¿Te despidieron? Cómo crear
historia de éxito
FORBES- 18 de abril de 2018
Tras un despido, nuestra urgencia
es reconectar con nosotros mismos porque sólo así lograremos conectar con los
demás. Escribir una nueva historia de éxito es como subir una escalera.
Por más ecuánime que seas, un
despido es una situación similar a una descarga eléctrica de alto voltaje. Hay
numerosas sensaciones que se encienden al mismo tiempo y demasiados
sentimientos activos. En general, cuando hablamos de un despido, la gente
sacude la cabeza y suspira con un dejo de pesar. Lo sabemos. Perder un empleo,
especialmente si ya teníamos mucho tiempo trabajando ahí o si nos encantaba lo
que hacíamos, no es agradable. Tampoco lo es si no estábamos satisfechos.
Aunque no haya sido la ocupación ideal, el desempleo no es un punto alto en
nuestra carrera profesional. Lo que no entendemos, la mayor parte de las veces
es que en una situación así, debemos dar pasos cuidadosos y certeros para salir
adelante de la mejor manera. Y, aunque al principio, puede parecer que todo es
oscuro, es posible crear una historia de éxito después de un despido.
Por lo general, después de un
despido pasan dos cosas: entramos en un estado de autoflagelación o le queremos
echar la culpa a todo el mundo. O nos da por andar con caras largas
platicándole a quien se deja lo terrible de nuestra suerte o corremos a contar
lo injusto, lo absurdo y lo tontos que fueron quienes no apreciaron la
maravilla de oro que somos. También empiezan las prisas y las angustias. Luego,
nos bombardean con consejos y las frases condescendientes. Todas las recibimos
con el mismo gusto que un pisotón. La peor de ellas es: no te preocupes, el
tiempo lo resolverá todo. No es verdad, el tiempo no es un mago ni resuelve
nada. Hay que poner manos a la obra y trabajar a nuestro favor. Nadie va a
escribir nuestra historia de éxito, eso nos toca a nosotros y a nadie más.
Escribir una nueva historia de éxito es como subir una escalera con varios
peldaños.
En primer lugar, un despido es
una pérdida y así hay que enfrentarla. Tenemos que aceptarlo: dejar que afloren
las sensaciones, aprender a vivir sin esa rutina y seguir adelante. El proceso
es muy importante. Cuando tratamos de saltar escalones, estamos tapando hoyos
con polvo que, al primer vientecito, quedarán expuestos. Cada uno tenemos
nuestros tiempos para asimilar nuestras pérdidas y es buena idea darnos un
espacio de reflexión. Este es el primer paso para reconectar con nosotros
mismos.
¿Cómo saber que ya estamos listos
para subir al siguiente escalón? Cuando podemos ver lo que pasó con
ecuanimidad. Cuando hemos adquirido la distancia suficiente para tener una
mirada objetiva y crítica de la situación, entonces y sólo entonces, estamos
listos. Especialmente, cuando entendemos qué fue aquello que hicimos para estar
en esa situación. Tenerlo claro es el impulso para seguir adelante. Muchas
veces, el despido tiene que ver con una cuestión exógena: no éramos parte del
equipo o llegó un nuevo jefe con su gente; otras tienen que ver con recortes de
personal, con falta de capacitación. Otras son endógenas, tendrán que ver con una
falla al integrarnos al equipo de trabajo, con no haber entendido las reglas
del juego, con falta de competencias, o con cuestiones que entran en nuestro
ámbito directo de responsabilidad.
Aunque en el fondo, nosotros lo
sabemos, el análisis no es sencillo. Se trata de entender en forma objetiva qué
sucedió y qué responsabilidad tuvimos para generar un desenlace así. Pero, sin
flagelos y sin mirar alrededor a ver quién nos la paga. Es decir, hay que dejar
de actuar según las apariencias. ¡Fuera máscaras! Estar actuando, representando
el papel del personaje perfecto es muy cansado y, a la larga, imposible de
lograr. Somos humanos y, por lo tanto, falibles. Este es un requisito
indefectible, es un acto de sinceridad con nosotros mismos que nos permite calibrarnos.
Además, fingir sirve de poco: nuestra verdad le habla a la verdad de los demás.
Hay un efecto sutil, que hace que no podamos tapar el sol con un dedo.
Al terminar ese proceso nos
encontramos automáticamente en el siguiente, en ese escalón que se llama
autenticidad. La autenticidad es el boleto a la verdadera satisfacción y cuando
estamos contentos con nosotros mismos, nos conectamos con el camino que lleva
al éxito. Evidentemente, ese camino está pavimentado con congruencia. Cuando hemos logrado una correspondencia
entre lo que decimos y lo que hacemos, estamos listos para reescribir nuestra
nueva historia de éxito.
La persona que le vamos a
presentar al mundo, sin máscaras ─las máscaras resultan una carga muy pesada─ y
con una actitud congruente, está lista para empezar, pero necesita trabajar
mucho para estar realmente lista. Ahora, necesitamos encontrar nuestro lugar de
seguridad y ese no es un espacio externo. Necesitamos tirar esa cobija de miedo
e inseguridad que nos hemos ido tejiendo y con la que nos hemos cubierto
pensando que nos serviría de escudo protector. Resulta que ese cobertor no nos
protege: nos detiene. Así que, la hacemos bolita y la tiramos a la basura.
Nuestro lugar de seguridad aparece cuando logramos entender quiénes somos y
quienes queremos ser, cuando descubrimos qué es lo que sabemos hacer y qué nos
cuesta trabajo realizar. El lugar de seguridad se revela cuando miramos al
espejo y podemos ver con objetividad la imagen que nos devuelve. Ahora sí
estamos listos para subir el siguiente escalón.
La construcción de la historia de
éxito tiene un ingrediente necesario: el estado de satisfacción. La plenitud
que viene con la liberación del ansia de ser significativo a los ojos de los
demás, se logra cuando dejamos de buscar primero la aprobación ajena. Hacemos
las cosas al revés. La audiencia más importante somos nosotros mismos. Si
nosotros nos aprobamos, será más sencillo lograr la de los demás. Por el
contrario, cuando nosotros no estamos satisfechos, se nota. ¿Cómo queremos que
otros descubran lo que uno mismo ha sido incapaz de encontrar?
Así es como lograremos estar
listos para escribir nuestra nueva historia de éxito. La fórmula no es
sencilla. Pero, el camino se nos complica cuando tratamos de pasar por alto o
de brincarnos los pasos. Últimamente he visto a personas sumamente tristes que
creen que no se les nota, o que están buscando avanzar y el coraje no se los
permite. Me parte el corazón ver a gente envuelta en su cobija de miedos, con
la certeza de que están protegidos. Para mirar al frente y avanzar, hay que ir
ligeros.
Si nos abalanzamos, podemos estar
siguiendo los pasos de un chivo en cristalería. Los dichos siempre están
cargados de sabiduría. Despacio, que voy de prisa. Hay que dominar esa
urgencia. Hay que buscar conectar con nosotros mismos, dejar que la multitud de
sensaciones encuentren su cauce, prepararnos teniendo en cuenta que nuestra
principal prioridad es estar bien y tener la certeza de que ya lo hemos
logrado. Sólo así estaremos preparados para avanzar. Sólo de esta forma
podremos encontrar los recursos para empezar a escribir nuestra siguiente
historia de éxito.
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