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viernes, 16 de febrero de 2018

La lección del pirata


La lección del pirata que asolaba costas del Egeo



FORBES- 16 de febrero de 2018
El pirata pasó al olvido. Alejandro Magno, a la inmortalidad. ¿Por qué? ¿Quién de los dos aprendió la lección? El que estuvo dispuesto a innovar.

Dentro de la historia de los grandes líderes y los grandes conquistadores, pocas figuras resaltan tanto como la de Alejandro Magno. Durante un periodo, fue rey de Macedonia, un estado griego de la Antigüedad Clásica; pero, con los años, se convirtió en emperador supremo de un vastísimo territorio, de hecho, casi todo el que el mundo de entonces conocía.

El punto de inflexión en su historia fue cuando su padre, el rey Filipo, murió asesinado. Con 20 años de edad y al frente de una monarquía débil, Alejandro debía resolver dos puntos importantes: mantener el control interno, es decir, gestionar a sus propios súbditos, y buscar y reclutar gente nueva (mercenarios) para preparar una campaña contra Persia, el enemigo externo más temido y más amenazador.

A menudo, éste es el gran desafío de las organizaciones cuando se plantean innovar: gestionar al cliente interno… y hacer frente a los desafíos externos.

 

Hablamos de un punto de inflexión en la historia de Alejandro porque las formas de conducir Macedonia, tal como se habían conocido siempre, debían cambiar. Él estaba convencido de que, antes de empezar a cumplir objetivos, había una premisa que había que poner en práctica: la gestión del cambio.

Pero no tenía tiempo y, en cambio, sí un reino que se desmoronaba, y un círculo ambicioso y conspirador que no dudaría a la hora de arrebatarle el poder, si la ocasión se presentaba. Este ambicioso veinteañero no se puso a trazar sus planes, a elaborar una intrincada estrategia o a hacer un “análisis de mercado” de lo que estaba ocurriendo a su alrededor; al contrario, con acciones y reacciones relámpago, comenzó a lanzar campañas militares (y diplomáticas, según el objetivo al que se dirigía) para reafirmar su autoridad y lograr resultados inmediatos.

Alejandro no podía esperar a consolidar un gran ejército o a encontrar un “momento justo” para atacar. Simplemente, pasó a la acción, actuando, reaccionando, haciendo los ajustes necesarios para ir avanzando, un paso a la vez… y observando cómo respondían los demás ante sus decisiones.

Esto es lo que hacen los grandes emprendedores hoy en día, y lo que buscan muchas empresas que quieren pasar por un proceso de innovación: ¿Qué significa innovar? ¿Qué significa emprender? Ya casi nadie pone en duda la necesidad de pasar, antes que nada, por una gestión de cambio… Pero lo que sí es algo nuevo, y que el mundo organizacional está teniendo más en cuenta, es la necesidad de experimentar y actuar, antes que calcular y estudiar.

Historias de empresas y emprendimientos que tenían toda la tecnología, todos los recursos, una buena idea y un gran timing y que, así y todo, han fracasado, son moneda corriente. En su gran mayoría, las causas se deben a que se ha dedicado demasiado tiempo a los grandes análisis de mercado, las elaboradas estrategias de producto y venta, y mucha dedicación para lograr el “producto perfecto”.

Innovar, hoy en día, pasa, más bien, por aceptar la idea de cambio y trabajar en esto a nivel de personas, procesos y herramientas.

No interesan tanto los análisis, las previsiones, las predicciones… sino actuar, experimentar con un producto o servicio imperfecto y ver qué tal funciona y qué resultados arroja. Sostenida en el tiempo, esta experimentación va ganando experiencia, feedback, comentarios; y, sobre esto, hay que estar en permanente toma de decisiones: perseverar o hacer un pívot (pivotar), es decir, modificar pequeñas cosas que irán perfeccionando el producto o servicio que ofrecemos.

Pero, de regreso a la antigüedad, cuentan que, en una ocasión, llevaron preso ante Alejandro Magno a un temido pirata que asolaba las costas del Egeo. El rey le reprochó su conducta y le remarcó todos los crímenes (de toda clase y color) que había cometido durante tantos años. Cuando terminó, le preguntó: “¿Qué tienes que decir en tu defensa?”.

El pirata le respondió: “Me llaman pirata porque sólo tengo un barco. Si tuviera toda una escuadra, me llamarían conquistador”.

El pirata pasó al olvido. Alejandro Magno, a la inmortalidad. ¿Por qué? ¿Quién de los dos aprendió la lección? El que estuvo dispuesto a innovar.


*CEO de Monfort Ambient Management y profesor de la ESADE.

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