De Bitcoins y Tulipanes
FORBES- 29 de septiembre de 2017
Aunque pudiera parecer una
alternativa viable, la criptomoneda más popular en el mundo genera más
interrogantes que certezas.
Recientemente algunas personas
han pedido mi opinión acerca del Bitcoin y otras criptomonedas. Posiblemente
creen que mi formación financiera automáticamente me convierte en un experto en
todas aquellas cosas que suben y bajan de valor, y que podría darles algún
jugoso tip de inversión, pero mi respuesta ha sido que me considero un
ignorante del mundo del blockchain y demás aspectos tecnológicos que le dieron
origen al Bitcoin.
Sin embargo, tengo la impresión
que en cierta forma una famosa historia se está repitiendo.
Pop quiz: ¿En qué se parecen las
criptomonedas a un turbante?
Respuesta: ¡En mucho!
Explico:
En la primera mitad del siglo
XVII se observó en los Países Bajos un fenómeno conocido como la Manía de los Tulipanes
(Tulpenmanie). Este fenómeno consistió en que los precios de los bulbos de
tulipán, recientemente introducidos desde Asia, alcanzaron niveles
extraordinariamente altos y posteriormente colapsaron en febrero de 1637.
Se cree que la TulipManía arruinó
a muchas familias que invirtieron sus ahorros en la compra de tulipanes, y
también que fue una de las primeras burbujas especulativas de las que existen
registros. Sin embargo, muchos expertos caracterizan este episodio como un
fenómeno de irracionalidad socioeconómica, más que como una crisis financiera
de impacto en la prosperidad de la incipiente República Holandesa.
Fun fact: La palabra “tulipán”
viene del persa dulband, que significa “turbante”, y es debido a su parecido
con la forma que adopta la flor cuando está cerrada.
Ahora pasemos de golpe al
presente, año 2017: Al momento de escribir este artículo existen 16,564,000
Bitcoins en existencia con un precio unitario superior a los 3,400 dólares,
resultando en Bitcoins en circulación con un valor de casi 57,000 millones de
dólares. Si Bitcoin fuera un país, tendría un PIB superior al de Panamá. Peor
aún, si fuera una empresa, tendría un valor similar al de América Móvil.
No puedo dejar de pensar en la
historia de los tulipanes cada vez que leo o escucho acerca del Bitcoin. A
diferencia de las monedas convencionales, Bitcoin no tiene el respaldo o
crédito de un Banco Central o Reserva Federal, mucho menos activos subyacentes
que soporten su valor. Cada Bitcoin es un mero registro en un complejo sistema
basado en la tecnología blockchain, que, si bien ofrece aspectos valiosos que
pueden ser utilizados en aplicaciones que requieran un alto estándar de
confianza en el registro de transacciones, estoy convencido que —citando a Alan
Greenspan— la fiebre del Bitcoin ha alcanzado niveles de “irracionalidad
exuberante”.
El famoso economista Robert
Schiller, ganador del premio Nobel y quien correctamente predijo la burbuja
inmobiliaria que explotó en 2008, describió la fiebre del Bitcoin como el resultado
de una “historia atractiva”, pero que no necesariamente es “sustentable”.
Schiller elegantemente descompone el fenómeno de la siguiente forma: “Tenemos
una nueva forma de dinero que suena extraordinariamente revolucionaria,
inventada por un personaje misterioso (Satoshi Nakamoto) y al que nadie ha
encontrado, y puede ser real o ficticio; que involucra un ingenioso uso de la
tecnología de encripción y del blockchain, y que puedes tardar demasiado en
entender. Y de repente, la idea es tan poderosa que ni siquiera los gobiernos
la pueden detener, mucho menos regular”.
Es cierto que los bancos
centrales y autoridades de valores todavía están tratando de definir la
regulación alrededor de la oferta y utilización de criptomonedas. Un ejemplo es
China, en donde las autoridades han prohibido la emisión de nuevas monedas
virtuales y han prometido más regulación alrededor de su intercambio.
Continúa Schiller: “El fenómeno
de las criptomonedas encaja muy bien con la forma de ansiedad actual: la gente
cuestiona cuál es su lugar en el mundo, y cómo estarán las cosas dentro de 10,
20, 30 años… Se preguntan si para entonces tendrán un empleo, o si poseerán
cualquier cosa. Por esta razón la historia (del Bitcoin) ha inspirado a gente
joven y activa, y eso es lo que le ha dado ímpetu al mercado. Pero no son los
fundamentales. Esta Bitcoin no es una cosa fundamentalmente importante… Me
parece que el entusiasmo por las criptomonedas es desproporcionado con respecto
a su aplicación inmediata”.
El incremento en el valor del
Bitcoin y otras criptomonedas (por ejemplo Ethereum) han provocado una especie
de “fiebre del oro” digital. Algunos fondos especializados y distintos
emprendedores han realizado ya Ofertas Iniciales de Monedas (Initial Coin Offerings,
o ICOs), y en el proceso han levantado ya varios cientos de millones de dólares
de inversionistas, aunque dichas monedas no tengan un uso práctico inmediato.
Algunos ejemplos de estas monedas
virtuales son DentaCoin (“la solución de blockchain para la industria dental
global”), Boulé (“digitalizar las boletas electorales y permitir el voto a
distancia”), REAL (“brindar acceso a la inversión global en bienes raíces”),
EventChain (“para resolver los problemas de reventa en la industria del entretenimiento”),
y un largo etcétera. También existen ICOs para industrias alternativas como
Paragon (“la moneda para controlar todas las etapas de la industria del
cannabis”) y Fantasy Market (“tokens para la industria del entretenimiento
adulto”). Incluso existen algunas ofertas de criptomonedas que son claramente
una broma (Jesus Coin se ostenta como “la moneda del Hijo de Dios” para
“descentralizar a Jesús en el blockchain”), y algunos inversionistas
despistados han enviado dinero virtual para comprarlas. Obviamente, no está
claro si Jesús les devolverá su dinero.
Una voz reconocida habló
duramente de este fenómeno hace unos días. Jamie Dimon, mandamás del banco JP
Morgan, no tuvo miramientos para dejar claro lo que piensa acerca de las
criptomonedas y los ICOs. Las llamó un “fraude” y una burbuja que “no va a
terminar bien”, y soltó esta perla:
“Si encuentro un solo trader en
mi banco que se atreva a comprar Bitcoin lo despediré en el instante. Por dos
razones: Es en contra de nuestras reglas, y es estúpido. Y ambas cosas son
peligrosas. Y déjenme ser muy claro. No me refiero al blockchain, que es una
tecnología. Pero la criptomoneda no va a funcionar. El Bitcoin solamente
funciona si vives en Venezuela o Corea del Norte, o si eres un asesino o
narcotraficante. No puedes tener un negocio en donde la gente puede inventar
una nueva moneda de la nada, y pensar que las personas que la adquieran son
inteligentes. Es peor que los bulbos de tulipán, ¿OK?”
El precio del Bitcoin cayó 2.7%
después de los comentarios de Dimon, para después recuperarse.
En esta realidad financiera
existe mucho camino por recorrer. Desde los bancos centrales y agencias
reguladoras que ven con especial recelo a las criptomonedas, como a los
inversionistas tradicionales que empiezan a hacer pequeñas apuestas en el
futuro de esta innovadora, pero controversial, tecnología. Al tiempo.
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