¿Qué es el marketing político emocional?
FORBES- 12 de abril de 2018
¿Cómo se aplica el Marketing
Político Emocional en redes sociales? ¿Cuáles son las herramientas más comunes
y como se han extendido en las campañas electorales?
Las redes sociales, son el nuevo
territorio de la contienda electoral. Sus enormes recursos constituyen un
escenario envidiable, atractivo, rentable y apenas en desarrollo para el
marketing político. Ya antes en este espacio habíamos señalado algunas de las
posibilidades de su explotación aplicada a la política.
Es mucho lo que se puede hacer en
el terreno de la inducción, influencia y manipulación emocional; dado el amplio
espectro de sitios, tráfico, necesidades, consumo, direccionamiento y
frecuencia; a través de las redes sociales las posibilidades para ganar votos
son todavía mucho mayores.
Las redes nos facilitan el acceso
a estadísticas clave para medir el impacto, tendencias, efectividad, secuela y
alineamiento de todo lo que producimos en materia de propaganda, inteligencia
del mercado electoral y el desempeño de las campañas y los candidatos.
A través de redes es posible
incidir en el estado de ánimo, sensibilidad, percepción e identidades de los
electores. Mediante noticias, memes, caricaturas, videos, fotos, comentarios,
es posible activarlos, motivarlos, invitarlos a participar, contagiarlos y
provocarlos. Podemos también hostigar, acosar, contrapuntear y responder ante
crisis, informar, difundir, presentar propuestas y acceder a nuevos segmentos
de población.
Revisemos algunos ejemplos de
situaciones sociales, políticas públicas, discurso y sus efectos
correspondientes:
1) Exhibir y burlarse de los
políticos. Este proceso de catarsis permite liberar parte de las frustraciones
de la sociedad y canalizarlas mediante la ridiculización y caricaturización de
partidos y candidatos. Memes y videos, suponen un desquite ante la autoridad,
los resentimientos guardados y las exigencias no satisfechas.
La población quiere expresar su
rechazo a la corrupción, prepotencia, excesos, ignorancia, incompetencia,
impunidad y complicidades acumuladas. Le da salida a su enojo y decepción, al
mismo tiempo que siente vergüenza, arrepentimiento y culpa por que las autoridades
no están a la altura de sus problemas, sus demandas y sus expectativas; pero
que -al mismo tiempo- ocupan un cargo por no evaluar ni reflexionar a la hora
de elegir.
Las redes ofrecen terreno fértil
y los malos gobernantes aportan el resto; sus fracasos, errores y aberraciones
se harán virales con toda clase de efectos visuales, sonoros y accesibles para
todas las audiencias, globalmente y en tiempo real. El humor negativo y la
parodia, nos hacen sentir fuertes, cínicos, proclives a desdeñar propuestas e
ideas.
2) Inseguridad, ansiedad. Lo
mejor para degradar la unidad y la participación de los ciudadanos es hacerles
sentir que no pueden vivir con tranquilidad, que no pueden confiar en nadie y
que en cualquier momento pueden ser víctimas de un crimen.
Sometidos a un estado de sitio y
acoso permanente, en medio de una situación tan crítica, se les pide resignarse
ante la violencia, el desempleo, la enfermedad o los desastres naturales.
Aguanten, podría ser peor, aprendan de lo que le paso al vecino, mejor no le
muevan.
La nota roja, estadísticas,
comentarios, videos y trascendidos en redes alimentan y contagian la
desesperación e incertidumbre, al mismo tiempo que este cultivo emocional es
una oportunidad para mostrar que el gobierno está fallando en una de sus
funciones fundamentales: la seguridad ciudadana. En consecuencia, el voto
castigará esas deficiencias.
3) Envidia, recelo y deuda. El
ideal democrático señala que todos tenemos los mismos derechos, que debemos
gozar de las mismas oportunidades y que somos iguales ante la ley. Hasta aquí
nadie puede discutirlo, así es en efecto.
Sin embargo, la naturaleza
asincrónica y universalista de las redes puede extender el precepto de que
todos merecen riqueza y abundancia de forma natural, solo por el hecho de
existir, sin medir la capacidad, el mérito ni los resultados. Más aún, se puede
influir en la conciencia social agudizando y avivando la idea de que los
segmentos de mayores ingresos son los culpables, los victimarios y explotadores
de los pobres.
4) Confort ciudadano. Ante la
falta de credibilidad, partidos y candidatos apuestan a mendigar la voluntad
ciudadana. Convierten las campañas en una subasta descarada sin propuestas para
los problemas reales, pero ofreciendo tarjetas, becas, subsidios, apoyos,
prestaciones y programas sociales. Una tajada del presupuesto, una forma
subrepticia de corrupción que les ayude a eludir los cambios y seguir
enquistando el gobierno.
El ciudadano solo tiene que
responder al mejor postor, todo flujo de efectivo cuenta, en línea puede ver
que le ofrecen (después de todo los recursos del dinero son de todos,
imagínense un aliviane en los uniformes, los pasajes y la despensa). La compra
de votos a plazos, por goteo y con la capacidad de reutilizar a grupos de “beneficiarios”
cautivos, suficientes para el acarreo, con la ventaja para las autoridades para
que puedan inflar las listas, robarse más dinero, borrar pobres de un tajo y
sobrevivir hasta la próxima elección.
Las redes son un campo de cultivo
para muchos trucos psicológicos, una combinación de estadística aplicada,
recursos técnicos, bombardeo a los sentidos e incursión furtiva a reacciones,
sensaciones y disfraces tentadoramente a disposición de gobiernos y actores
políticos. Como seguramente seguirá evolucionando, lo más conveniente es formar
mejores ciudadanos, menos vulnerables a sus influencias, con mayor y mejor
educación electoral.
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