Las virtudes y el desarrollo de nuevos
negocios
FORBES- 1 de enero de 2019
Pareciera que estamos hablando de
mundos lejanos e inconexos, sin embargo, las virtudes pueden ser las claves de
éxito en la creación de nuevos negocios.
Desde que la Administración se
convirtió en una disciplina académica, tanto los estudiosos de las teorías
administrativas como los ejecutivos, consultores y los emprendedores nos hemos
preguntado cuál es la clave del éxito de un negocio. Pensar en innovación,
creatividad, oportunidad, técnica, recursos nos deja con una visión muy limitada.
Hay negocios que pegan con tubo sin contar con esos elementos, sin tener una
persona preparada al frente, sin un diseño novedoso, en fin, sin que nada nuevo
brille en su existencia. Y, sin embargo, tienen clientes que están dispuestos a
comprarles una y otra vez. Claro, hay excepciones a la regla.
Lo cierto es que México sigue
teniendo un índice de éxito muy bajo en términos de creación de nuevos
negocios. Seguimos siendo un país changarrero en el que creemos que el apoyo
que debemos dar a las pequeñas y medianas empresas es asistencial, es decir,
entregarles dinero y abandonarles a su suerte. Parece que no nos hemos dado
cuenta de que el factor de fracaso que más se repite es que quienes se lanzan a
la aventura de iniciar un nuevo negocio no los saben administrar.
Lo cierto es que, con la
desaparición del Instituto Nacional del Emprendedor, el escenario parece más
nublado. Me parece que dar dinero sin seguimiento a los proyectos, sin
capacitación, sin acompañamiento, sin acceso a tecnología de punta, el
emprendimiento entra en un punto bajo, cuando debiera seguir considerándose
como una alternativa seria para todos aquellos que por circunstancias de
adelgazamiento de sus instituciones o por cualquier otra, se quedarán sin
empleo.
Pero, no todo está perdido. Hay
actitudes que pueden ayudar a los emprendedores que estén decididos a iniciar
un nuevo negocio. Algunas veces conectar puntos que parecen inconexos nos
entregan buenos resultados. Tender puentes entre el mercado y las virtudes
puede parecer disparatado y, lo sabemos, los disparates pueden acabar dando
estupendos resultados. Hay virtudes que pueden ser elementos constituyentes de
un buen desempeño empresarial. Una virtud es una disposición de la persona para
obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la
justicia y la belleza.
No hay ninguna novedad en este
postulado, ya se ha hecho con anterioridad. Max Weber señaló que la Revolución
Industrial tuvo tanto éxito debido a que estuvo sustentada en cuatro rasgos virtuosos:
ahorro, espíritu de trabajo, honestidad y tolerancia. Encuentro muchas razones
para creer que Weber estaba en lo correcto.
Ahorrar nos lleva a utilizar lo
justo, a evitar el desperdicio, a incrementar los márgenes de utilidad y a
disminuir el costo de producción. Ahorrar es la virtud que impulsa la
productividad y que promueve la reserva de recursos en tiempo de bonanza para
cuando llegan las épocas en las que hay austeridad.
El espíritu de trabajo se
relaciona con una filosofía compartida y una lucha en común. Saber trabajar en
equipo requiere de una misión clara, de una visión que se entiende, de una meta
conocida y de objetivos que se pueden alcanzar. Es la unión y la
correspondencia entre quienes participan en una labor.
Honestidad significa hablar con
la verdad, ser decente, actuar en forma justa y llevar un comportamiento
razonable. Un negocio honesto da lo que promete y no se queda con lo que no le
corresponde. La honestidad es la base de la repetición de negocio pues genera
confianza; un cliente que confía lo hace porque se siente satisfecho y tendrá
el deseo de volver.
Tolerancia es la capacidad para
resistir y aceptar, se relaciona con la fortaleza que le debemos imprimir a un
negocio para aguantar los tiempos de vacas flacas y para aceptar los errores
que se cometen así como la capacidad que tenemos para enmendarlos.
Los efectos que podemos encontrar
al aplicar estas tendencias virtuosas en los nuevos negocios son de amplio
espectro. Tienen bondades de consecuencia inmediata: generan un estilo de
trabajo que busca la productividad y la rentabilidad en la forma correcta. Su
aplicación puede contribuir en forma definitiva y potente al desarrollo de los
negocios desde la etapa de construcción. Además, estas virtudes tienen un
atributo maravilloso: son gratuitos. No necesitamos invertir en una licencia de
uso, no requerimos un software para operarlo ni un hardware para instalarlo.
Tampoco es preciso tener una capacitación costosa para conocerlos.
Estas tendencias virtuosas se
oponen a las directrices viciosas que también se pueden dar en los negocios. El
desperdicio nos lleva a dos callejones sin salida: o elevamos el precio con el
riesgo de quedarnos fuera del mercado o disminuimos el margen de utilidad. Si
no trabajamos en equipo, el esfuerzo se diluye y terminamos con resultados muy
próximos al rendimiento cero. Sin honestidad, matamos la credibilidad de
nuestros clientes y de nuestro equipo de trabajo. Cuando no hay tolerancia, nos
frustramos rápidamente, y podemos tomar decisiones que resulten fatales para un
proyecto.
La conexión entre las virtudes y
la creación de nuevos negocios debiera resultar como una unión lógica, sin
embargo, hemos estado tan preocupados por innovar, crear, rentabilizar,
aprovechar oportunidades que no nos hemos dado cuenta de que antes de construir
los muros, tenemos que tener listos los cimientos. Las virtudes son el
basamento de un negocio, encima de ellas podemos elevar los elementos que
edifican una empresa o un proyecto de emprendimiento.
Hay veces que estamos buscando,
de la misma forma en la que Diógenes recorría las calles sosteniendo su
lámpara, las razones por las que nuestros proyectos tienen un factor de éxito
tan bajo. Diógenes buscaba hombres virtuosos, ojalá podamos encontrar negocios
virtuosos que tengan un buen pronóstico de triunfo.
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