Bolsonaro, su familia y la sicología de soldado
FORBES- 21 de ene. de 19
El discurso de Jair Bolsonaro es paradigmático
pues su apelación a terminar con la corrupción o su deseo de fortalecer la
seguridad pública, encajan con una visión compartida.
Hannah Arendt sostenía que para hablar sobre
política era necesario partir de los prejuicios que albergamos contra ella. Los
prejuicios pueden anclarse en experiencias históricas concretas que conceden
legitimidad a ciertas observaciones respecto al funcionamiento de las
instituciones o ante el comportamiento general de la clase dirigente.
Indagar en el contexto sociopolítico actual
puede desembocar en el reconocimiento de la existencia de puntos de conexión
entre nuestros prejuicios y la irrupción de figuras que generan profundas
controversias por su radicalidad discursiva.
Una parte de la eficacia del populismo y de la
reacción ante el mismo, es acertar en diagnosticar/definir aquellas
apreciaciones que durante una época conforman el sentido común. Problemas como
la corrupción favorecen la eclosión de líderes que reclaman devolver la grandeza
a sus respectivos países. En sus proclamas suelen invocar contenidos parciales
de verdad que anidan en los prejuicios para ganarse el favor de las mayorías
sociales.
En este sentido, el discurso de Jair Bolsonaro
es paradigmático pues su apelación a terminar con la corrupción o su deseo de
fortalecer la seguridad pública, encajan con una visión compartida por amplios
y transversales sectores de la sociedad brasileña. Estrategia que le permitió
situar a sus adversarios en un campo de juego incomodo y apelar a una
regeneración confusa en sus contenidos, pero atractiva para sus seguidores.
Su primer discurso presidencial estuvo
estructurado alrededor de los siguientes ejes: denuncia de la corrupción
sistémica, rebajar los niveles de criminalidad, corregir la irresponsabilidad
económica de la dirigencia anterior y rebelarse contra la denominada sumisión
ideológica (en la que incluye a la “ideología de género”).
Junto a los cuatro puntos mencionados, Jair
Bolsonaro mantuvo su compromiso en: la defensa de la constitución, proteger la
familia tradicional, limitar la burocracia y otorgar un papel crucial al sector
agropecuario. Una serie de ingredientes condimentados con la apelación
constante a la visión judeocristiana de la vida.
Su extremismo en cuestiones identitarias se
combina con un interés en establecer “marcos de confianza” en la esfera
económica. Esgrimió argumentos a favor del libre mercado o respecto a la
sustentabilidad de las cuentas públicas. Un esbozo de macroproyecto que se
complementó con una designación fundamental, la elección de Paulo Guedes como
Ministro de Economía.
A su toma de posesión asistieron diferentes
Jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos. La ausencia de las autoridades
venezolanas, cubanas y nicaragüenses era previsible y anunciada, pero llamó la
atención que Mauricio Macri (presidente de Argentina) e Iván Duque (presidente
de Colombia) no asistiesen al evento. La reacción de Macri, después de la
decisión de Bolsonaro de visitar antes Santiago de Chile que Buenos Aires,
augura una relación bilateral sujeta a tensiones.
También destacó el cálido recibimiento dado a
Mike Pompeo (Secretario de Estado de EU) y a Benjamín Netanyahu (Primer
Ministro de Israel). El presidente Trump manifestó a través de Twitter su
respaldo a Bolsonaro. La visita de Mike Pompeo y su posterior marcha a
Cartagena de Indias, invita a pensar en una alianza continental que tiene entre
sus focos de interés resolver la crisis de Venezuela.
Eduardo Bolsonaro, diputado federal y tercer
hijo del presidente electo, fue el encargado de recibir al matrimonio
Netanyahu. Encuentro inédito que festeja la voluntad de trasladar la embajada
brasileña de Tel-Aviv a Jerusalén. Mientras tanto, Benjamín Netanyahu recibió
la más alta condecoración que Brasil otorga a un mandatario extranjero: la
Orden de la Cruz del Sur.
Será interesante analizar el rol de cada uno de
los miembros de la familia Bolsonaro que tienen incidencia en el espacio
público. Por ahora, la gran revelación fue Michelle Bolsonaro (Primera Dama de
Brasil) que optó por dirigirse al pueblo en lengua de signos. Gesto inclusivo
que quizá traspase el umbral de lo anecdótico si su protagonismo se mantiene al
alza.
Jair Bolsonaro sueña con un Brasil fuerte,
pujante, confiable y osado. Psicología de soldado aplicada a la gestión
política. Es difícil imaginar cómo afectará a la mentalidad de cuartel recorrer
el largo camino de las instituciones democráticas o las consecuencias
geopolíticas derivadas de no renunciar a la misma. Como decía Euclides da Cunha
-en su obra Los sertones- la amenaza más seria que sufren las columnas del
ejército regular es encontrar “vacío el poblado sedicioso (…) la vuelta sin
gloria, sin haber disparado un cartucho”.
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