La derrota de
los pequeños
FORBES- 23 de junio de 2017
Cabe esperar un crecimiento del
poder de mercado de las grandes empresas, y una caída de la participación de
las rentas del trabajo.
En un reciente documento de
trabajo presentado por el MIT, John Van Reenen y sus coautores documentan una
clara tendencia global hacia la caída de la participación de las rentas del
trabajo en la renta total.
Durante decenios, y como predecía
el modelo económico más sencillo al respecto, el reparto de la renta entre
capital y trabajo fue constante: en Estados Unidos, donde los datos históricos
son más fiables, dos tercios de la renta fueron rentas del trabajo y un tercio
de rentas del capital durante las cuatro décadas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial.
En los últimos años, esta
constancia se ha roto. Desde hace algo más de dos décadas, en todos los
sectores de actividad y en la gran mayoría de los países occidentales, la
participación de las rentas del trabajo en la renta nacional ha caído de manera
significativa y constante.
Dada la generalidad del resultado
en todos los sectores, no parece que tenga relación directa ni con el comercio
internacional ni con la robotización (ya que afectaría a unos sectores y no a
otros), aunque sí puede ser una consecuencia indirecta de ello.
Para saber por qué está
obteniéndose este resultado, es útil entender tres importantes observaciones
recientes muy relacionadas:
Van Reenen y sus coautores
muestran que, en casi todos los sectores de actividad, las grandes empresas
representan una proporción creciente de las ventas. Es decir, en cada segmento
(coches, computadoras, tiendas, banca) se produce una concentración creciente
de la actividad, de manera que el gran “monstruo” (por ejemplo, Zara o Bimbo)
acumula una proporción mayor que antes de las ventas totales.
Por otro lado, como comenta Luis
Garicano, este incremento de la concentración está relacionado con la caída de
la renta del trabajo: cuanto mayor es el aumento de la concentración en un
sector, mayor es la caída de la participación del factor trabajo en la renta
global.
Sin embargo, esto no parece
deberse a incrementos de los salarios. Un reciente equipo de la OCDE, liderado
por Chiara Criscuolo, muestra que, sector por sector, crece fuertemente la
brecha de productividad entre las mejores empresas y las empresas con desempeño
medio: las mejores están cada vez más distanciadas de sus perseguidoras.
Por ejemplo, en la industria, los
mejores tuvieron, entre 2000 y 2013, crecimientos anuales de productividad
total de casi el 3%, mientras que los demás se quedaron en el 0.6%. En
servicios, los mejores vieron su productividad crecer al 3.6%, pero el resto
sólo alcanzó 0.4%. Este reparto del crecimiento de la productividad explica, en
parte, el mal comportamiento reciente de la productividad en todo Occidente y
la crisis en que nos hallamos sumidos.
¿Cómo explicamos estos datos?
¿Por qué sube la productividad de las mejores, ocurre la concentración de las
ventas y cae la participación del factor trabajo? ¿No puede haber Pymes
competitivas?
Los tres fenómenos parecen estar
relacionados y pueden reflejar un impacto indirecto, un cambio tecnológico en
la producción: en muchos sectores industriales, las ventajas de ser grande y
estar bien gestionado cada vez son mayores. Y son los grandes los que, dados
los costes fijos existentes, tienen una menor proporción del factor trabajo en
la renta.
Estos cambios pueden, perfectamente,
ser temporales: hay nuevas tecnologías; las empresas están aprendiendo a
aprovecharlas y, poco a poco, aprenderán todas. Pero puede ser que se esté
produciendo un cambio secular en los niveles de competencia en los mercados. En
muchos de ellos hay economías de red, que suponen que cada consumidor quiere
consumir el servicio con mayor número de consumidores. Si esto sucede, cabe
esperar un crecimiento del poder de mercado de las grandes empresas, y una
continuación de la caída de la participación de las rentas del trabajo en la
renta global.
Es necesario crear políticas
públicas en apoyo a las Pymes para compensar estos efectos del mercado. Si no,
la terrible desigualdad mundial y nacional no hará otra cosa que crecer.
Y si hay algo que debemos por lo
menos intentar que aumente es el fantasma de la inequidad empresarial. Ojalá
nuestros políticos tengan más originalidad que los candidatos a gobernar el
Estado de México para resolver estos problemas. ¿Será?
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