La ciencia, el Big Data y la
privacidad
FORBES – 3 de junio de 2017
El Big Data no sólo sirve para
hacer mercadotecnia o contenidos en la web; también es una pieza fundamental en
el desarrollo de la ciencia y el conocimiento colectivo.
Todo lo que hacemos en la red
deja una huella digital: qué sitios visitamos, con quién hablamos, qué música
escuchamos, qué información compartimos y así un largo etcétera, todo ello
almacenado en los diferentes dispositivos que usamos en el día a día. Nuestra
vida digital es todo, menos discreta. Esa gran cantidad de datos que se generan
diariamente y que son recopilados a través de diferentes applets o cookies,
conservan todo nuestro historial y saben más de nosotros que cualquier otra
persona en este mundo.
Ahora, juntemos toda nuestra
información, de nuestra ciudad o país, de los usuarios de las redes sociales o
de cualquier motor de búsqueda y entonces obtendremos una cantidad tan grande
de información que manejarla requerirá de una serie de habilidades matemáticas,
estadísticas y de interpretación que no son fáciles de desarrollar y, por
tanto, ahuyentan a los que deberían acercarse a las fuentes de datos.
Aunado a ello, la posibilidad de
saber, guardar y compartir lo que sea ha creado una serie de teorías de la
conspiración sobre lo que hace el Big Data y cómo se aplica. Muchas de estas
teorías rayan en la ciencia ficción o de plano en una absurda paranoia de
vigilancia extrema del Estado y las corporaciones.
Hasta el momento, el uso del Big
Data ha encontrado en la mercadotecnia una veta que no ha parado de explotar,
impulsando la creación de nuevas y diversificadas estrategias de análisis,
segmentación y captura de mercados, tratando de ofrecer una manera mucho más
eficiente de acercar a los usuarios con las marcas o con los contenidos
disponibles en la web.
A la par, la mercadotecnia
política pone en práctica diferentes herramientas que parecen ser mucho más
precisas que cualquier encuesta. Al menos eso quedó demostrado en las pasadas
elecciones en Estados Unidos, cuando contra todo pronóstico, Trump ganó las
elecciones.
Pero los usos del Big Data no
acaban ahí: la ciencia puede y debería explotar las grandes masas de
información con el loable fin de crear y agrandar el conocimiento. En este
sentido, las grandes masas de datos e información pueden dar un vuelco muy
interesante a la actividad científica y académica y ayudar a concebir la
inteligencia colectiva, que es uno de los grandes aportes de la sociedad en que
vivimos.
En este sentido, Data Pop
Alliance es una organización que promueve el uso del Big Data en ambientes
académicos, con tres objetivos principales: en primer lugar, cerrar el sesgo
académico que existe en torno al fenómeno, fomentando una discusión sobre sus
alcances éticos y de derechos humanos; salvar la pobre interconectividad que
existe entre los académicos, desarrolladores y científicos de todo el mundo
para facilitar la distribución y construcción del conocimiento; y la creación
de una plataforma que posibilite la interacción y capacitación de los diversos
actores que intervienen en la formación del conocimiento y el Big Data.
Data Pop Alliance es una
organización en la que intervienen Harvard Humanitarian Initiative, el Media
Lab del M.I.T., Overseas Development Institute y Flowminder Foundation, todas
estas instituciones que no buscan fines de lucro, sino integrar a la sociedad y
a la ciencia en el desarrollo del Big Data y la investigación colaborativa.
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