Cambio cultural clave de la
competitividad
FORBES – 1 de diciembre de 2017
El acelerado ritmo del cambio
tecnológico impulsado por la economía digital empuja a que las organizaciones,
independientemente de su tamaño, tengan que alinear su cultura.
Mientras el cambio cultural
impacta en todas las industrias, una de las más afectadas es la de servicios
financieros, donde la digitalización de soluciones de cliente por parte de
dicha industria, no sólo significan cambios hacia fuera de la organización,
sino también hacia adentro, lo que lleva a una revisión de cómo operan y cómo
trabaja su gente.
Afortunadamente la industria es
consciente de esta necesidad, un estudio realizado por Accenture identificó que
el 81% de los ejecutivos de servicios financieros concuerda en que las
organizaciones deben comprender no sólo en dónde se encuentra su equipo de
personas hoy, sino también dónde quieren estar mañana; esto como parte de su
propio desarrollo personal y profesional.
Considerando la necesidad de
transformación inherente de la cultura, existen componentes en la industria que
pueden apoyar a estos cambios, como son el trabajo colaborativo con socios o
aliados, la colaboración con las Fintech, y el desarrollo más consistente de
una organización que pone al cliente en el centro de su diseño de productos y
servicios, que estimulan comportamientos más innovadores, colaborativos y
flexibles.
Dentro de la industria, los
bancos también están buscando al mejor talento para desarrollar proyectos de
innovación y trabajar con eficacia dentro de un nuevo ecosistema que exige una
colaboración más cercana con otras organizaciones como las Fintech, que creen
que las diferencias en gestión y cultura son un desafío cuando se trabaja con
operadores establecidos. Mejorar la agilidad y la capacidad de respuesta
depende de un cierto grado de renovación en las prácticas de trabajo. Para
llegar a este fin, existen algunas acciones que promueven un cambio en la
manera de pensar y de comportarse de una organización.
Un primer paso es reconocer en
dónde están la cultura y los comportamientos actuales; considerando que el
cambio requiere de un entendimiento de qué tan bien lo están haciendo frente a
puntos estratégicos para el negocio. Esto significa un enfoque basado en datos,
que permita identificar qué y cómo se refuerza el comportamiento de los
empleados en el desarrollo de sus actividades.
Alineado con la tendencia del
entorno en la industria, el cambio interno debe basarse en colocar a las
personas, incluyendo clientes y empleados, en el centro de las definiciones.
Esto implica un nuevo rol para el área de capital humano, reflejando la
necesidad de actuar como arquitecto de experiencias para todas las personas de
la organización. Esto se traduce en definir macro experiencias, particularmente
reflejadas en momentos específicos de un empleado durante su pasaje por la
organización (primera entrevista, ingreso, promoción); así como interacciones
diarias en la visión micro.
El cambio también debe estar
liderado de manera formal y consistente, y considerando el contexto actual,
esto puede implicar modelos de “reverse mentoring”, donde posiblemente el
talento más joven con características más alineadas al consumidor, pueda ser
mentor de gente más experimentada.
Asimismo, se debe integrar el
cambio en todas partes de la organización. Eso significa un liderazgo
visiblemente comprometido, viviendo el cambio y encarnándolo en todo lo que
hacen. Es a través de su ejemplo que se alientan los cambios en comportamiento.
Al final, las compañías que
logran implantar un cambio positivo en su cultura van a poder proyectar sus
beneficios hacia afuera de la organización, lo que se traduce en mayor
competitividad y la construcción de un ecosistema que permita desarrollar una
mejor proximidad a sus clientes a través de su gente, sus productos y sus
servicios.
*Martín Folino es Managing
Director de Servicios Financieros en Accenture México
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