El secreto de la comunicación de
apoyo
FORBES- 7 de junio de 2017
El desarrollo de buenas
relaciones entre cliente y proveedor es esencial para el desarrollo exitoso de
cualquier organización. De ahí
la necesidad de una buena comunicación.
Siempre lo hemos sabido: no basta
una cara bonita ni resulta suficiente un discurso para respaldar un buen
servicio. Dicen los versos de la famosa canción que hasta la belleza cansa y
nos consta que las palabras se las lleva el viento. Hemos padecido el
desencanto de una promesa que nos hacen, especialmente cuando nos están
convenciendo de comprar algo y luego, cuando ya hemos caído en las redes
seductoras del vendedor, el servicio postventa no está a la altura del
compromiso. Hasta las caricaturas infantiles advierten de estas situaciones en
las que el cliente se da de topes contra la pared por haber comprado un
espejismo. Cuidado, un cliente defraudado es la primera piedra que construye el
desastre de una empresa.
La falta de congruencia entre lo
que se promete y lo que en realidad sucede no debe ser el pan de cada día en la
relación que existe entre un cliente y un proveedor. De repente, marcamos al
número de servicio al cliente -si tenemos la fortuna de encontrarlo- y nos
contesta una vocecita robotizada que nos recita que nuestra llamada es muy
importante y, acto seguido, nos dejan esperando 30 minutos. O, buscamos apoyo
vía chat y nos enteramos que el servicio no está disponible en ese momento. O,
peor aún, nos mandan una cara bonita que nos intenta convencer de que la queja
presentada no procede o nos quieren dar atole con el dedo creyendo que se puede
engañar a un cliente.
El efecto es devastador. Un
cliente enojado tiene consecuencias de amplio espectro. Un cliente defraudado
perderá la fidelidad que guarda por nuestro producto o servicio y hablará de su
mala experiencia. Las veces que un cliente repite e informa sobre un mal trato,
una promesa no cumplida, un servicio deficiente tiene un efecto multiplicador
que despostilla el prestigio de una empresa. Especialmente, cuando el cliente
tiene la razón. Peor, cuando el consumidor tiene la razón y tratamos de
convencerlo de que está equivocado y es devastador cuando lo hacemos víctima de
un engaño.
No me refiero a los conflictos
naturales que existen en la relación que involucra a dos partes. Esos problemas
cotidianos son normales e inherentes a los diferentes puntos de vista que la
naturaleza de cada quien presentan. Me refiero a los conflictos profundos en
los que la empresa presume de cierta filosofía, que sostiene como políticas y
que sustenta como misión cuando en la realidad lleva un rumbo diferente. Una de
las principales causas de los fracasos en los negocios es el grado excesivo de
incongruencia entre lo dicho y lo hecho. El problema se complica cuando la
administración, lejos de hacerse cargo del problema, genera todo un aparato de
justificación.
Sucede con grandes empresas y con
pequeñas. La resultante de esta falta de congruencia es una tensión innecesaria
entre los clientes y los proveedores que daña el prestigio de la organización.
La complacencia de una administración que busca justificarse en vez de
resolver, complica los problemas y los profundiza, lleva a confrontaciones
innecesarias. En cambio, una política de comunicación de apoyo, no solamente
tiende a resolver conflictos, también evita gastos innecesarios y contribuye a
mejorar los procesos operativos de la empresa.
Si un cliente tiene una queja y
lo abrumamos con tecnicismos, lenguajes incomprensibles, pretextos y amenazas,
no sólo estamos dándole de patadas al prestigio, sino que estamos agitando el
avispero que enciende la furia de un cliente. En cambio, cuando nos tomamos el
tiempo de escuchar la queja con atención, abrimos las posibilidades de
entendimiento y se edifica un camino de solución. Ese es el centro de la
comunicación de apoyo. El cliente, al expresar molestia o inconformidad, debe
tener la seguridad de que será atendido y que su problema será tratado con
empatía. Un consumidor merece profesionalismo frente a su queja e incluso, si
ésta resultara imposible de cumplimentar, tiene que llevarse una explicación
satisfactoria. Un consumidor que se siente acompañado, permanecerá fiel a la
marca.
Los pretextos, las defensas sin
sustento, las justificaciones son esfuerzos que no sirven y salen muy caros.
Todas las energías y recursos que se emplean para alegar con un cliente
representan dinero tirado a la basura y la destrucción de la base sobre la que
se fincan las operaciones de la empresa. Recientemente, al hacer un reclamo
sobre un cambio de piezas en mi automóvil, un Mini Cooper, padecí en carne
propia los efectos de un servicio postventa defectuoso. El asesor del taller
que atendió mi coche ni la jefa de servicio ni el gerente de servicio postventa
me llenaron de palabras de un lenguaje ininteligible, me abrumaron con
definiciones que nada más ellos entendían y en el clímax del mal servicio,
resulté responsable de no entender que su calidad de servicio quedara fuera de
mi radar de entendimiento.
Los hechos duros son que, frente
a una queja, hubo mal servicio. Al salir de la agencia, había una pancarta que
presumía su compromiso con la satisfacción del cliente. Al tratar de hablar al
número de quejas telefónicas, me topé con una voz humanizada que me recalcaba
la importancia de mi llamada para después cortar la llamada. Así, varias veces.
La incongruencia entre el discurso y lo que sucede en la cotidianidad de las
empresas trae el desencanto que desencadena lo peor que le puede suceder a una
empresa: la no repetición de negocio.
En cambio, cuando las empresas
escuchan a un cliente con una queja y establecen una comunicación de apoyo se
genera un círculo virtuoso por medio del cual se evitan conflictos posteriores,
se salvan las falsas suposiciones y se logra dar un curso adecuado al
procedimiento de solución. Una queja es fuente de riqueza, ya que expone en
forma inmediata los puntos de mejora que se deben atender. Tratar de taparlos
o, peor aún, de justificarlos, produce efectos dañinos, menoscaba la imagen de
la empresa y afecta directamente el ambiente de trabajo.
Una comunicación de apoyo frente
a un conflicto con el cliente enciende la creatividad, estimula la innovación y
alienta los procesos de mejora continua. La salud corporativa depende de la
forma en que nuestros consumidores se sientan atendidos y respaldados por
nuestra empresa. En ello se
sustenta la vida de los negocios.
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