La era de la posverdad y de la
inmediatez
FORBES- 14 de febrero de 2018
Posverdad: conjunto de
aseveraciones que dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las
emociones, creencias o deseos del público.
Aunque el término se utiliza
desde 2004, su incorporación al DLE (Diccionario de la Lengua Española) en
diciembre de 2017 nos arroja apenas luz sobre un tema por demás controversial y
preocupante: las fake news (noticias falsas).
La definición del término es el
inicio de un debate sobre la mayor confusión en la historia de las
instituciones alrededor del mundo.
Todos hemos sido testigos (y
víctimas) de numerosas estrategias que hoy en día se utilizan para desinformar,
engañar, crear corrientes de opinión y hasta tráfico hacia portales
específicos, todo ello con el único propósito de servir a intereses
particulares y “superiores”.
En numerosas ocasiones escuchamos
el término fake news e inmediatamente nos remitimos a los Estados Unidos y lo
que parece ser una interminable controversia entre Trump y los medios de
comunicación. Pero en realidad, perdemos de vista que la vertiginosa democratización
de las TIC’s (Tecnologías de la Información y la Comunicación) no sólo
rompieron los esquemas de emisión de noticias y acceso a la información, sino
que han permitido que se multipliquen el número y tipo de emisores de
información, por lo que hoy en día las noticias que circulan no provienen
exclusivamente de las grandes agencias de comunicación.
Las noticias falsas no son
aquellas que como error son publicadas, sino que aluden a aquellas que son
emitidas con intención y propósito específico, y que han aumentado en los
últimos años gracias a la velocidad con la que se propaga la información a
través del uso de redes sociales. El problema no son las redes sociales, ni las
noticias ahí publicadas sino la falta de análisis y verificación de la
información.
A la audiencia de la era de la
posverdad y de la inmediatez le resulta más atractivo leer algo que no está
rectificado pero que es mayormente difundido. Las fake news obedecen a fines
comerciales o políticos muy específicos, por lo que tienden a distorsionar la
realidad aprovechando la delgada línea que sostiene el debate en temas como
libertad de expresión y acceso a la información.
Alrededor del mundo, crece la
preocupación no solo por la influencia que tienen medios como Facebook y
Twitter en procesos electorales (como el de los Estados Unidos de 2016) sino
porque a nivel global, los esfuerzos para contrarrestar los efectos de las
noticias falsas no presentan un consenso entre los países ni entre las
diferentes regiones.
Es cierto que las noticias falsas
siempre han existido, pero al contexto social, económico y político que se
atraviesa hoy en día requiere abordar el fenómeno desde una óptica transversal
en la que se analice cada una de las etapas de la cadena de generación de información:
el emisor, el mensaje, el lector y su psicología, los medios de difusión, y la
mercadotecnia entorno al mensaje.
Hasta este momento, el mayor
avance en la regulación y penalización de noticias falsas lo tiene la Unión
Europea. Desde marzo de 2017, los miembros de la UE trabajan una herramienta de
revisión y validación de información que permite detectar noticias falsas en
Facebook permitiendo que un tercero emita una verificación de los hechos
mencionados en algún post.
Asimismo, la UE y la OTAN
(Organización del Tratado del Atlántico Norte) han iniciado en 2017 un proceso
intensificado de cooperación para verificar datos dentro y fuera de los países
miembros a fin de asegurar la calidad de la información disponible en sus
motores de búsqueda.
Aunque en este momento se ve poco
probable que el problema de la desinformación desaparezca, es evidente que se
requiere emitir normatividad para elevar la calidad de información que circula,
no solo por el encono y los discursos de odio alentados desde la emisión de
fake news; sino porque la difusión masiva de este tipo de noticias altera el
libre ejercicio en la toma de decisiones de los ciudadanos y promueve una
cultura de la desinformación que sólo merma el tejido social.
La lectura objetiva y analítica
puede llevar a evitar en el futuro las noticias falsas en redes sociales, pero
también puede ayudar a la eliminación de mensajes de odio, difamación,
discriminación, amenazas e incitación a la violencia en todas sus formas y
dimensiones.
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