Tener una buena idea no siempre
es suficiente
FORBES- 5 de abril de 2018
El papel de quien tiene una buena
idea no se circunscribe al difícil arte de encontrar una oportunidad o una
necesidad insatisfecha de mercado, ese es nada más un primer paso.
“Tanto amó el cuervo a su hijo
hasta que le sacó un ojo”
Dicho popular
Es más frecuente de lo que
creemos, generalmente, el naufragio de una buena idea viene cuando no la
sabemos comunicar. Un buen proyecto, una propuesta genial, una innovación puede
representar una gran oportunidad que, si no la sabemos comunicar
eficientemente, lo más seguro es que la estemos condenando al fracaso, incluso
antes de nacer. El problema más común que se presenta es que entre el
entusiasmo y la arrogancia se tiene un arco fallido que funciona como un veneno
mortal. Entonces, es muy habitual escuchar a emprendedores frustrados que se
quejan de que su genial idea no tuvo una oportunidad y buscan a quien
endilgarle la culpa en vez de ponerse frente al espejo y asumir que tener una
buena idea no es suficiente.
El alto grado de proyectos de
emprendimiento fallidos o de planes ejecutivos que no consiguieron una
oportunidad tiene más que ver con una forma errónea de transmitir la idea más
que con un fallo en la concepción misma de la idea. La tasa de mortalidad de buenas
ideas es altísima porque quienes las pergeñaron no las supieron vender.
Entonces, lo primero que tenemos que aceptar es que una vez que se nos ocurrió
algo genial tenemos que concebir la forma en que podamos despertar el interés
de inversionistas, proveedores, patrocinadores y especialmente de los clientes.
Transmitir una idea es tan
importante como concebirla, es muy similar a los procesos de seducción. A un
pavorreal no le es suficiente saberse un ave hermosa, para conquistar debe
desplegar su plumaje y lograr que su belleza sea apreciada, si no lo hace así,
si no es capaz de llamar la atención de la hembra, no importa la majestuosidad
de su estirpe. Si no consigue ser visto por la hembra, jamás logrará atraerla,
persuadirla y conquistarla. Tristemente, muchos proyectos de inversión pasan
desapercibidos porque no saben explicar sus bondades, no saben justificar los
beneficios, no pueden demostrar cómo van a generar utilidades ni determinar en
cuánto tiempo van a recuperar la inversión. Peor aún, no saben decir qué son.
El papel de quien tiene una buena
idea no se circunscribe al difícil arte de encontrar una oportunidad o una
necesidad insatisfecha de mercado, ese es nada más el primer paso de un largo
camino que se debe recorrer. Más allá de la paternidad de la idea, un
emprendedor, un ejecutivo o un creativo tienen que ayudar a que otros la
comprendan. A veces, esto implica arbitrar las interacciones, elegir los medios
adecuados para dar a conocer la idea, comprender los lenguajes que se deben utilizar
dependiendo de las audiencias a las que se les dirige el mensaje, ponerse en la
perspectiva de quien recibirá el mensaje y todos aquellos esfuerzos que lleven
a que quien escucha, entienda exactamente aquello que quiero comunicar.
No es la misma estrategia la que
debemos utilizar cuando estamos enfrentando a un inversionista que a un
proveedor; no es el mismo discurso que debemos preparar para un patrocinador
que para un cliente. Por lo tanto, es muy relevante diferenciar los diversos
escenarios y preparar una presentación de acuerdo con los intereses de quien la
va a escuchar.
Hay que comunicar en forma
congruente, entendiendo los verdaderos sentimientos y pensamientos de nuestra
audiencia, anticipando los posibles obstáculos para poder superarlos y que no
se conviertan en una barrera que no se pueda franquear. Es muy importante
cerciorarse de que las aseveraciones concuerdan con lo que ellos están
percibiendo y expresarlas en la forma más sencilla posible.
Al comunicar una idea, lo más
eficiente es ocupar expresiones descriptivas y no valorativas. Cuando se trata
de convencer a alguien de lo maravilloso de una idea por medio de adjetivos y
no de datos duros, estamos condenando nuestra idea al fracaso. La contundencia
de una idea se explica a partir de lo que es, de una descripción objetiva y
precisa. Si orientamos las explicaciones a dar opiniones, estamos matando al
proyecto.
Es frecuente que los
emprendedores y ejecutivos recurran al eterno lugar común para tratar de
convencer de lo pertinente de una idea. En esa condición, es muy frecuente
toparse con expresiones como: buscamos ser los líderes de mercado, este es un
producto maravilloso, esta es una idea innovadora. Sin embargo, cuando son
cuestionados sobre el cómo llegarán a ser líderes o por qué algo es maravilloso
o qué tiene de innovador, en vez de explicar se quedan sin palabras o se enojan
o se desesperan. Y, efectivamente, puede ser que la idea tenga todas esas
cualidades, pero la forma de sustentarlas es con datos duros que muestren lo que
un adjetivo no alcanza a enseñar.
Una forma eficiente para
comunicar una buena idea es confiar en la inteligencia del otro dándole motivos
para que valide y reconozca la importancia y la singularidad del planteamiento.
Para ello, hay que mostrar respeto por la audiencia: hay que llegar preparados.
También hay que manifestar flexibilidad y humildad abriéndose a nuevas ideas,
nueva información y perspectivas diferentes. Es importante tener en cuenta la
opinión del otro y mantener los oídos listos para escuchar en vez de tratar de
dominar al interlocutor. Lo peor que podemos hacer al transmitir una idea es
enojarse, interrumpir, corregir o justificar. Si no fuimos claros, hay que
comprender qué hizo falta y corregirlo.
Para que las partes relacionadas
─jefes, inversionistas, patrocinadores, clientes, autoridades─ entiendan las
maravillas de nuestra buena idea, hay que pavimentarles el camino. Es
indispensable explicarles qué es, cuánto costará hacerlo, en qué tiempo se
recuperará la inversión, qué se necesita para hacerlo realidad, quiénes estarán
involucrados, a quién se le va a vender, cuánto costará que son las preguntas
básicas que se deben dejar claras desde el inicio.
Una idea genial para ser
apreciada debe pasar por situaciones en las que no todo serán elogios y
felicitaciones. Un emprendedor o un ejecutivo debe saberlo y debe estar
preparado para ello. Los seres humanos no tenemos dificultades para aceptar
aclamaciones y reconocimientos, sin embargo, las críticas y la
retroalimentación negativa son elementos valiosos que nos llevan a corregir
aquellos puntos ciegos que no alcanzamos a ver, por lo tanto, debemos estar
listos para recibirlas con buena actitud.
En fin, es importante reconocer
que una idea genial no basta, tenemos que aprender a comunicarla y a ser
conscientes de que, si no somos eficientes al comunicar un proyecto, lo
estaremos condenando a una muerte prematura y, no será responsabilidad de los
demás sino nuestra por no haber encontrado un canal adecuado para hacerla
lucir.
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