La hipérbole verdadera de EU y Trump
FORBES- 9 de febrero de 2017
Hay un terreno en donde la
fantástica conquista imperial a-la-Trump si puede tener éxito, y es el terreno
de la propaganda. El libro Trump And Me el escritor Mark Singer retrata su
‘filosofía’.
En días recientes tuve la
necesidad de revisar varios pasajes de la historia de Estados Unidos buscando
una lógica narrativa que expliqué la llegada de Trump al poder. De 1953 y la
llegada de Eisenhower a 2017, y la llegada de Trump, hay una consistencia en el
proceso histórico en donde se entiende el movimiento más o menos lineal del
desarrollo norteamericano a partir del triunfo en la Segunda Guerra Mundial, un
nuevo orden de polos de poder en la Guerra Fría, intentos imperialistas
militares en Corea, Vietnam, Medio Oriente, y una lucha interna por los
Derechos Civiles como grandes ejes que definen a los 11 Presidentes -34 a 44
sin incluir a Trump- en los años del desarrollo 1953-2016.
Marcada por mas avances que
retrocesos en general, la historia reciente de Estados Unidos se ha
caracterizado por un entendimiento de su papel hegemónico mundial que le ha
‘exigido’ un comportamiento ejemplar en sus luchas internas, siempre
prevaleciendo un cierto decoro sobre lo prudente, valioso y decente, tratando
de esconder debajo de la alfombra las partes sucias y enfermas de su sociedad.
Así, el término ‘políticamente correcto’ fue tomando cada vez más auge hasta
convertirse en un lema de supervivencia social en el siglo XXI. No necesariamente
afectando las verdaderas intenciones de los grupos de poder, o modificando los
instrumentos de aplicación de la ley, sino más bien exigiendo un comportamiento
público de acuerdo a lo que ‘el mundo espera’ sea la generosidad
norteamericana. Con grandes batallas en los frentes racistas contra negros,
‘cafés’ y más recientemente árabes, ciertamente las denuncias, las
ventilaciones públicas de ciertos temas, así como las referencias recientes en
medios masivos y redes, han expuesto esta problemática que parecía estar
contenida en ser ‘políticamente correcto’ como filtro de presentación de una
cultura. Este atavismo de que lo ‘políticamente correcto’ era una formula
social, política aceptada, fue la que impidió ver con claridad que lo que hoy
llamamos vulgaridad y violencia de parte de Trump, era en realidad una forma
muy extendida de ser norteamericano. De un sector importante de ser
norteamericano.
Con el disfraz intelectual, que
supone que la lógica estudiada, comparada con la historia y refinada en círculos
sociales de alta escuela, alta empresa, alta política, con que se ha pretendido
explicar el fenómeno Trump como un desajuste de las fuerzas históricas, se ha
perdido de vista que en realidad es una revolución de sectores desprotegidos
por esas mismas ‘altas algo’ que vienen por su revancha. Entender así este
momento de los Estados Unidos es una ruta para poder crear nuestra propia
narrativa mexicana sin el contrapunto de la tan llamada ‘dependencia’ de los
Estados Unidos.
Suponer que cualquier país hoy en
día, en el mundo globalizado sin fronteras emocionales que vivimos, depende de
otro país, es un sofisma conveniente para el combate ideológico, pero no una
realidad en la ‘guerra comercial’. Las complejas redes que se han formado a lo
largo de más de 30 años de iniciada la globalización como forma de comerciar y
de vivir en el planeta, son tan sofisticadas que pretender romperlas
significaría una ruptura de la civilización tal y como la conocemos hoy. Los
Estados Unidos están imposibilitados de poder cumplir las propuestas de campaña
de Trump porque destruir las plataformas de producción interdependientes que
tienen con el mundo, rompería el balance financiero de costos de producción
pues al llegar a la esencia misma del producto, sus mínimas partes, se darían
cuenta de las piezas insustituibles de la cadena productiva, tanto por su
origen -material, natural- como por el estilo de fabricación. Ante una
perspectiva proteccionista comercial de los Estados Unidos, la única
alternativa seria retomar el camino imperialista para poder hacerse de los
centros de producción que necesita a nivel global. Un regreso, pues, a la
industrialización hegemónica de los siglos XVIII y XIX. El poderío militar de
los Estados Unidos, con todo y Trump, no es de tal calado. Y los filtros
intelectuales de la milicia, la política y la sociedad norteamericana, creo que
no lo permitirían sin una lucha interna previa.
Sin embargo, creo que hay un
terreno en donde esa conquista imperial a-la-Trump si puede tener éxito, y es
el terreno de la propaganda. En el libro Trump And Me el escritor Mark Singer
retrata la ‘filosofía’ de Trump a través de sus dichos y forma de ser,
información que recaba acompañándolo durante varios meses de su vida en 1996.
En particular una frase de Trump me parece que define la visión de su uso
propagandístico de lo que hoy ya sabemos llama ‘alternative facts’: “truthful
hyperbole… an innocent form of exaggeration -and a very effective form of
promotion”. Con la herramienta que encontró en las redes sociales, Trump puede
crear situaciones al límite sobre temas que son fundamentales en el pensamiento
de su sociedad -y del mundo- con la clara intención de provocar una reacción
que lleve el tema de su predilección a la mesa, cualquier mesa de negociación,
para, a partir de ahí, buscar su verdadero objetivo. Hacer un muro entre México
y Estados Unidos y que México lo pague, es un ejemplo clarísimo de esta
estrategia. Una idea que siempre ha estado en la mesa -una división física en
la frontera- llevada al uso de palabras escandalosas que provocan agresión -un
muro- y con el agregado ‘ofensivo’ de ‘que México lo pague’. Lo repite una y
otra vez sabiendo que claramente México no lo va a pagar, y que difícilmente se
agregaran decenas de metros a la actual división y no en forma de muro. Pero en
el ir y venir de la información, y con una total falta de visión y estrategia
del lado mexicano, Trump ya tomó el mando de la negociación de lo que vaya a
ser quiera en realidad y que aún no sabemos, o no nos han dicho.
Cuando en todos los noticiarios
de radio y televisión en México, así como en todas las columnas periodísticas,
leo, veo y oigo una y otra vez enunciados como ‘sabemos que somos una pulga en
el pelo del perro que es Estados Unidos’ seguido de una letanía de catástrofes
que nos van a ocurrir a los mexicanos si Trump ‘se sale con la suya’, pienso
que gran parte del trabajo propagandístico a favor de Trump, se lo están
haciendo con total falta de corresponsabilidad nacional, sobajando una y otra
vez el auténtico espíritu nacional e impidiendo ver las posibles opciones -que
son muchas- de mantener nuestra estabilidad financiera y de vida. Mensajes que
deberían moderar, comenzando por entender que el orgullo nacional es algo
inherente a cada uno de nosotros que no necesita exaltación alguna que no sea
el lograr el mejor desempeño de cada uno de nosotros en el papel que hemos
decidido tener en nuestra sociedad.
En efecto Donald Trump es un
perturbador, y en ese sentido su presencia provocara muchos movimientos al
interior de los Estados Unidos, sus instituciones y la definición de su
democracia hacia adelante. Con relación a México, deberíamos también de aceptar
su papel disruptivo en relación a nosotros mismos y nuestro papel -más allá de
políticas de gobierno y fenómenos de corrupción moral y económica que nos
rodean- como competidores del orden global en donde los ‘encantos’ discursivos
de un superficial no deberían dominar la agenda, sino nuestra búsqueda de
mercados, de oportunidades, de creación permanente. Porque no somos lo que la
media convencional insiste en que seamos…
Luis Gerardo Salas-Creador y
fundador de Rock 101 desde la FM hasta rock101online.mx siempre explorando
nuevas formas de provocacion. En el curriculum dice: Rock Stock, W Radical, y
una lista larga de noches que se convirtieron en mañanas llenas de música.
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