Sobre la disrupción y la
irresponsabilidad
FORBES- 20 de junio de 2017
La disrupción no implica
únicamente la ruptura, no solo tiene que ver con la destrucción, sino con la
posibilidad de ofrecer alternativas, de construir nuevos modelos.
Nunca cambiarás las cosas luchando
contra la realidad existente.
Para cambiar algo, construye un
nuevo modelo que haga obsoleto el actual.
Bukminster Fuller
La semana pasada, estimado
lector, tuve oportunidad de reunirme con líderes de empresas que tienen un gran
impacto, tanto en México, como a nivel mundial. Y entre las muchas cosas que
aprendí se quedó grabada en mi mente una palabra que me ha atrapado, pues las
implicaciones que alberga son diversas y profundas, esta palabra es:
disrupción.
Disruptivo es un término que
procede del inglés disruptive y que se utiliza para nombrar a aquello que
produce una ruptura brusca. Generalmente, el término se utiliza en un sentido
simbólico, en referencia a algo que genera un cambio muy importante o
determinante.
Y el ser “disruptivos”, el querer
romper el statu quo (estado del momento actual), es lo que ha precedido los
grandes cambios en la historia de la humanidad: modelos económicos, sistemas
políticos, organizaciones culturales e instituciones sociales.
La disrupción no implica
únicamente la ruptura, no solo tiene que ver con la destrucción, sino con la
posibilidad de ofrecer alternativas, de construir nuevos modelos, de plantar
nuevas y mejores soluciones. Aquel que quiere romper el statu quo, solo por
romperlo, no es un disruptivo, es un anárquico. Aquel que quiere destruir un
sistema, sin el plan o la estrategia para instaurar otro, no es disruptivo, es
irresponsable.
Porque la disrupción implica
pensar “fuera de la caja”, pero también implica poder contar con un esquema de
pensamiento racional, evolutivo, progresivo, distinto. Querer ser disruptivo
implica aplicar modelos de negocios que no se habían utilizado antes,
tecnología que nos era desconocida. Ser disruptivos y exitosos (caso de UBER,
Google, Apple, Amazon) implica la unión de ambas cosas: integrar modelos de
negocio innovadores y tecnología que antes ni siquiera podíamos llegar a
imaginar.
Y, aun así, esas dos variables
(ya de por sí complejas y difíciles de alcanzar) tampoco son suficientes. Se
requiere trabajo, talento, esfuerzo, disciplina, humildad, comunicación,
intención, un buen manejo mediático, altruismo, respeto, saber sumar y
compartir las mejores prácticas.
Aprendamos a detectar en qué
aspectos de nuestra realidad, de nuestras vidas y de nuestras propias
comunidades podemos ser disruptivos, y encontrar esquemas más eficientes de
convivencia, de generación y distribución de la riqueza. Encontremos la forma
también de ser disruptivos con nosotros mismos. Segura estoy que encontraremos
algo dentro de nosotros que requiera de un rompimiento y un nuevo comienzo.
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