La importancia de la estabilidad
laboral
FORBES- 6 de septiembre de 2017
El reto de lograr estabilidad
laboral es cada vez más grande frente a la necesidad extrema de una
satisfacción inmediata.
“Un agente necesita tiempo para
iniciarse en una función nueva y llegar a desempeñarla bien, admitiendo que
esté dotado de las aptitudes necesarias.”
Henri Fayol
Nos han querido vender la idea de
que se trata de una brecha generacional, que las nuevas generaciones no saben
tener paciencia y que los jóvenes del milenio tienen otros valores. No se trata
de estar de acuerdo o tener una opinión distinta, eso en todo caso, es lo de
menos: lo que me parece relevante es el efecto que se está generando tanto en
el mundo corporativo como a nivel personal. Las palabras de Henri Fayol parecen
haber entrado en desuso y sus catorce principios de administración, en los que
se enlista la estabilidad laboral se escuchan como un eco lejano. Deberíamos
poner atención.
La queja de los empleadores es
cada vez más frecuente: retener talento es difícil. Tanto las grandes
corporaciones como los proyectos de emprendimiento encuentran una gran
complicación en la estabilidad del equipo de trabajo. Apenas se logró conformar
un grupo, éste se desintegra por motivos que resultan verdaderamente absurdos.
El ausentismo, los retardos, la distracción con dispositivos móviles y tantas
otras razones suman a la falta de compromiso. Por quítame estas pajas, los
jefes reciben renuncias y tienen que volver a completar el hueco que quedó
mirando al cielo y preguntándose cuánto tiempo tardará en encontrar a alguien
competente y cuánto le durará la ilusión de tener las posiciones cubiertas.
La preocupación lógica de todo
administrador por mantener siempre un grupo de trabajo capacitado y estable
para cumplir correctamente las funciones propias de una organización se agrava
por un agente que se hace presente con mucha frecuencia: la impaciencia. Henri Fayol fue ingeniero minero, pilar de la
administración clásica, decía: “Si el agente es desplazado cuando apenas ha
concluido el período de aprendizaje, o antes de que éste termine, no habrá
tenido tiempo de rendir un trabajo apreciable”. El problema es que parece que
no contamos con la paciencia para esperar a que los resultados germinen. La
gente cambia de interés con la facilidad con la que se escoge un nuevo par de
calcetines. No se puede retener a quien no quiere quedarse.
El problema se agrava. Según
Fayol: “Si la misma situación se repite indefinidamente, la función no será
nunca desempeñada a satisfacción”. Las consecuencias de esta inestabilidad
laboral son peligrosas y temibles en las grandes empresas, en las cuales el
período de iniciación de los jefes es generalmente largo. También en los
proyectos de emprendimiento en los que se deben de rentabilizar los recursos
que generalmente son escasos. No hay
forma de cambiar la ecuación. La variable es constante: se necesita tiempo para
aprender de los hombres y de las cosas, pero la gente se desespera con
facilidad. Antes de saludar y sentarse a trabajar, están preguntando por la
clave de WiFi de su nuevo trabajo. Están tan acostumbrados a alternar entre los
múltiples espacios en Internet que no consiguen encontrar la paciencia para
entender lo que se espera de ellos y antes de lograrlo, deciden volar.
Pero, para estar en condiciones
de formular un programa de acción, para adquirir la confianza necesaria y para
inspirar confianza a los otros hace falta tiempo. Lo triste es que muchos
vuelan a muy corta distancia. No se van porque opten por un camino ascendente o
por una alternativa más adecuada. Muchos dejan su trabajo y se quedan en casa
mirando una pantalla o se van a analizar las hendiduras que hay en el techo que
está sobre su cama. Existe una queja generalizada de padres que ven a sus hijos
dedicados a nada, así como de empleadores que necesitan gente que quiera
trabajar en forma comprometida. La brecha es muy grande y es absurda.
Según Fayol, es preferible un
jefe de mediana capacidad que subsiste en su cargo, a jefes de alta capacidad
que no hacen sino pasar sin pena ni gloria por puestos de trabajo. La solución
no es evitar el rigor en la asignación de las tareas de cada cargo, ni los
buenos modos, ni las ñoñerías. Ya se intentó y de todos modos no se alcanzaron
resultados. Hay que hacer lo que se necesita en tiempo y forma. La
polifuncionalidad o trabajadores polivalentes en los niveles operativos, con lo
cual se procura, a través de una mayor rotación en las tareas, la disminución
de la monotonía de las tareas rutinarias, así como mejorar el rendimiento y la
motivación del trabajador, tampoco ha traído mejores resultados. Fayol
advirtió: “la división del trabajo tiene límites que la experiencia y el
sentido de la medida enseñan a no franquear”. Me parece que le damos muchas
vueltas a algo que debiera ser más fácil.
Hemos fallado al creer que los
costos de la inestabilidad laboral se los lleva sólo la empresa. Una persona
que va brincando de posición en posición y de empresa en empresa o de proyecto
en proyecto pierde impulso, derechos, prestaciones y seguridad. Un estudio
realizado por Fiorella Mancini, del Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM, reveló que en el pasado un trabajador con 30 años de experiencia había
tenido uno o dos cambios de empleo en su vida laboral, mientras que ahora un
joven de 24 años podría haber tenido cinco o seis trabajos. Evidentemente, esto
trae un deterioro en las condiciones de empleabilidad.
Es necesario hacer consciencia de
que los factores individuales como edad, género o nivel de educación son
determinantes de inseguridad laboral. Nos falta advertir que los más
vulnerables son los que tienen un menor nivel académico, pero tristemente,
tener formación educativa no garantiza un buen trabajo. La inestabilidad
laboral juega en el deterioro de las condiciones alcanzables. Después de una
serie de saltos laborales, la gente empieza a conformarse con empleos de bajos
salarios y que carecen de prestaciones.
Nos falta advertir que sin
estabilidad laboral conseguir protección de seguridad social, de prestaciones
sociales, de jubilación, de planes de retiro, son elementos que no se tendrán y
sin ellos es casi imposible amortiguar las experiencias de inseguridad personal
y de autonomía. Es importante tomar en cuenta los elementos que nos lleven,
como decía Sor Juana Inés de la Cruz a “saber para valorar, valorar para
elegir”. Me parece que es tiempo de poner los acentos en su lugar. No sé si se
trata de una separación generacional o de un punto de vista, creo que eso es lo
de menos. Lo relevante es entender las consecuencias graves que trae la
inestabilidad laboral, tanto para las corporaciones como para las empresas. En
contrario sensu, la estabilidad laboral puede generar círculos virtuosos que
son buenos para las organizaciones y para quienes forman parte de ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario