial para inflarlo:
quieren dejar de contabilizar las “reexportaciones” -aquellas mercancías que llegan
a EU y que se envían a otro lugar inmediatamente- como exportaciones.
Este proceso de producción compartida acentúa
la otrora apuesta estadounidense por las cadenas globales de valor y es el
cimiento de los tratados de libre comercio. Más importante, las fábricas
estadounidenses han aumentado su producción en los últimos años, basándose
fuertemente en estas cadenas globales de suministro. Ya que la mayoría de estas
cadenas son alrededor de la manufactura, el déficit comercial golpea con más
severidad a esta industria.
Los problemas que destapa el déficit
La minuciosa examinación del déficit por parte
de la comunidad internacional ha confirmado que éste es un indicador económico
relevante, pero imperfecto, y que no se sostiene para ser el eje rector de una
política pública económica. El mismo análisis ha confirmado que el déficit
comercial expresa síntomas de problemas profundos de esta época, entre los que
destaca el papel de la automatización y la necesidad de inversión.
Según la Institución Brookings, el comercio de
EU con México llevó a poco más de 100 mil pérdidas netas de puestos de trabajo
en la industria manufacturera, alrededor del 0.1% de la mano de obra
estadounidense. De acuerdo con el Economic Policy Institute, las pérdidas
llegarían a 700 mil empleos.
Entre 1980 y 2015, se perdieron seis millones
de empleos estadounidenses en el sector manufacturero, y apenas se crearon 800
mil. Además, la transición a economía de servicios dejó 33 millones de nuevos
empleos. Pero correlación no implica causalidad y culpar a los tratados
comerciales falla en explicar la verdadera razón: la automatización del sector impulsó la
productividad manufacturera en 2.5 veces para el mismo periodo de tiempo, así
como el valor total de la industria, por lo que ahora requiere menos
trabajadores para crear más valor.
Para entender esto tangiblemente, sólo hay que
imaginar la cantidad de veces que una fábrica ha despedido trabajadores porque
“compraron una nueva máquina y ya no necesitan tanta gente”. Ya a nivel macro, es innegable que todas las
economías avanzadas han estado reduciendo constantemente su participación en la
generación de empleo, así como el tamaño de la fuerza laboral manufacturera,
independientemente de los déficits o superávits comerciales.
La administración estadounidense está
considerando medidas para “traer empleos de regreso a Estados Unidos”, cortando
impuestos corporativos y eliminando regulaciones, pero también aumentando los
aranceles y las barreras comerciales. Estas propuestas son una respuesta a la
decisión de muchas compañías que salieron de EU para reducir costos. Pero con
el avance tecnológico, incluso si las mismas empresas regresaran a EU, van a
traer menos empleos que cuando marcharon.
Entonces, ¿qué hacemos con el déficit comercial?
La simplista explicación de restringir el
comercio a través de barreras y aranceles podría dar resultados en el corto
plazo, aun sabiendo que su propia implementación causaría litigaciones,
sanciones y podría desatar una guerra comercial. Si bien dichos aranceles
podrían influir en el déficit, los impuestos sobre las importaciones también
son impuestos sobre las exportaciones, donde se extraen recursos de una cuenta
para llenar la otra.
En el informe anual del Banco de Pagos
Internacionales, se incluye una simulación en la que se puso un arancel de 10%
a todas las importaciones estadounidenses de China y México. El resultado
reveló que las tarifas arancelarias perjudicarían a las compañías
estadounidenses de manera directa e indirecta, donde el sector de equipos de
transporte sufriría más, seguido por los de pieles, petróleo, textiles,
maquinaria y equipos eléctricos.
Entonces, si las empresas gravadas no quisieran
absorber el costo de los aranceles, el consumidor final sería el que los
terminaría pagando, causando aumentos en los precios de los productos e
inflación generalizada. Pero si las empresas quisieran absorber el costo de los
aranceles para mantener un precio competitivo, tendrían que recortar costos
salariales o acelerar el reemplazo de dichos puestos de trabajo con robots.
En conclusión, el comercio internacional ha
sido un gran medio para inversionistas y multinacionales que han aprovechado -y
en varios casos abusado de- la mano de obra con bajos salarios para fabricar
sus productos, mientras que los principales perdedores son los trabajadores
desplazados por la tecnología y el rediseño de las cadenas de valor. Pero los
ganadores también han sido los consumidores, que pueden comprar productos más
baratos.
La lección es oportuna: el círculo virtuoso del
incremento en el consumo no debe estar basado en la deuda, sino en el
crecimiento productivo e innovador. Por ello la respuesta, una vez más, es
regresar a lo básico, que es la educación y la capacitación de las personas
para posiciones que requieran habilidades difíciles de automatizar, incluyendo
las humanidades y las áreas de ciencias, tecnologías, ingenierías y
matemáticas.
La inversión para el desarrollo de la educación
y la capacitación permitirá la monetización de tecnologías de alta valuación, y
que los países sigan siendo competitivos. La misma tecnología ocasionará que
los trabajadores poco calificados sean menos valiosos. Esta inversión debe ser
complementada con inversión en infraestructura, conectando a las pequeñas
empresas con inversionistas, emprendedores innovadores, universidades,
gobiernos y nuevos mercados.
Pero mientras los líderes de los
diferentes países se deciden si hacen o no estas inversiones, hay que lamentar
que los déficits comerciales son una herramienta política para explicar
fenómenos complejos e interconectados de forma simplona. En dicha coyuntura,
los paranoicos de los déficits comerciales pueden salir airosos: al final le
pueden echar la culpa a otros y sus seguidores les darán la razón.